[Chile] Acerca de la comprensión comunista/anárquica de las actuales protestas estudiantiles
Enviado por Gavroche en Jue, 08/25/2011
Redes por la Autonomía Proletaria-RAP - hommodolars.org
titulo expropiado a http://consejistanarkista.blogspot.com/
Hemos estado leyendo los panfletos difundidos por Hommodolars en relación a las últimas manifestaciones estudiantiles, así como los comentarios del propio sitio sobre los mismos y las referidas mites, a la profundización de los análisis y a la radicalización teórica/práctica en base, principalmente, a la mantención y transformación de los espacios ocupados para ir más allá de las demandas al estado; para la generación de relaciones que rompan con la cotidianidad alienante del capital. También intentan clarificar el rol de la educación en la sociedad capitalista -como transmisora de la ideología dominante y generadora de mano de obra cualificada y funcional a los engranajes del sistema-, en perspectivas de romper con su mistificación como herramienta neutral de progreso social. En tal sentido, concordamos en lo fundamental y creemos necesaria la difusión de este material, la que alentamos. Por lo visto, los/as compas de HD también se identifican con los mencionados panfletos, razón por la que le dan espacio en su web. Sin embargo, pensamos que las notas y comentarios de HD al respecto contienen algunos errores importantes. No es sólo el lenguaje (muy agresivo), sino que pensamos que existe una desconexión ideológica con la clase en sí. No nos parece correcto (en un sentido teórico, no solamente discursivo) denominar como “estupidez” la lucha parcial -o incluso artificial- de un sector social específico (en este caso, el estudiantado). Si bien, no creemos ser los únicos en sentir un instintivo desprecio hacia el mundillo estudiantil universitario "buena onda", que se compró aquello de que era la "élite intelectual del país" y de que con sus lamentos democráticos van a ayudar a los "más necesitados", entender desde posiciones comunistas revolucionarias estas movilizaciones sólo como superficialidades y consecuencias del capitalismo espectacular, es no ver las potencialidades rupturistas que se van dibujando en estos momentos. Porque más de 100 mil estudiantes en las calles en todo el país no es sólo una muestra más del borreguismo reformista. Hay algo más. Si bien no toda movilización popular es constitutiva del desarrollo del movimiento comunista, la lucha de masas sí es imprescindible para el avance efectivo del mismo. Es decir, de manera más general, que no todo lo proletario es revolucionario(2), pero la ruptura comunista/anárquica sin la acción del proletariado constituido como clase es imposible(3).
Con todo, cuando la "gente común" pide más democracia, lo que está realmente haciendo es reconocer en la práctica la enajenación cotidiana de la que es parte, la falta intolerable de control y decisión sobre sus vidas. Y todo aquello lo reviste con la imagen mistificada y mitificada de la democracia, la cual en su expresión supuestamente auténtica garantizaría la posibilidad de expresar sus opiniones y definir el curso de su vida en base al intercambio libre de las mismas. Entregar elementos para romper con esa mistificación es una de las tareas de lxs comunistas/anárquicos, y eso se hace de manera seria y siendo parte de las experiencias (no de todas, claro está, sino de las que, luego de un determinado análisis, veamos como potenciales).
No se trata de que creamos que a partir de estas movilizaciones, dotándolas con una correcta orientación o conducción, entremos de lleno a un periodo abiertamente revolucionario, sino que las entendamos como procesos necesarios para la experiencia colectiva de la clase, desde los cuales comienza a abrirse camino hacia su propia liberación. Por ello, la potenciación de las características autónomas y rupturistas de estas protestas y demás acciones, que creemos posible, se torna una tarea fundamental de las individualidades y agrupaciones comunistas/anárquicas. Tenemos claro que la revolución no se trata de la acumulación cuantitativa de experiencias similares a las actuales (muy limitadas en su forma y contenido). No es la suma de parcialidades la que de por sí se torna revolucionaria. Ante todo, se requiere de cambios cualitativos para entrar a una fase de enfrentamiento clasista abierto. Es decir, es la esencia del movimiento la que debe ser distinta. Pero esa esencia, si bien no es consecuencia directa de la mera sumatoria de experiencias aisladas, si tiene sus raíces en el desarrollo de dichos procesos. Es por todo esto que los empeños de HD en demostrar el reformismo y la “estupidez” de estas experiencias no nos parecen aportadores ni clarificadores. No porque solamente el lenguaje sea agresivo, sino porque no reconoce la validez de estos eventos como posibles pasos para el movimiento en general, para generar una conciencia proletaria verdadera. Y es que la mantención de esta actitud lleva a la inacción y al desdén reaccionario hacia la actividad de la clase. Por supuesto que tampoco se trata de querer conducir estas movilizaciones asumiendo sus propias limitaciones, cuestión que, según nos parece, hacen o pretenden hacer otras organizaciones del marxismo-leninismo y afines al anarquismo oficial y plataformista. Son éstas las que, en nombre de la “inserción social”, lo que hacen es, tácita o explícitamente, asumir una limitación perpetua de las capacidades intelectuales, organizativas y revolucionarias del proletariado, puesto que no pretenden superar sino sumar parcialidades que, bajo su alero, serían conducidas por la senda correcta (senda que es tan diversa como diverso es el espectro del izquierdismo). Como hemos planteado, la alteración de las relaciones en el seno de estas experiencias es la que nos interesa, no la conducción técnica y politiquera de un amasijo de contradicciones.
Por otro lado, lejos de condenar la violencia proletaria organizada o instintiva, y despreciando profundamente la actitud "pacifista" (y, paradójicamente, a menudo muy violenta con el "violentista") del “ciudadano democrático”, no nos encuadramos tampoco en la apologización y recuperación ideológica de todo desmadre que se produzca en las calles, muchos de ellos también interpretables como expresión espectacular de la violencia cotidiana que el sistema impone y reproduce. No toda expresión de lucha proletaria debe recurrir a la fuerza en todo momento. Pero la madurez de las mismas ya dará cuenta de eso.
En definitiva, el estudiantado sólo pasará a ser un agente de ruptura cuando sea capaz de comprenderse como parte integral de la clase sometida a la explotación, y como tal luche ya no por una mejor domesticación, sino por la subversión total de las relaciones alienantes, producidas y reproducidas por la sociedad de clases. Aquí no hay ninguna controversia con los/as compañeros/as de HD. Pero ese proceso no se logra sólo con la difusión de panfletos y comunicados, menos si estos se empeñan en desacreditar las experiencias particulares por sus evidentes limitaciones. Es, sobre todo, un camino cuyo inicio está en la superación de estas experiencias. No desconocemos la posibilidad de que a la vez se constituyan en mecanismos de autocontrol del mismo sistema, pero distanciarnos por este motivo es perder de vista las experiencias necesarias para el avance de la conciencia y acción proletaria para su autoliberación.
Finalmente, hay que denunciar el intento mediático, estatal y reformista de fijar bajo sus criterios los límites entre manifestantes “buenos”, aquellos que con sus demandas en el marco de la legalidad contribuirían al progreso nacional, y los malos, esos “infiltrados ideologizados” que sólo buscan destruir (la expresión en la prensa de este intento es tan burda, que no debería costar mucho derribarla).
Esperamos que estos comentarios sean recibidos como una visión crítica fraternal y, en ningún caso, como un ataque o intento de demarcación entre lo correcto y lo falso. Si planteamos todo lo anterior, es porque reconocemos en HD un importante espacio difusor de teoría radical y análisis derivados de ella. Creemos que el fortalecimiento de una perspectiva comunista radical precisa de una crítica y autocrítica constante, dura si se requiere, pero fraterna y libre de suspicacias que no deberían tener lugar entre quienes nos planteamos la superación de las prácticas comunes de la izquierda del capital. Por lo demás, en tiempos como estos, en que la acción y conciencia del movimiento proletario son débiles en términos generales, creemos necesario valorizar la integralidad y radicalidad de la teoría y praxis total de la clase, con el fin de generar perspectivas y posibilidades coherentes que permitan el advenimiento de un escenario (realmente) revolucionario. De ahí el interés en plantear nuestro punto de vista y posiciones, no sólo como ataque al status-quo, si no también como contribución al movimiento del que, un puñado de compañeros que conformamos las RAP, creemos ser parte. Saludos revolucionarios.
NOTAS
(1) En particular, nos referimos a aquellos firmados por Comité de la Imaginación/Algunos Proletarios-as que estudian/Núcleo de Agitación Comunista.
http://hommodolars.org/web/spip.php?article4073
(2) No creemos necesario desarrollar más este punto. Baste decir que la existencia del proletariado requiere de la alienación del mismo, por tanto la actitud “normal” de la clase, bajo la dominación de la ideología (siempre burguesa), tiende a ser reaccionaria. Así el machismo, la homofobia, el racismo, el nacionalismo, etc., son actitudes proletarias que claramente constituyen un obstáculo en el desarrollo de la propia conciencia clasista revolucionaria, y el hecho de recuperarlas so pretexto de “acercarse al pueblo” es parte de una política evidentemente reaccionaria.
(3)Y esto es lo que no comprenden ciertas corrientes del anarquismo, que promueven el “ataque ahora ya” al capital, mistificando ciertas acciones pirotécnicas en particular y desdeñando al “pueblo”, porque este sería un ente pasivo y totalmente entregado a la dinámica del sistema. Una cosa es reconocer el estado actual de la clase, y otra es perpetuar ideológicamente tal estado y entregarse a la idea romántica de crear islotes de resistencia y ataque al sistema. Ataque por lo demás ilusorio, porque el capitalismo prosigue su funcionamiento sin variar significativamente luego de estas acciones, respondiendo a su vez con su clásica maquinaria represiva mediática-estatal y enviando compañeros y compañeras a sus centros carcelarios o a la muerte. El capitalismo está fundado en relaciones sociales, por tanto son éstas las que deben ser subvertidas, desde el contacto interpersonal más íntimo hasta la relación inter-clasista mediada por la dominación, proceso en el cual el enfrentamiento físico con los aparatos contra-revolucionarios es sólo una parte. No desconocemos los brotes aislados de respuestas radicales a las condiciones brutales en las que nos mantiene el capital y sus estados, pero también comprendemos que para constituir una amenaza para la existencia del sistema y a la vez una propuesta creativa de relaciones sociales no-alienadas, hace falta más que la mera multiplicación de estos focos de lucha.-
Revolución anti-neoliberal social/estudiantil en Chile
Enviado por Gavroche en Jue, 08/25/2011
Las calles, plazas y puentes de todas las ciudades a lo largo de Chile se han transformado en las arterias donde fluyen y circulan miles de estudiantes y ciudadanos,entonando y gritando las demandas por cambios estructurales en la educación los que, a su vez, exigen cambios sustanciales en el paradigma económico, en el carácter y rol del Estado y en su conjunto, en el pacto social constitucional del país. Desde hace meses las movilizaciones no han cesado, recuperándose y adaptándose algunas consignas de antaño, cantándose nuevas que apuntan críticamente al corazón del modelo social y económico financiero neoliberal actual: el mercado, el crédito, el endeudamiento, el lucro, la inequidad social y educativa.
Y si bien inicialmente parecía que se hubieran abierto, al fin, las Alamedas, marcando la llegada de la hora histórica anunciada por el discurso final de Allende, el desarrollo de los acontecimientos con el recrudecimiento de la represión policial, las amenazas y amedrentamiento a los/as dirigentes estudiantiles por parte de adherentes oficialistas y la actuación provocativa de policías encapuchados infiltrados de civil, nos recuerdan que estamos en un régimen político dirigido por la derecha chilena, heredera de las prácticas de la dictadura militar y verdadera fundadora del régimen neo-liberal que busca resguardar. Y mientras los jóvenes copan el cuerpo de Chile y la represión enfurece, suenan los cacerolazos del apoyo ciudadano, recordando el tiempo de las protestas.
Si no ha llegado aún el tiempo de las alamedas, ha brotado con fuerza la voluntad de poder de la nueva generación para presionar sobre ellas hasta lograr su verdadera Apertura histórica.
Los que realizamos el oficio de historiar nos preguntamos acerca del carácter de este movimiento y del significado de su irrupción histórica. ¿Se trata de una fase más del movimiento estudiantil post-dictadura? ¿Corresponden sus demandas a reivindicaciones básicamente sectoriales? ¿Cuál es la forma de hacer política de este movimiento? ¿Qué relación tiene este movimiento con la historia de Chile y su fractura provocada por el golpe armado de 1973? ¿Cómo se articula este movimiento con el camino y orientación de la historicidad secular de Chile? ¿Qué memoria social y política ciudadana ha activado la irrupción callejera y discursiva estudiantil?
Si bien es arriesgado responder a estas preguntas cuando se trata de un movimiento en marcha, los que aquí firmamos lo hacemos como una necesidad de aportar desde la trinchera de nuestro oficio, con la plena convicción de que estamos ante un acontecimiento nacional que exige nuestro pronunciamiento, sumándonos a tantos otros que se han realizado y se realizan cotidianamente desde distintos frentes institucionales, gremiales y civiles.
1. Consideramos, en primer lugar, que estamos ante un movimiento de carácter revolucionario anti-neoliberal. Las demandas del movimiento estudiantil emergen desde la situación específica de la estructura educativa del país, basada en el principio de la desigualdad social; una transformación a esta estructura –como bien lo dicen los gritos callejeros- exige un cambio sistémico en el modelo neo-liberal, que hace del principio de desigualdad (fundado en la mercantilización de todos los factores y en la consiguiente capacidad de compra de cada cual) la clave ordenadora de las relaciones sociales y del pacto social. Correspondiente con este principio de ordenamiento, la figura política del Estado neo-liberal se perfila como un aparato mediador, neutralizador y garante, a través de sus propias políticas sociales, de dicho principio des-igualitario; estructura económico-política sustentada en la escritura de una carta constitucional legitimadora de dicho principio.
No es de extrañar, así, que el movimiento estudiantil actual encuentre un tan amplio respaldo ciudadano: en la categoría dicotómica de “deudores” respecto de un grupo legalmente abusivo y corrupto de “acreedores”, se encuentra la mayoría de los chilenos que grita y cacerolea su apoyo a los estudiantes: porque los estudiantes no son solo “estudiantes” sino que son ellos mismos en tanto deudores. Porque no sólo los estudiantes viven en el principio de la desigualdad, sino la mayoría social chilena actual lo sufre en carne propia. Lo social particular y lo social general se auto-pertenecen y se auto-identifican mutuamente en una unidad que se construye y se concientiza sobre la marcha.
Así, el movimiento estudiantil, aparentemente sectorial, constituye un “movimiento social” que, al tocar el nervio estructurante del sistema, irradia e identifica a la sociedad civil ampliada, reproduciendo socialmente la fuerza de manifestación de su poder, descongelando el miedo y aglutinando los discursos y las prácticas fragmentadas.
Es decir, el movimiento estudiantil actual tiene un carácter radical en cuanto busca revertir el principio neoliberal de la desigualdad que construye la sociedad actual, por el principio de la igualdad social (basado en un sistema de “derechos sociales ciudadanos”), promesa irrenunciable de la modernidad, a pesar de cualquier post/modernidad; principio que, desde la esfera educativa chilena, se propaga como fragancia de nueva primavera a todas las esferas de la sociedad.
2. Este movimiento ha comenzado a recuperar lo político para la sociedad civil, poniendo en cuestionamiento la lógica de la política intramuros, y con ello el modelo de seudo-democracia y legalidad que no ha cortado el cordón umbilical con la dictadura.
Se trata de una política deliberativa en el más amplio sentido de la palabra, que trasciende los esquemas partidarios (a pesar de las militancias personales de algunos dirigentes). El movimiento muestra cómo, a través de la orgánica de las bases movilizadas, con el apoyo de las redes comunicacionales (“política en red”), se ejerce el poder de las masas en el escenario público, presionando por la transformación de las estructuras. Este hecho está replanteando los fundamentos del cambio social histórico, cuestionando las modalidades verticalistas y representativas, propias de la premisa moderna, propiciando activamente formas de democracia directa y descentralizada.
Por otra parte, respecto de la relación del movimiento con el sistema político y el gobierno actualmente imperante, este movimiento corresponde a un nuevo momento de su trayectoria histórica posdictadura, en el cual la vinculación con la institucionalidad se realiza básicamente desde la calle, no habiendo entrado a la negociación institucional dada al interior de los recintos gubernamentales. Desde esta perspectiva, lo nuevo de este movimiento es la “política abierta” o “política en la calle” que, al mismo tiempo que permite mantener el control del territorio propio de la sociedad civil, difunde y transparenta su discurso, su texto y sus prácticas a plena intemperie, ante toda la ciudadanía. La política clásica de los gobiernos concertacionistas de “invitación al diálogo” se ha vuelto una trampa ineficaz, manteniendo el movimiento social actual la fuerza de sus propias prácticas de poder.
Así, las movilizaciones estudiantiles y sociales que hoy se desarrollan a partir de las demandas por la educación, no sólo ciudadanizan lo educativo y lo sitúan como base fundamental del proyecto de sociedad, sino que dan cuenta de la crisis del sistema político, cuestionando y transgrediendo la “democracia de los acuerdos”, consagrada como principal herramienta para neutralizar y postergar las demandas sociales Esta nueva política encuentra su expresión manifiesta en un tipo de protesta social que rompe los marcos impuestos tanto por la cultura del terror de la dictadura, como la del “bien mayor” de la transición. A través de una incansable apropiación del espacio público y, en general, a través de prácticas corporales de no-violencia activa, el movimiento ha generado múltiples acciones culturales en un lenguaje rico, plástico, inclusivo y audaz que interpela el cerco de la represión policial y de los medios que criminalizan la protesta.
3. Si bien este movimiento corresponde a un momento nuevo de la política y de la historia social posdictadura, este sólo puede comprenderse desde la perspectiva más amplia de la historicidad siglo xx en Chile. En el curso de ésta, la equidad educacional junto a las limitaciones legales impuestas al capitalismo anárquico, habían alcanzado una maduración estructural en los años ‘60 y ‘70, siendo este proceso abortado con el golpe del ’73 en su fase de plena consolidación. El movimiento social estudiantil actual es expresión de la voluntad y del acto de recuperación de esa hebra rota de nuestra historicidad. Es la irrupción del brote de la semilla que fue pisada y soterrada por la bota dictatorial y el neoliberalismo. Es el renacimiento, en la nueva generación, del sueño y voluntad de sus padres de fundar una sociedad basada en la democracia, la justicia social y los derechos humanos fundamentales, de los que la educación es uno de sus campos más fértiles.
En efecto, el pacto social educativo alcanzado en los ’60 y ’70 fue el fruto de una larga lucha dada por muchas generaciones desde mediados del s. xix. Proceso y lucha que consistió básicamente en la voluntad política progresiva de arrancar los niños proletarizados en el mercado laboral, para escolarizarlos, como una vía hacia una sociedad más equitativa y como un camino de emancipación social y cultural.
Este trayecto histórico, que involucró a toda la sociedad, alcanzó a producir semillas que fructificaron en las décadas del ’60 y ’70 cuando el Estado y la sociedad civil hicieron del pacto social educativo uno de sus más caros proyectos de construcción de nueva sociedad democrática. Es ese proceso el que hoy irrumpe nuevamente en el discurso y en la práctica del movimiento estudiantil. Se trata de una generación que no acepta volver a ser objeto de mercado al que deban proletarizarse sin mas, ya por la vía del endeudamiento o de una educación de mala calidad. Lo que está en juego y que hoy se encarna en este movimiento, es el “proyecto y pacto social educativo republicano/democrático” chileno, como principio ético-político de igualdad social.
Aquí radica la densidad histórica de este movimiento, produciendo, a su paso, una irrupción de memoria histórica en el seno de la ciudadanía: la memoria de los padres y abuelos que marchan y cacerolean su apoyo a la nueva generación que está recogiendo y tejiendo a su modo la hebra de nuestra historicidad.
Así, en su triple carácter dado por su alcance revolucionario anti-neoliberal, por la recuperación de la política para la sociedad civil y por su conexión con la historicidad profunda del movimiento popular de Chile contemporáneo, el actual movimiento ciudadano que los estudiantes de nuestro país aparecen encabezando con fuerza, decisión y clara vocación de poder, recoge y reinstala las dimensiones más consistentes que la frustrada transición chilena a la democracia sacrificó.
* * *
A través de estas breves reflexiones este grupo de historiadores/as chilenas, con el apoyo de mucho/as, saludamos al movimiento estudiantil y adherimos a las reivindicaciones estructurales que ellos han instalado sobre la política chilena. Saludamos y nos sumamos a las demandas de Asamblea Constituyente.
Al mismo tiempo, invitamos a no ver a este movimiento actuando en la sola coyuntura de este gobierno de derecha, sino a tomar conciencia de que este es un momento de un proceso histórico ya en marcha, cuyo principal fruto sin duda será dejar instalada definitivamente la demanda de las reformas estructurales al neoliberalismo, como irrenunciable voluntad de poder de la ciudadanía y como agenda indispensable de los proyectos políticos inmediatos y porvenir.
agosto del 2011
Ver lista de adherentes a este manifiesto en web de elciudadano.cl