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25 décembre 2010 6 25 /12 /décembre /2010 13:23

 

La Estrategia del Especifismo (y 2)
Tuesday December 21, 2010
 by Felipe Corrêa

Juan Carlos Mechoso (Federación Anarquista Uruguaya)

 

El sujeto de cambio hay que producirlo



Siendo así, otro sujeto histórico no vendrá de la nada, no aparecerá como por arte de magia, debe ser el fruto de prácticas que internalicen otras cuestiones que chocan con lo dominante. La participación efectiva, la autogestión, la acción directa, la forma federal de funcionamiento realmente democrático, la solidaridad y apoyo mutuo, necesitan de mecanismos, organizaciones, prácticas regulares para su desarrollo. Necesitan constantemente organización. La continuidad que necesitan, para un despliegue que permita el cambio, requiere de una sostenida actividad estratégica. Una estrategia coherente, que no desteja lo que en un momento dado se teje. Una estrategia que tenga en su interior un mundo distinto que va desplegando desde el seno de otro que le es antagónico. El famoso “usar todos los medios” puede ser una manera efectiva de asegurar que no se pueda desplegarse ninguna estrategia antagónica portadora de los elementos de desestructuración del sistema vigente. Por eso es de principal importancia la orientación general, la estrategia establecida y las tácticas que guardan correspondencia con ella. Tanto en lo social, como lo político está estratégica debe circular por el interior de todas sus prácticas. Obviamente que respetando la especificidad de cada campo de acción.

Esto no implica el todo o nada o arar en el desierto. Se debe ubicar con la mayor precisión posible cual es el punto de partida, el carácter específico que tiene el conjunto de las relaciones sociales que configuran y sostienen el sistema y cada formación social histórica precisa en la que debemos actuar. Desde esta cruda y brutal realidad social debemos partir, no elaborar soluciones a través de procesos mentales independientes que no guardan relación en como son y se están dando determinados procesos sociales concretos.

El lugar en que ubica a la gente el conjunto de la estructura de dominación juega papel principal en la producción de un sujeto determinado. Lo que vive todos los días y como lo vive darán una cierta cosmovisión a diversos grupos sociales. Esto no es algo que se congela, hay factores como la resistencia, la incorporación de otras nociones y representaciones que generarán o pueden generar ciertos cortocircuitos. Procuremos que sean para nuestro lado.

En la actual etapa del sistema: Las clases oprimidas como “sujeto” revolucionario

Me preguntabas sobre como veíamos hoy la composición de clases en este momento histórico. Hace tiempo que ese esquema general, en abstracto formal, de definir las clases, que sin duda a ese nivel así existen, entre burguesía y proletariado resultaba prácticamente poco o nada operativo cuando el análisis, se “bajaba” a nivel de formaciones sociales. Esta duda también puede verse entrelíneas en muchos documentos del anarquismo histórico. Demás está decir que la burguesía, aún en ese nivel del referido análisis resulta algo más compleja: fracciones y determinados estamentos a ellas vinculadas. Incluso como interviene lo político e ideológico para establecerlas. Igualmente lo referido al clásico proletariado. Pero lo que nos interesa como organización política, en lo teórico, es la parte operativa “hoy y aquí”.

El planteo inicial sobre esta problemática se hizo en el Congreso de 1986 y en el acto público del mismo año. Pero fue en el XI Congreso de FAU que se acordó el realizar un más prolijo abordaje del problemas de las clases en esta etapa del capitalismo. También fue tema que quedó abierto, se seguiría trabajando hacia la producción de una hipótesis (borrador inicial) que profundizara acerca del concepto de clase en esta etapa histórica del capitalismo. Se pensaba en la necesidad de reformular el concepto de clase de acuerdo a los cambios operados. Evitar seguir definiendo la clase como en el periodo anterior, “esplendor fondista”, “Estado de Bienestar”. Fundamentalmente se estimó que el “asiento” económico exclusivamente no resultaba suficiente para una definición de clase. Se apuntó, grosso modo, a tener presente como se expresa hoy el conjunto complejo y articulado de relaciones de dominación en el campo de las relaciones sociales. Este concepto es de relevancia y tiene implicancias decisivas en como encarar una estrategia operativa y de ruptura en las actuales circunstancias.

Dice el documento anterior: “Nos hemos planteado, en primer lugar, la necesidad de un desenlace popular como corolario de un largo proceso de luchas de orientación revolucionaria [...].” Agrega:

“Claro está que en países capitalistas atrasados y dependientes como los latinoamericanos –con su particular estructura económica y de clase más afectada y debilitada que en otros períodos – no puede pensarse en las posibilidades de un proceso revolucionario protagonizado exclusivamente por los nucleamientos del proletariado fabril ni siquiera por los asalariados en su totalidad. Menos aún en este momento histórico, donde por ejemplo nuestro continente tiene enormes contingentes de desocupados, excluidos, superexplotados y semiocupados. Donde las estadísticas nos dicen que más de la mitad de sus habitantes están en la pobreza o por debajo de la línea de pobreza o indigentes.”

Es preciso pensar en la construcción, como herramienta estratégica básica, de un frente de clases oprimidas que procure tener como núcleo central a la clase trabajadora (o un sector de ella) pero que incluya además y en igualdad de derechos a los trabajadores rurales, campesinos, a la gran diversidad de trabajadores por cuenta propia – sector progresivamente engrosado por la crisis y las respuestas del sistema ante los cambios tecnológicos –, a los marginados que reclaman trabajo, al estudiantado y diversas y nuevas expresiones autogestivas populares. Creemos en principio que hay que agregar aquí reivindicaciones por derechos de distintos sectores, tales como el movimiento negro, indígena, feminista y otros derechos humanos. Y considerar especialmente, desde determinado ángulo, la problemática ecologista. Sin dejar de tener presente a la clase trabajadora, especialmente sus valores antagónicos, globalmente el “sujeto” sería entonces el espectro de clases oprimidas. Como lo afirma el documento: “El frente de clases oprimidas a que hacemos referencia se constituye como una red de relaciones permanentes, ligadas programáticamente, de la multiplicidad de organizaciones de base capaces de expresar en la lucha los intereses inmediatos de estos sectores sociales y de desarrollarlos y profundizarlos en el sentido de metas y orientaciones de tipo transformador, de constituirlos en fuerzas sociales de gravitación efectiva.

Esto se traduce en un trabajo de la organización en una variedad de problemas: luchas por la vivienda, contra los desalojos, por la defensa de fuentes de trabajo, apoyo a luchas obreras, por tierra, por techo, defensa de conquistas y derechos humanos, la salud y la enseñanza, la Previsión Social, los jóvenes, las expresiones autogestionarias, étnicas, etc. Las formas organizativas para poder abarcar un proceso de trabajo militante tan variado es todo un tema y ya hay cierto consenso en su aspecto básico. Como hemos dicho ubicar el tema, hacer una primaria definición de las clases (no vistas solamente desde el reduccionismo económico, sino incorporándoles los factores políticos y especialmente ideológicos que sean pertinentes) no implica que no se hagan las prioridades que nuestra actual situación, evaluación y fuerza aconseja.

FC – ¿Podría decirse, en este sentido, que el llamado modelo neoliberal produjo más y distintos lugares en función de sus efectos en el campo social?

JCM – La Fragmentación y la nueva pobreza.

Sí, realizó su producción específica en los efectos que arrojó al campo de las relaciones sociales, mucho vinculado al mundo de la pobreza, de los de abajo. Pensamos que hasta procuró, vía de la producción de técnicas y mecanismos de poder, un nuevo disciplinamiento tendente a que el universo sumido en la pobreza adoptara comportamientos que lo resignaran e insertaran en esta miserable realidad social.

El título que precede a estas consideraciones se corresponde con apuntes que fueron considerados en congreso de FAU alrededor de 1998. Pese a los cambios de la actual coyuntura nos parecen altamente sugerentes de varios temas. En este documento, que tiene el propósito de reflexionar sobre nuevas situaciones, hay interrogantes planteadas y la presunción de que determinadas dinámicas podrían llegar a desplegarse más y que tendríamos que hacer el esfuerzo de hacer conciencia sobre ello.

La actual coyuntura mundial y todos sus efectos económicos, políticos y sociales que hoy regala a nuestra América Latina y al mundo en general no invalidan las consideraciones de aquel congreso. Todo hace prever que todavía la llamada crisis no se sabe a ciencia cierta hasta donde llegará y que para los pobres del mundo, ahora incluido un alto porcentaje de los trabajadores de los países altamente industrializados, la situación empeorará un poco más.

Transcribiremos los referidos apuntes en el entendido que siguen siendo útiles en la procura de ubicar situaciones y procesos que están en curso. No es un material acabado, es simplemente unos primeros apuntes para reflexionar sobre cuestiones que se venían conversando de tiempo atrás y que se buscó ordenarlas un poco más. Veamos:

“En esta etapa el capitalismo ha logrado una globalización sin precedentes. Ha extendido su política neoliberal a gran parte del planeta. Sus organismos internacionales actúan con coherencia aplastante. Han logrado colorear con una cultura aún más individualista esa gran parte del mundo.

Pero, y esto es lo maravilloso, mientras todos estos mecanismos fundamentales funcionan aceitadamente, con cohesión, en beneficio de un grupo reducido de poderosos, al mismo tiempo producen un efecto de fragmentación hacia abajo. Se fragmenta el mundo del trabajo, los lazos solidarios, la vida social, la propia situación de los pobres.

Y de la mano de esto viene un fenómeno de exclusión de multitudes, de poblaciones sobrantes, la gran y despiadada lucha por la sobrevivencia, de lo que se podría designar como ‘nueva pobreza’.

Una ‘nueva pobreza’ desesperanzada, donde la perspectiva de trabajo se pierde en el horizonte, para la que se toma imperioso lograr el pan a cualquier costo. O hasta el consumo de objetos menos perentorios, tan propagandeados y para ellos tan negados. ‘Nueva pobreza’ que ve al que tiene mucho, algo, poco o muy poco, como objeto desde el que hay que obtener alguna pizca de lo que precisa.

Es una ‘Nueva pobreza’ y es una ‘Nueva miseria’, pues el volumen es mayor que nunca en la historia y lo que le falta, dada cuenta de los adelantos habidos, es más que nunca también. Los
“miserables” como nuevos personajes escapados de las páginas de Víctor Hugo, están obligados a contemplar la opulencia, la corrupción, el lujo, todo lo que la sociedad de consumo ofrece sin poder acceder a nada o casi nada.

Y hasta queda marcada la diferencia con los que tienen la seguridad de un trabajo diario, que comen todos los días y que pueden que sus hijos crezcan teniendo lo imprescindible.

¿Este conjunto de cosas no producirá más odio, mas sentimiento de ultraje y postergación, no caerá ahí como grotesca burla la palabra justicia sea dicha de donde sea?

Por aquí y por allá aparecen menciones de un fenómeno nuevo. Está formulado fragmentariamente y muy superficialmente. ¿Estaríamos en un momento histórico en que hay ya una guerra sorda del mundo de la ‘nueva pobreza y miseria’ contra los pudientes de arriba y hasta aquellos de abajo que son vistos como pudientes?

Problemática esta en que sectores de los de abajo ya no tienen como referencia la ideología obrera y están produciendo otra. Puede ser el caso de marginados totales y de campesinos que viven en la más grande miseria, también indígenas campesinos con la diferencia que estos incorporan su visión del mundo provenientes de culturas milenarias. ¿Qué podría articular en este universo la ideología obrera?

¿No guarda relación con gran parte de lo mencionado esa política llamada de ‘Seguridad Ciudadana’. Esa política que ayudada por los medios, establecen que cada ‘miserable’ es un enemigo común? ¿No están pretendiendo (¿y logrando?) que avance una alianza tácita de la policía (del sistema) con los que tienen algo? Aunque ese algo sea solo un trabajo seguro y bien remunerado. ¿No estaremos haciendo trinchera común, a veces de manera sutil, en la lucha contra los ‘miserables’, que para su supervivencia y reproducción el sistema lleva adelante en esta etapa? Muchas reflexiones nos sugieren esta nueva situación.

El mundo se llena de cárceles. En todos lados se abren nuevas cárceles. Y habrá más y más presos y la ‘nueva pobreza’ aumentará su vínculo con este mundo. ¿Se tecnificará más así buen parte de la ‘nueva pobreza’ para esta guerra?

Nuestra América Latina, en la realidad, tiene más de la mitad de su población en la pobreza. Y esta situación, en la estructura vigente, no mejorará en los años siguientes, puede empeorar. Así lo dicen las mismas cifras oficiales.

En muchos lugares se experimenta con una mayor rotación del trabajo del hambre para evitar así que la persona entre en el ámbito del mundo ‘miserable’ y hostil.

Y surgen levantamientos de poblaciones expresando, a veces confusamente, su bronca, su ‘incomodidad’ con la marginación miserable. Campesinos, desocupados, indígenas.

Están esas expresiones ahí: en Argentina, Brasil, Perú, Ecuador, Méjico, Bolivia. Justamente en Bolivia la chispa fue un movimiento por el agua, un elemento movilizador nada ortodoxo. Y esa movilización general impulsada por los más pobres se da en el país más pobre del continente.

Quizás el vector rebelde, con violencia para el cambio, vaya viniendo de una parte de este mundo de los oprimidos al máximo.

Los ‘miserables’ y su pelea y ese sentimiento de revalorización de los Derechos Humanos y de ciertos valores obreros son quizás los ejes centrales del momento. En el plano ideológico, como se estableció en la estrategia general, reafirmamos los valores del trabajo, la ideología que produjo y produce el mundo del trabajo en condiciones de opresión y explotación. Ella es una orientación para la tarea militante lo que no quiere decir que la encontremos en amplios ámbitos del movimiento popular ni tampoco, cuando haya elementos de ella, en estado claro.

Digámoslo de paso, un movimiento para poder tener lectura y actuar en consecuencia con estos fenómenos fuertes, tiene que tener su preparación espiritual. Es decir una comprensión y nociones que van más allá de la lectura sobre ellos. Ciertos niveles de experiencia en el colectivo.

Regresando a la temática de la fragmentación, agreguemos que se visualiza con facilidad en las internas de las instituciones políticas sociales. Pero también puede visualizarse en campos menos institucionales. Muchas veces vinculada a la variada oferta ‘inofensiva’ cultural que el sistema regala o permite.

A su vez, parece haber aumentado la tendencia general, en muchos medios, de ver e interesarse sólo por el aspecto parcial. El chacrismo se abraza con esta fragmentación perversa e interesada.

Tenemos la impresión que algunas prácticas, además de la influencia cultural del medio, se deben a malas lecturas, con torsiones ideológicas falladas, hechas de materiales de investigación y reflexión que mucho aportan. Estas torsiones, entre otras cosas, llevan a sobredimensionar lo específico y casi a darle un carácter de auto suficiente a cuestiones parciales.

Es cierto, hay una parte en esto que es una reacción legítima frente a las totalidades y globalidades vacías, que no se fundamentaban en los elementos específicos que supuestamente la componían, esas que crearon muchos dogmas y teorías ‘científicas’ carentes de consistencia.

Pero no puede pensarse en la eficacia de elementos parciales, que tanto se plantean, la mayoría de las veces con la mejor voluntad, altemativistas, tecnicistas y afines, cuando estamos frente a un sistema de dominación y explotación, ante un aparato represivo global, ante un modelo neoliberal generalizado, ante un aparato ideológico de gran penetración. Esas especificidades-parciales así entendidas se emparentan finalmente con la ideología del viejo Vizcaya: ‘Consérvate en el rincón [...]’. También, a veces, sirven para salvar la conciencia del purgatorio.

Emparentado con lo que dijimos mas arriba, parecen haber crecido rasgos del más crudo individualismo, con iras y conflictos que circulan más a nivel de la población, y entre iguales, que hacia arriba.

Tenemos entonces, aquí junto a los fenómenos nuevos, que tanto el aparato ideológico del sistema al que se une un profundo liberal-reformismo de ‘izquierda’ alientan, un determinado no se puede, o hace algo pero dentro de lo ‘educado’ o lo ‘nuevo’ de reciente fabricación y admisión. Todo dentro de un perímetro que no incluye ‘miserables’ y confrontadores.

Esto en ciertas sensibilidades parece generar cierto desaliento, confusión, frustración, desesperación, y finalmente ganas de hacer solo la suya.

Obviamente estos y otros factores afectan valores solidarios, colectivos, perspectivas del mañana, esfuerzos en pos de algo que hoy no está, y alienta lo individual, el chacrismo, la falta de respeto por el otro, el momentismo. ¿También complicidad con el sistema?

Hay un torrente ideológico que inunda un vasto campo. Que muchas veces ni deja pensar adecuadamente. Como antes se decía: ‘hay que ir separando la paja del trigo’ y no resultará tarea sencilla pero sí imprescindible.”

FC – Sé que usted estuvo bastante implicado en recientes discusiones sobre poder popular. ¿Podría explicarme, para usted, qué es el poder popular y por qué esta estrategia para el movimiento popular es importante? Creo que en Uruguay las cosas deban ser como en Brasil, en que otros diversos sectores utilizan también el concepto de poder popular, cada uno para referirse a una cosa distinta: algunos con estrategias más parecidas a las nuestras y otras con propuestas vanguardistas o diametralmente opuestas. ¿Cómo hacer para defender el poder popular y diferenciar nuestra propuesta de las autoritarias? ¿Podría explicarnos su concepción de poder popular dentro de los marcos de la estrategia y del programa?

JCM – Estrategia general.

Para irnos arrimando al concepto de poder popular nos parecen útiles previamente unas puntualizaciones generales de materiales que fueron elaborados por la organización en 1970. Haremos pequeños ajustes, lo imprescindible, porque nos parecen suficientemente claros en lo que plantea y son capaces de enriquecer cualquier debate. Veamos.

“La actividad de una organización política supone una previsión del devenir posible de los acontecimientos durante un lapso más o menos prolongado, previsión que incluye la línea de acción a adoptar por la organización ante esos acontecimientos de manera de influir sobre ellos en el sentido más eficaz y adecuado.

A estas previsiones es a lo que se le llama línea estratégica. Una línea estratégica es, habitualmente, válida mientras perdura la situación general a la cual corresponde (por ej.: la estrategia de lucha prolongada, de creación de las condiciones y el desarrollo de acciones de lucha armada en el marco del proceso de deterioro económico-social con su previsible derivación de endurecimiento de las luchas).

Naturalmente si la situación general experimentara cambios muy importantes, estos alterarían las condiciones dentro de las cuales tiene que operar la organización y ésta, si quiere actuar con eficacia, tendría que revisar su estrategia para adecuarla a la nueva situación.

Obsérvese que todo esto no implica modificar los objetivos perseguidos, los fines, ni los principios ideológicos. La estrategia se mantiene en un plano más modesto, pero decisivo, que tiene que ver con la operatividad, la práctica política de la organización.

Cabe esta puntualización pues frecuentemente, hay quienes tienden a convertir en ‘principios’ lo que sólo son y pueden ser formulaciones estratégicas, válidas en la medida en que se adecuan, en que son eficaces para operar en una situación dada. Pero que pueden llegar a ser peligrosas en la medida en que se las quiera convertir en dogmas de aplicación y utilidad universal.

En estas extensiones arbitrarias y dogmáticas de la validez de experiencias estratégicas, se han generado interminables discusiones en torno a lo que podríamos llamar ‘falsos problemas’ [...] A veces estas cuestiones han animado por años discusiones en que los diversos ‘argumentos’ han sido repetidos y desmenuzados con minuciosidad. Y a medida que se han desarrollado estas discusiones han ido creando rigidez en las posiciones, les han ido dando una trascendencia que no merecían, han vuelto un problema de principios lo que sólo era un problema estratégico. Haciendo perder de vista que el único método adecuado de resolver estas cuestiones es remitirse al análisis de la situación concreta (económico, social, política) dentro de la cual se ha de actuar.

La situación, la realidad social (que se da en forma dinámica, en forma de situaciones cambiantes y sucesivas) es el único ‘juez’ idóneo para decidir esas controversias.

Pero la estrategia proporciona sólo lineamientos generales para un período. Es la táctica lo que la encarna en la realidad concreta, actual, lo que la traduce a hechos.

Las opciones tácticas, en la medida en que responden a problemas más precisos, concretos e inmediatos, pueden ser más variadas, más flexibles. Sin embargo no pueden estar en contradicción con la estrategia.

Una concepción estratégico-táctica adecuada tiene que tener en cuenta, como dijimos, la situación real del período para el cual se prevé. Pero con eso no basta. Los hechos, la práctica, la experiencia ‘pura’ no bastan. Es más. La experiencia ‘pura’ no existe.

Toda organización que actúe políticamente llega a una concepción estratégico-táctica a partir de ciertos presupuestos (implícitos o explícitos) que son ideológicos, teóricos.

No puede existir una estrategia apolítica, neutral ideológicamente. Ni existe la posibilidad de deducirla de un análisis presuntamente ‘objetivo’, aséptico ideológicamente. Quienes confían en la posibilidad de este análisis, de una definición carente de orientación ideológica, se limitan, casi siempre, a aceptar como nivel máximo de desarrollo ‘político’ el que puede derivar del desarrollo espontáneo. Se suple la ideología con concepciones emanadas del mero ‘sentido común’, penetrado siempre de manea inevitable por las ‘comunes’ ideas y creencias difundidas por los grupos sociales dominantes. La única forma de superar estas ideas y creencias ‘comunes’ es enfrentarlas con un conjunto orgánicamente estructurado y lo más amplio posible de posiciones, con una ideología. Esta constituye un motor esencial de la acción política y un componente inevitable de toda estrategia.

Toda práctica política supone móviles determinados y un sentido que sólo se hacen claramente discernibles en la medida en que se explicitan y organizan como ideología.

Aquí también caben algunas puntualizaciones, Ha sido y bastante frecuente, que por tales se entienden esquemas de actualidad, traslados de otras realidades de manera más o menos mecánica y, por ello, pueden operar como una especie de sustituto del conjunto real que tenemos enfrente, de la verdadera realidad social. Durante muchísimo tiempo (y hay muchos que siguen en eso) se han trazado líneas estratégicas y tácticas no en base al análisis cuidadoso de la realidad nuestra, sino en base a lo que ‘fulano’ o ‘mengano’ dijeron, habitualmente a propósito de situaciones planteadas en regiones distantes y distintas […].

En América Latina esa manera de proceder de acuerdo a ‘modelos’ pre-fabricados ha hecho destrozos. Incluso, muchas veces, la mera información, un trabajo descriptivo de rigor, sobre las condiciones y circunstancias locales o regionales tropieza con grandes obstáculos.

En esa situación, la ‘copia’, el traslado mecánico de ‘recetas’ de eficacia probada por la experiencia [...] ajena se vuelve un expediente rápido y atractivamente ‘fácil’.

La reincidencia persistente en estas modalidades, especialmente en ciertos sectores de la pequeña burguesía culta, ha generado, por reacción explicable pero errónea, un criterio de subestimación de lo ideológico, considerado como ‘teoría’ prescindible.

Superar ese criterio es tarea de ahora. De esto hay que partir. Y avanzar en el camino del conocimiento y elaboración teórica más eficaces como fundamento, cada vez más firme de una línea estratégica-táctica ya definida.”

El concepto de “estrategia en sentido estricto” ¿Porqué?

Se había llegado a la conclusión en discusiones congresales que los conceptos de Estrategia general y táctica dejaba una especie de vacío en el medio. Vale decir que había cuestiones que si bien no correspondían a la Estrategia General, tampoco entraban en el terreno de la Táctica. De ahí surge como definición provisoria para este concepto “mediador”: Estrategia en sentido estricto.

Tenemos entonces, reiterando, que a este concepto lo situamos en medio de la Estrategia General y la Táctica. Le asignábamos la facultad de hacer un diseño general pero en el plano de un acercamiento mayor a la acción social-política. Vale decir que este concepto de estrategia en sentido estricto comprende en su interior los lineamientos generales ya establecidos en diferentes campos pero oficia de herramienta para un mayor acercamiento a la realidad social. Significa que no vamos a operar en esa realidad en forma pragmática o solamente empírica. Pero tampoco en la limitada dimensión táctica.

Por otra parte es quien nutre de orientación coyuntural al Programa de trabajo para un periodo. Tal vez convenga, entonces, repasar lo relativo a Programa.

Sobre el programa

Hemos dicho que al programa “lo situamos específica y concretamente en el campo de las prácticas sociales. En el campo que se expresan las tensiones y luchas sociales”. El programa recogerá la evaluación que se realice acerca de la etapa en la que está el sistema en el lugar de análisis y ubicando el espacio de acción existente desplegará su trabajo. El programa comprenderá “la orientación del conjunto de nuestra acción para un periodo”. Se trata de no ir haciendo lo que salga, ni estimar aisladamente cada cosa que aparece, ni desanimarse por que el avance no es inmediatamente visible. Se trataría sí, de fijar objetivos y avanzar hacia ellos. De escoger acción y establecer prioridades en función de esos objetivos. Lo dicho implica, claro está que habrá actividades que no encararemos, hechos en los que no estaremos. Ellos pueden ser importantes y hasta espectaculares, pero, no cuentan si no encajan en los propósitos para la etapa de nuestro programa. En otros casos estaremos en minoría absoluta o con grandes complicaciones en actividades que condicen con nuestros objetivos. Elegir lo que más nos guste o menos complicaciones nos trae no es una política correcta. Por ejemplo, las diversas luchas, experiencias, reivindicaciones, por mejoras o defensa de conquistas que lleva adelante la población deben contar con nosotros. Obviamente más aquellas de tono combativo y adecuado sentido social. Pero, solamente con estar no alcanza. Hay que estar con una “intención”. Como se ha dicho en el Congreso, por la gran movilidad de la situación social es conveniente establecer programas de corto aliento que no tengan contradicción con lo pensado para el mediano plazo y mucho menos con los objetivos centrales y de largo plazo. Es igualmente imprescindible manejarse con tiempos. No resulta posible evaluar la eficacia de un trabajo en términos de meses o un año. Hay tareas que van dando sus frutos en términos de cierto tiempo. Las cosas hechas en perspectiva muy corta, solamente puntual, dejan poco o nada de saldo. Una acumulación político-social es tarea compleja y depende de múltiples factores. Se combinan en el tiempo aciertos y errores, correcciones y reiteraciones. Para cierta cultura que anda en la sociedad podemos agregar que, creatividad no es cambiar de onda a cada rato sino “inventar” y refrescar en el marco de un objetivo y de una tarea metódica que mantenga regularidad. Una cosa es creación y otra inestabilidad. Un proyecto de cierto tiempo requiere perseverancia, regularidad y cierta estabilidad. Y esto de regularidad hay que recalcarlo, lo trascendente es el trabajo de todos los días. La continuidad en una estrategia diagramada donde las distintas tareas sean finalmente convergentes. El puntualismo, la tarea episódica como política no conduce a ningún puerto.

¿Se puede pensar un tiempo para nuestro programa en este momento?

El programa deberá evaluar constantemente nuestra fuerza energética. Cual es nuestra capacidad militante. La distribución del esfuerzo será en función de esa capacidad. Claro está que, antes que nada, todos los objetivos fijados deben guardar relación con la aludida capacidad. El programa no comprende solo el ordenamiento del trabajo hacia afuera, implica necesariamente hacer lo mismo hacia adentro. Hay que articular los tiempos y las actividades en esos dos planos de manera sistemática. Descuidar la tarea en cualquiera de los dos planos nos trae de la mano una hipertrofia particularmente delicada. Hay que cuidar que el conjunto de la actividad marche coherentemente.

Que la organización específica no quede desatendida. El “recipiente” que recoge los frutos del trabajo militante es la organización específica, la organización política. Ella aúna los esfuerzos y da continuidad y sentido a la acción. Es la custodia de una finalidad de cambio. Impulsa el crecimiento de conciencia combativa y transformadora en la población y va sufriendo su propia transformación en el marco de esa tarea. Si nuestra fuerza y presencia hacia afuera crece, precisamos al mismo tiempo una organización específica con la fuerza correspondiente a lo que se incide en el campo de las relaciones sociales.

Las formas organizativas para poder abarcar un proceso de trabajo militante tan variado es todo un tema y el requiere de un balance de nuestras fuerzas en el marco de la estrategia y proyecto adoptado. Proyecto que puede ser para un periodo relativamente corto o mediano.

Etapa de resistencia

Las condiciones social-políticas e ideológicas parecen indicar que no se vive una etapa revolucionaria, ni siquiera de acumulación combativa. Cambios de fondo en el corto y mediano plazo quedan desplazados del horizonte. Importa precisar esto no para hacer una discusión teórico-abstracta sino para articular nuestro quehacer hoy. En esta perspectiva “teoría-práctica” es que establecemos que la nuestra es una etapa de resistencia. Es de aclarar que cuando establecemos esta línea general no dejamos de tener en cuenta la lucha armada de la legendaria guerrilla colombiana ni a ese creativo y vigoroso movimiento zapatista de claros enunciados revolucionarios de nuevo signo.

Decía un documento nuestro: “Resistencia, entonces, para esta etapa. Para fortalecer luchas, para levantar el ánimo, para recrear la confianza en las propias fuerzas, para pensar en un mañana justo, para crear una alternativa colectiva, para combatir el individualismo y el derrotismo, para rescatar la solidaridad, para generar nuevas posibilidades revolucionarias”. Tenemos que trabajar para que el conjunto de las prácticas se inscriban con coherencia en el plano establecido. Es decir, que no coexistan, por inercia del pasado, prácticas social-políticas en consonancia con otro momento de la sociedad junto a las correspondientes a este momento histórico. El desfazamiento puede acarrear confusión y hacemos rebotar en el medio social. Una misma finalidad de intención revolucionaria no implica repetirse. Es más no debe hacer calco de singulares situaciones sociales anteriores.

¿Porqué una estrategia de Poder Popular? ¿Y cual Poder?

Entremos ya, a esta altura corresponde, a responder la pregunta de porque creemos que la estrategia de poder popular es importante para el movimiento popular. Aquí diríamos que es importante tanto para el movimiento popular como para la organización política anarquista.

Nuestra idea libertaria de poder popular está emparentada con aquellos criterios teórico-políticos que con tanta lucidez, previendo todo un futuro, dijera Bakunin en su momento. Sin la destrucción del Estado capitalista y la acción participativa popular no visualizaba posibilidades de ruptura y de la creación de una nueva civilización que es como muchas veces ellos llamaban al mundo nuevo que concebían. Decía cosas como la siguiente:

“La Libre Organización Seguirá a la Abolición del Estado.

La sociedad podrá y deberá empezar su propia reorganización que, sin embargo, no debe efectuarse de arriba abajo, ni de acuerdo con algún plan ideal proyectado por unos pocos sabios o filósofos, ni mediante decretos promulgados por algún poder dictatorial, o incluso por una Asamblea Nacional u elegida por sufragio universal. Tal sistema, como ya se ha dicho, llevaría inevitablemente a la formación de una aristocracia gubernamental, es decir, a una clase de personas que nada tiene en común con las masas del pueblo; y esta clase volvería con toda certeza a explotar y someter a las masas bajo el pretexto del bienestar común o de la salvación del Estado [...]. En efecto, ¿qué vemos en la Historia? Que el Estado ha sido siempre el patrimonio de una clase privilegiada”.

Desde el presente pero cambiando desde otras prácticas y otra lógica

Es cierto el tránsito hacia una sociedad distinta lo debemos hacer dentro de este sistema. Pero la experiencia vivida indica que hay medios, orientaciones, uso de instrumentos, utilización de instituciones, formas de organización de actividades sociales, que deben ser desechados si es que queremos ir conformando fuerzas sociales capaces de producir verdaderamente cambios en los contenidos y formas de la organización social. Es alternativa imprescindible si queremos ir construyendo una sociedad distinta, con miras a conformar un modo distinto para el conjunto de las relaciones sociales que componen una sociedad.

Hay una larga experiencia de tratar de elegir caminos cortos, estatales básicamente, por parte del socialismo y de movimientos que postularon superar el capitalismo. Todo ello a nombre del realismo, de la necesidad de ver con pragmatismo el trayecto hacia el cambio, de elegir supuestas rutas donde, según ellos, se pueden hibridar a nuestro favor aspiraciones de cambio con los mecanismos de reproducción del sistema. Nos estaban diciendo que podemos estar adentro de esos mismos circuitos de poder que se fueron constituyendo históricamente para asegurar una mayor eficacia a la dominación y que desde allí, trabajando y produciendo política en ellos, podemos ir haciendo cambios que ahoguen ese mismo canal dominante en el que estamos insertos y brevamos diariamente. Como lógica es bastante pobre.

Lo que demuestra la historia, también producciones teóricas de rigor, es que esos dispositivos de poder absorben, hacen funcional lo que entra en su circulación. También queda claro que con la lógica del sistema no se pueden pensar problemas contrarios a él.

Todos esos mecanismos, todo ese conjunto institucional no está vacío, es más, está lleno. Lleno de producciones constantes a favor de mantener, reproducir y recrear este tipo de orden social. No parece, de manera alguna, ser de buena estrategia elegir aquellas vías, aquellos lugares y trayectos que tienen dueño y simultáneamente el poder de imprimir su sello a lo que allí entra.

“La sociedad podrá y deberá empezar su propia reorganización”, nos decía Bakunin en el material que insertamos más arriba. Sí, es de destacar, que hay un conjunto de actividades que pueden y deben ser realizadas desde ya en el seno de las sociedades capitalistas. Actividades sociales y políticas que permiten un ejercicio de participación y resolución de problemas a la población. Ellas producen, al mismo tiempo, nociones y experiencias que hacen al crecimiento de la conciencia y a la confianza en las propias fuerzas.

Mayores serán las posibilidades de formas de organización hacia el auténtico socialismo cuanto más se haya desarrollado la participación popular en la etapa previa a transformaciones de fondo.

No obstante tenemos presente algo que parece tener fundamento: que la desestructuración de un sistema va abriendo nuevas posibilidades, hace surgir nuevas combinaciones. Las nuevas que no estaban en el orden anterior. De ahí que no pueden verse los límites solamente con una mirada preñada del horizonte que hoy tenemos frente a nuestros ojos. Ante ciertos cambios han de surgir posibilidades que no podían ser imaginadas en la situación anterior. Hay situaciones que producidas por un proceso de ruptura, generan discontinuidad con parte de lo existente y un nuevo escenario. Eso sí, no son “saltos” mágicos, guardan su relación con lo que lo precede. Pero también es de destacar que esas posibles situaciones no nos pueden tomar de sorpresa como organización política y que tendríamos que estar técnicamente preparados para tales eventos si se dieran.

Poder popular y ruptura

Asegurar la viabilidad de implantación del poder popular, tal cual lo hemos definido desde nuestra óptica libertaria, está relacionado estratégicamente con una definición determinada de la ruptura revolucionaria. Esta definición constituye uno de los núcleos fundamentales de debate estratégico de la izquierda latinoamericana hoy día. Pues existen planteos que no apuntan al empoderamiento del pueblo sino a buscar su adhesión y canalizar su energía combativa y deseos de cambio hacia los derroteros clásicos, vale decir a lo institucional del sistema de dominación.

De la autonomía que tenga ese proceso de poder popular depende justamente tanto el curso que pueda seguir el proceso revolucionario como las características concretas que asuman las acciones de enfrentamiento al sistema. En ese sentido concebimos la tarea como una acumulación efectiva del pueblo creando instancias organizativas que le son propias, nuevas formas instituciones independientes, nuevos mecanismos, que hagan posible finalmente la ruptura revolucionaria en términos de un desenlace popular.

No caben dudas, la historia lo está señalando, que las posibilidades de construcción socialista se fortifican en proporción a la participación popular y se debilitan si los eventos de rebelión son concebidos exclusivamente desde un punto de vista que tiende a cambios copulares dentro de la misma estructura de dominación.

Nos hacemos cargo, lo dicho cumple un propósito preciso y muy general, pero necesario para clarificar una orientación de trabajo militante. Otro tema es como veremos planteado y en la propia actividad social-política esta situación de poder popular en las formaciones concretas de nuestra América Latina hoy.

El protagonismo de los de abajo y su poder.

Hemos definido el poder como la capacidad de realizar no como represión. En este caso concreto, para graficarlo, la capacidad de un pueblo para realizar sus diversos intereses y darse una forma de organización que se asiente sobre otras bases, sobre otros valores a los existentes. Que aseguren ellos, solidaridad, libertad y justicia en términos de autenticidad.

El poder así definido, por más que lo concebimos funcionando en sociedades complejas y de niveles tecnológicos nada simples, no lo igualamos en ningún instante al concepto, gobierno. Haremos algunos ejemplos a los efectos de que la idea quede más clara. El poder reside en el control sobre los medios de producción de bienes (fábricas, campos, minas, etc.), en los medios masivos de comunicación (diarios, radios, canales de televisión, informática en general), en los servicios (transporte, energía, obras sanitarias, comunicaciones, etc.), en los mecanismos concentrados de decisión (investigaciones, labor científica), y en los resortes correspondientes al nivel político, en los instrumentos “jurídicos” que se establezcan colectivamente, en las estructuras ideológicas, en los planes de estudio, en las distintas manifestaciones culturales.

Este control es del colectivo-pueblo a través de los órganos e instituciones que durante el proceso y en el instante de asumir poder se hayan desarrollado. De cómo se haya articulado ese arriba y ese abajo del que nos habla Bakunin y que está exento de autoritarismo y jerarquía.

Seguramente que no es el fin de la historia y menos que cese la lucha ideológica y quizás alguna más. Allí habrá muchos fantasmas del pasado, un poder capilar, diseminado a través de toda la sociedad, que puede tener la capacidad de reproducir valores e instituciones del sistema. Además estarán amartillados todos los circuitos afectados en esa primera etapa de cambio profundo.

La naturaleza compleja de poder obliga a adoptar lineamientos estratégicos igualmente complejos. Frente a una estrategia de poder establecido destinada a perpetuarlo, hay que oponer una estrategia de las clases oprimidas destinada a construir un poder popular que asegure un mejor y justo funcionamiento de la sociedad toda. La concreción de poder popular requiere la preparación de las organizaciones de las clases oprimidas destinadas a asumirlo y la consubstanciación de estas organizaciones con el rol que les corresponde desempeñar, pues edificar el poder popular no significa que los elementos constitutivos del poder sean conquistados por la fuerza social-política de los oprimidos y que inmediatamente a la labor de ruptura no funciones el conjunto de las necesidades sociales.

Por ende, no se trata simplemente de arrebatar a las clases dominantes el actual poder global centralizado sino de difundirlo, descentralizarlo en los organismos populares, de transformarlo en otra cosa. De transformarlo en una nueva estructura político-social.

El poder popular ejercido por los trabajadores y el pueblo con organismos por ellos controlados, ampliamente democráticos y participativos, serán los que asumen tal control, apropiándose de las funciones tutelares ejercidas desde la esfera estatal. Por eso es que una estrategia de poder popular debe tener como premisa esencial la construcción de esos organismos y ésta es una tarea política clave que desde ya debiera estar jugando un rol de primera línea en la determinación de si el futuro revolucionario será socialista y libertario o no. Por eso que la derrota del orden capitalista y autoritario, de un auténtico poder popular, se está jugando todos los días, en relación a como se orienta y concreta el trabajo político y social permanentemente.

Así las cosas, crear o recrear, fortalecer y consolidar las organizaciones obrero-populares, del conjunto de los oprimidos y defender su protagonismo es ir fecundando, paso a paso, el único socialismo posible. Un socialismo en libertad, donde todos los adelantos técnicos-científicos que hoy conocemos sean puestos al servicio de un mejor funcionamiento social que beneficie al ser humano, al pueblo todo.

Enseñanzas del capitalismo y la causa de los de abajo

Especialmente este último siglo de capitalismo y luchas de los pueblos dejaron mucho material para la reflexión y estudio. Nos fueron enseñando que el sistema tiene una capacidad muy grande de desarrollo y de sortear sus dificultades o de digerir sus luchas intestinas; que esas prácticas sinuosas no le originan crisis de profundidad, que hasta pueden que sean elementos constitutivos que le dan vida, que aseguran su despliegue, sus cambios en las rotaciones de poder dominante incluso a nivel imperial. Todo parece indicar que un sistema así no se suicida. También de que no puede esperarse que su proceso interno nos facilite la tarea, de que tal proceso cree elementos para la llegada del socialismo. Toda su estrategia de existencia es contraria a las bases que necesita una sociedad de otro tipo de relaciones sociales como la pensada en términos de socialismo. Y nosotros pensamos el poder popular en términos de socialismo libertario.

Los dispositivos, los mecanismos, las instituciones, los hábitos, los comportamientos, las ideas con que inunda la vida social, la misma forma de encarar la producción de bienes y servicios, su relación con la naturaleza, exige ponerlos cabeza abajo para posibilitar otra forma de vida social. De este universo social y orgánico no sale ningún producto bueno para los de abajo. Las viejas ideas de progresismo creciente en la medida del desarrollo del capitalismo han sido sepultadas, junto a una serie de paradigmas más, por la historia.

Usamos el concepto “los de abajo” o “pueblo” con un sentido preciso. Nada tiene que ver con esa acepción de “sociedad civil” que hace tabla rasa con las clases y fracciones de clase que en ella existen. Esa “sociedad civil” que excluye las estructuras de poder dominante que por ella circulan y que son también sostén del sistema. Esa “sociedad civil” que iguala distintos intereses mientras secuestra, enmascara, una brutal realidad.

Nuestra obligación política desde ya

De acuerdo con el modelo de sociedad que queremos construir, nuestra acción en el ahora y en el mañana de la transición se da sobre dos ejes interdependientes e indivisibles: el poder popular y la organización específica política. Sobre el primero tal como ya dijimos, todo acto de democracia directa, de participación, toda instancia autogestionaria es un aporte en esa construcción. Pero simultáneamente es importante asumir la lección de la historia de que es imposible llegar a una sociedad de socialismo y libertad, sin una organización política fuerte e inserta en la realidad de nuestro tiempo. La complejidad que reviste un proceso de transformación exige un alto nivel de comprensión de los mecanismos sociales. Obliga a caminar con un proyecto finalista con tal ductilidad que pueda él ser operativo en las más diversas circunstancias coyunturales. Plantearse y resolver problemas, planificar periodos de acción, estar atento a los cambios, estimar las fuerzas propias, las del enemigo y de amigos puntuales. Desarrollar una capacidad de análisis que permita visualizar acontecimientos para poder operar con mayor eficacia en ellos. Trabajar por un desarrollo técnico y político que permita la incidencia pertinente.

Otro camino, otra producción exige el socialismo

Vamos a meternos un poco en rutas pretensiosas. ¿Entonces cual es el camino hoy? Bien puede preguntarse, y es pregunta correcta. Como punto de partida es, parece indicarlo la experiencia histórica de este medio siglo, no entrar en el núcleo duro del sistema con miras al cambio. No elegir los elementos que tienen la fuerza reproductora para crear algo totalmente distinto. Buscar estratégicamente los puntos en que resulta más vulnerable el sistema y donde su control es relativo, algo débil y tiene “virus”, es decir, las reacciones y resistencias que su política opresiva despierta en zonas sociales que no controla totalmente. ¿Esto en concreto que es? Bien puede acertadamente preguntarse. Pues una aún sintética e inicial respuesta nos lleva de la mano a un tema neurálgico. Tema sobre el que solo haremos mención breve.

El sistema no sólo produce reproducción de sus relaciones fundamentales. Al basarse en la dominación y la explotación, la mayor ganancia posible, la competencia despiadada, el individualismo atroz, el mercado como gran dios, la constante represión física o psicológica de los agentes oprimidos, riqueza y poder solo para una clase dominante, un industria “cultural” que trata de meter determinados valores, va al mismo tiempo produciendo, sin proponérselo, otro universo, otra situación. Así aparece por fuera del básico usufructo de bienes y servicios enorme cantidad de población, va sumiendo en la miseria a la mayoría de la humanidad, la va excluyendo en forma progresiva. Ese universo privado de todo (indigencia) o casi todo (pobreza) o que dispone de acceso a muy poco de lo que aspira (clase media baja) está compuesto hoy de cerca del 80% de la población mundial. En este universo se han ido produciendo una cierta cantidad de cambios culturales. Mecanismos de sobrevivencia, formas originales de apoyo mutuo, vivir con formas transitoria de trabajo. En tales condiciones cotidianas de existencia aparecen nuevas técnicas y formas de pensar y sentir. Muchos comportamientos que no son deseados y si combatidos por el sistema. Es un mundo que descree en ciertos discursos, instituciones y prácticas sociales y políticas. Hay grados de recambio en nociones de justicia y derechos, recambios que van tomando distancia de los consagrados. Se va produciendo otro sujeto histórico, tanto en lo personal como colectivo. Está la labor militante cotidiana a que nos hemos referido, pero hay otras de mayor intensidad, más volumen, a la que debemos estar atentos y si es posible prever en nuestros análisis.

Pues, hay momentos que se condensan muchos problemas sociales y surgen respuestas y movilizaciones sociales de distinto signo y fuerza. Son momentos de acción directa que habilitan desarrollo social combativo y política afín a nuestras ideas. De como allí actuemos saldremos más o menos fortalecidos. Abundan ejemplos de levantamientos populares en nuestra América Latina y cauces que ellos abren y que pueden mantenerse y profundizarse o de lo contrario vuelve el sistema a cicatrizarlos.

La fluidez de un camino

El tiempo de los procesos no lo puede decretar sólo la mente. Por eso hemos insistido en hablar de una nueva forma de hacer política, de construir un pueblo fuerte, de articular esas dos instancias en un campo coherente. Importa igualmente que la estrategia (en sus diferentes niveles) y la táctica tengan una relación de recíproca influencia. Pues la táctica debe existir en el seno de la estrategia y esta se realiza a través de ella. Si bien son campos distintos deben estar permanentemente conectados. Queda claro la estrategia marca campos generales, guías de acción, coordenadas fundamentales, la táctica por su parte debe zigzaguear en función de la fluidez de la acción histórica concreta. Pero ese zigzagueo debe hacerlo en determinados marcos y con determinados contenidos de lo contrario no queda comprendida en ningún proyecto de cambio. Son prácticas distintas y no se les puede adjudicar un carácter similar o desconocer lo que tienen de singular cada una, el campo que cada cual abarca con idoneidad. El bajar, termino a término, los principios a la táctica sin las “mediaciones” correspondientes torna el discurso solo declamatorio y puede que de un agradable tono ético. Pero claro está ese no es nuestro propósito.

La construcción de “un pueblo fuerte”, entonces, requiere de un determinado trabajo social regular y una organización política que se articule a ese trabajo. Que tome “oficio” de eso que visto desde lejos se presenta como una trama muy compleja y que no lo es tal cuando uno se tutea con ella, cuando las usamos y combinamos a diario ante diferentes acontecimientos. Se generan los reflejos adecuados para la labor y resulta de allí un artesano idóneo para la acción de intención revolucionaria. Por supuesto, esto implica darle una lucha a muerte a la pereza.

Reiterándonos un poco, pero nos parece conveniente, usaremos el concepto de social para describir actividades como las de sindicatos, cooperativas, trabajo barrial reivindicativo, DD.HH., movimientos indígenas, campesinos, temas generales y puntuales de tipo reivindicativo o por mejoras inmediatas tales como Salud, Vivienda, etc. Por organización política, una instancia de síntesis, que intenta asegurar la continuidad de la estrategia, la elaboración teórica, el desarrollo de instancias técnicas, las orientaciones generales en la coyuntura, dotación de eficacia para las confrontaciones, la visión general sobre las luchas parciales, la ubicación de la estrategia del enemigo en cada momento, el aprendizaje constante de lo que arroje la lucha popular, el propiciar las alianzas que el proceso aconseje. El construir una propuesta de funcionamiento social para el presente, para la sociedad toda, en donde se procese un cambio sin interrupción. Ubicando lo más precisamente posible, en su estado actual, al Estado como estructura política especial del enemigo de clase, toda su capacidad represiva, todas sus instituciones de “perversa fantasía”: elecciones, parlamentos etc. pero teniendo presente al mismo tiempo que el poder dominante no se encuentra solamente ahí, que corre por distintas arterias del cuerpo social.

Ubicamos, así, lo social y lo político como dos planos de acción simultánea y debidamente articulados. Pero cada uno con su independencia relativa, con su propia especificidad. Somos así partidarios de un trabajo simultáneo, dentro de un mismo proyecto: de la organización política libertaria y del trabajo en todo el campo social. Somos partidarios de la construcción del poder popular, como ya lo anunciara la organización en materiales de 1960 en adelante.

Pero debemos decirlo, lo fundamental de este planteo se haya inscripto en los albores mismo de la concepción libertaria del socialismo. La revolución social; el Estado como expresión del enemigo de clase; una sociedad basada en la solidaridad en oposición al egoísmo cruel del capitalismo; el no uso de los mecanismos del sistema: elecciones, parlamentos, el no tomar puestos en el Estado; evitar la institucionalización de los sindicatos. Fueron estas propuestas y prácticas social-políticas las que marcaban un rumbo general para salir del abrazo mortal del sistema, de su telaraña pegajosa, tramposa y por momentos tan atractiva para muchos. Gráficamente solían decirlo en el lenguaje de la época: “no entrar en el corral de ramas del enemigo”.

El arriba y el abajo como campos homogéneos. Desestructuración de lo viejo

Un proceso revolucionario tiene como condición que su dirección sea de abajo hacia arriba y no a la inversa como casi siempre está planteado. De ese abajo y ese arriba al que se refería Bakunin y que no implicaba jerarquía sino instancias organizativas sociales. Desde el pueblo mismo, desde el abajo, de los que sufren el rigor del sistema, desde los que resisten, crean y buscan formas organizativas para defenderse. Esto implica en la militancia una producción de una cultura para su transcurrir en el cambio social propuesto. Implica, digámoslo de paso, también, determinados cambios, internalización del proyecto, ya en el “estilo” y comportamiento militante. Pues, como diría un criollo: con papas es difícil hacer dulce de zapallo.

La tarea de remover lo viejo, desplazarlo, desconstruir su estructura, es tarea diaria y no puntual y episódica. Somos parte en la constitución de una coyuntura y su aprovechamiento depende de lo hayamos hecho antes. Tarea diaria que debe hacerse en el seno de las diversas expresiones populares y procurando la mayor sintonía con inquietudes y urgencias sentidas para que esa condición necesaria de participación popular esté presente. Que no sean prácticas de solitario o de quienes operando al margen de sentimientos populares sólo atinan finalmente a enojarse con el pueblo. No es seguidismo de hábitos impuestos por siglos de construcción de un sujeto para un sistema, es tarea de todos los días, de militar para la desconstrucción en el seno mismo y desde adentro del pueblo. Es el estar atacando estructuras que tienen su genealogía, su despliegue y residen en diferentes “territorios” del sistema.

Una tarea en el marco del territorio enemigo, vinculadas a múltiples resistencias y luchas, la mayoría de ellas reivindicativas o exigiendo mejoras. Pidiendo reformas con respecto a lo existente. Pero como bien decía nuestro teórico Malatesta: el asunto no es ir conquistando mejoras sino con que espíritu, con que telón de fondo se hace. Agregaba que no es lo mismo ir logrando reformas que ser reformista. Lo que se vaya construyendo de poder popular tiene que tener un norte desde el vamos: el socialismo. Sin ese norte no habrá futuro emancipatorio. Ese proceso de construcción de poder popular puede ir arrancando mejoras y no sintoniza con la premisa algo mágica de: “tanto peor, tanto mejor”. O “todo es lo mismo”, lo que pone un velo a ver las especificidades de diferentes procesos que si bien pueden, y así es en el mundo capitalista, tener elementos propios del sistema tienen al mismo tiempo singularidades que establecen espacios particulares que deben ser aprovechados. No es lo mismo el capitalismo en estado de dictadura que de democracia burguesa clásica. Sin emitir jui

cio de valor bien puede decirse que ambas situaciones dejan espacios de acción que resultan diferentes.

¿Por qué estos anarquistas quieren siempre un proceso revolucionario? No es una elección romántica ni nostálgica. Es una elección casi descarnadamente racional. Se asienta en una lógica que este siglo de funcionamiento capitalista nos indica, con un hoy más que elocuente en sus horrores. ¿Qué cosas son tan horribles que nos exigen cambios desde el pié y bien a fondo? Algunos datos pueden ser ilustrativos en relación con nuestras “ocurrencias”. Veamos.

Las trasnacionales el neoliberalismo y el poder imperial.

Vamos a tomar datos que no pueden ser acusados de “radicales rabiosos”. Sin duda, sobre este tema, resulta de interés el balance que se ha hecho en la Contracumbre de Viena este año, no hace mucho: “Las corporaciones transnacionales ejercen un poder enorme en el mundo – un poder que afecta la vida de todos. Las transnacionales van por el mundo enfrentando unos contra otros a trabajadores, comunidades, incluso regiones o países enteros, y generando una competencia despiadada donde los derechos humanos terminan viéndose socavados en todas partes. Las transnacionales son actores indiscutidos en la promoción de la ideología neoliberal, compañera de ruta de 'esta globalización'. América Latina y el Caribe son dos de las regiones del mundo que más han sufrido sus consecuencias devastadoras: desempleo y precarización laboral, crecimiento de la pobreza y la marginalidad, destrucción de los sistemas agrícolas en pos del monopolio del agronegocio, violación de los derechos de las poblaciones originarias y campesinas, expoliación de los recursos naturales, privatización de servicios públicos, desindustrialización, achicamiento del espacio de estados y gobiernos para regular sus economías”.

Quienes dieron por muerto al imperialismo no sirven para sepultureros. El imperialismo vive y oprime como nunca. Al tiempo que los Estados de los países más industrializados han multiplicado sus funciones en diversos campos. Es cierto es otra forma de estado capitalista, ha dejado de ocuparse de algunas funciones anteriores y a tomado otras. Es una forma de Estado que guarda correspondencia con esta etapa donde las grandes transnacionales juegan un papel distinto al de la clásica empresa de etapas anteriores. Donde el capital financiero internacional se entrecruza diariamente con el nivel político. Son estructuras, las económicas, jurídico-políticas e ideológicas-culturales que revisten hoy una articulación muy específica.

Nuestra América Latina y la construcción del poder popular

Creo que viene bien mencionar algunos hechos históricos ya que el trabajo es preponderantemente de tipo más o menos teórico.

Hay movilizaciones sociales diversas. Movimientos indígenas con determinadas reclamaciones parciales y generales; lucha armada como por ejemplo en Colombia y Méjico coexistiendo con movimientos sociales; levantamientos populares contra gobiernos y reclamando nacionalizaciones de riquezas naturales contra el saqueo imperial; plebiscitos populares contra decisiones gubernamentales o a favor de determinadas situaciones sociales y políticas; insurrecciones reiteradas como en Bolivia; resistencias que atraviesan fronteras y que se transforman en una sola voz como contra el ALCA; movimientos ecologistas en defensa de esa naturaleza tan maltratada y despedazada por el sistema; descontentos que se expresan en elecciones tradicionales con pueblos votando en contra lo que ya resulta repugnante y sintiendo esperanzas, en grados distintos, esperando la llegada de cosas nuevas, mejores. Elecciones, que en general, pronto defrauda la expectativa chico o grande existente.
Justamente esto vinculado con los procesos y instituciones electorales, que no construyen poder popular directamente igualmente conviene tenerlo presente como dato de una realidad diferente a la de otros momentos históricos.

Lo hemos dicho otras veces, las elecciones pueden también ser tomadas como encuestas que trasuntan descontentos y búsquedas de parte de la población. Donde la propia elección y toda la tecnología política de los de arriba volcada en ella no logran anular cierto estado de conciencia que coyunturalmente tiene una expresión en ese mecanismo de fantasía. Mecanismo electoral que no se corresponde con luchas libradas que apuntaban a otros horizontes, como en los casos de Bolivia por ejemplo. Y donde por momentos quedan cosas altamente mezcladas.

Pese a toda la mediatización que esta encuesta presenta se nota en oportunidades que importantes sectores sociales activos con expresiones organizadas o espontáneas están decididamente a favor de cambios de fondo y por momento juegan una carta fuera de lugar en ese sitio institucional por todo el poder simbólico que presenta aún, en ciertos imaginarios, esta telaraña. Otras veces el rechazo popular a la política gubernamental también dice algo. Por supuesto hay que descontar en todos estos procesos electorales los mecanismos que ponen en juego las alianzas de derecha y centro derecha, el tremendo papel que juegan los medios de comunicación de masas, las multinacionales, la Embajada de Norteamérica y otras.

Sí, lo electoral aparece mezclado con variadas expresiones distintas de construcción de poder popular, de acción directa de los movimientos sociales en la búsqueda de nuevas formas de organización social que contenga otro muy distinto grado de participación popular. Reaccionando contra viejas prácticas. Pero apareciendo en los momentos “oportunos” toda la parafernalia electoral y discursos que mencionan hasta exaltadamente el punto central de los reclamos del pueblo. Y en ese terreno episódico electoral, así viene ocurriendo, se llega a tener preferencia por figuras que verdaderamente en poco o nada lo representan y que rápidamente tratan de desmontar los ingredientes de mayor potencialidad transformadora. Hay todo un mundo simbólico muy perverso que sigue jugando con fuerza y que, muchos elementos indican, por tiempo se proyectará impidiendo cambios auténticos.

Pero no parecen rigurosos los planteos, con mucho de elitismo-vanguardismo, de que poco sirven todas esas expresiones y luchas de poder popular si finalmente terminan en los canales electorales sin logros de importancia.

Los logros deben ubicarse históricamente y en otro campo. En un ritmo quizás no apto para ansiosos irán dando sus frutos: la multiplicación de expresiones de acción directa, de autogestión en diversos campos, de organización de lo popular con formas que no apuntan a institucionalizarse, el descreimiento en ascenso de la clásica democracia burguesa, de la “casta” política y de una forma de hacer política.

Por ejemplo en Bolivia, voltearon a Gonzalo Sánchez de Lozada y vino Carlos Mesa que siguió una política esencialmente semejante, pero el movimiento popular se puso nuevamente en la calle y volteó a Mesa, un indicador que su experiencia organizativa y su conciencia de participación no habían muerto ante la frustración. Lo que no quiere decir que Evo Morales ahora si representa esas exigencias, pero no le queda mucha alternativa de tener una parte de ella en cuenta, pues en ello le va la vida política.

Se ha visto que por estas infames regresiones, promovidas principalmente por partidos designados como progresistas, no mueren las luchas de los abajo, ya tienen raíces de cierta profundidad.

Son tremendas estructuras reaccionarias y propuestas políticas llenas de “nuevas” promesas que le hacen ir escogiendo, a este universo relativamente nuevo que ha ido emergiendo, caminos que a veces lo lleva a los tumbos; caminos provisorios en instancias concretas y tramposas que se presentan y que todavía ellos no terminan de abandonar. Que abandonarán cuando logren conformar su propia propuesta general de nuevas relaciones sociales, cosa que no vendrá de afuera, que se construye del adentro mismo. Y que para plasmarla necesita de una cierta fuerza social- política.

Las luchas por el poder popular, se ha visto en América Latina, empiezan por luchas cotidianas. Los movimientos de masa han tenido por momentos una gran capacidad de acumular fuerzas, en barrios, en comisiones por temas concretos como fue el del agua en Cochabamba, por reclamos de tierras y respeto a su vida comunitario de poblaciones indígenas. Sindicatos obreros y campesinos y movimientos indígenas en algunos momentos aparecieron formando una malla social fuerte, combativa y ganando la calle y levantando consignas que en general ningún partido de izquierda tenía en su agenda.

Son conocidas las diversas expresiones populares con incidencia decisiva de organizaciones sociales han marcado una forma de lucha al sistema en esta década y media. En Argentina, de “que se vayan todos”; tumbaron a dos gobiernos en Bolivia; en Ecuador, tres en los últimos cinco años. Otro en Perú. Formaron parte de primera gravitación en frenar el intento de golpe de derecha en Venezuela.

Hoy mismo está ese levantamiento popular en Honduras. Dicho sea de paso, nos solidarizamos sentidamente con todo lo que tenga de antidictadura esa vigorosa movilización en la que están interviniendo variadas organizaciones sociales. Ese acontecimiento, en este momento especialmente anti-golpe tiene una lectura bastante más compleja que sólo el regreso del Presidente constitucional.

Hay expresiones variadas de la capacidad de los movimientos sociales para actuar y desafiar a los peores regímenes gubernamentales y las medidas que producen. Han enfrentado a sangre y fuego en la calle a la represión policial y militar.

Se han ido dando formas organizativas, hoy los movimientos sociales actúan sobre problemas sociales y económicos, luchas por la salud, el agua, el empleo, las carreteras, la electricidad, Derechos Humanos, derechos precisos de las poblaciones indígenas, ahora contra una dictadura directa. Son movimientos que devienen de sociales en políticos constantemente porque sus reclamos tocan intereses del poder dominante e interviene rápidamente el Estado para reprimirlos y a mediano plazo llega todo el intento de volverlos al carril de la domesticación institucional burguesa.

Hemos mencionado, de que más de una vez se dice que después de estas expresiones queda poco o nada de favorable, esta resulta una medición que por lo menos se puede decir que está hecha con categorías de viejos discursos que no tienen principio de lectura para el presente. En muchos de esos discursos hemos visto que está implícito que: si no está el viejo partido de vanguardia, con sus grupo de profesionales y técnicos, no puede haber salida. No conciben otra forma de hacer política, tiene que estar esa elite esclarecida para guiarlo todo.

Sí, la organización política sigue siendo de primera importancia para la liberación y para la ruptura y desestructuración del capitalismo e inicio de otro proceso sobre bases distintas. Pero es otra la forma política que debe buscarse y no debe sentirse como vanguardia sino como un nivel o campo distinto de esa misma lucha y el operar desde adentro mismo de ella es condición imprescindible.

Queremos recalcar algo que ya está dicho. Todas estas luchas, reivindicaciones, enfrentamientos, implica un proceso de participación activa de población, acumulación de conocimiento a partir de experiencias y enfoques que se fermentan en pos de soluciones legítimas, todas cuestiones que resulta fundamentales en la construcción de poder popular, dentro del cual debe estar en todo momento, bien adentro y no afuera, la organización política, teniendo la doble articulación que un proceso de esta naturaleza exige.

¿Puede ser nuestro momento?

Todo lo dicho nos lleva de la mano a plantearnos el papel de la organización política libertaria en este periodo histórico: su estrategia, su forma de organización, su forma de estar en el presente. Los partidos de “vanguardia”, los que “representaban” al proletariado y el pueblo parecen estar más en bancarrota que nunca. Si se toma nuestra América Latina en estas últimas décadas de las que antes mencionamos hay ricos ejemplos de cómo esos partidos, estuvieron al margen o en posiciones de reproducción de lo existente, en las tantas movilizaciones trascendentes y puebladas que llevo adelante el abajo en gran parte impulsado por organizaciones sociales de amplio espectro. Bolivia ha sido lo más paradigmático. Pero sabemos que no fue la única, que esta situación fue río que corrió por distintos puntos de nuestro mapa. Pero, el movimiento popular al mismo tiempo que protagonizar luchas social-políticas de relevancia e ir más allá del planteo de los partidos de “izquierda” hay un momento en el que hacen agua, queda un vacío que de inmediato es llenado por los conocidos de siempre. Hay quienes que casi todas las evaluaciones sobre ese vacío la hacen desde una lógica de la ausencia de partidos de vanguardia que apunten a tomar zonas del estado o del funcionamiento estatal actual con miras a iniciar un proceso desde ahí. Vale decir que analizan o proponen desde la misma lógica que hizo que los partidos de “izquierda” estuvieran ausentes o negando esos caminos populares como válidos. Casi no aparece planteado que el asunto sería otra forma de hacer política y otra forma de concebir a la organización política. Vale decir, cual es el rol que debiera cumplir lo político hoy a la luz de la experiencia histórica transcurrida. Ya no funciona lo de “furgón de cola” y creo que tampoco lo de “polea de transmisión”, creemos que si funciona, y visto todo desde otra lógica, lo de “pequeño motor” a que antes no hemos referido. Sin duda el papel de la organización política sigue siendo válido y cubre un espacio que es distinto al de la acción de las organizaciones sociales. Pero cada vez más parece necesario precisar prolijamente su área de acción y las prácticas que a él corresponden. Es otra de nuestras tareas. Y, nos parece, que quien tiene sintonía con estas movilizaciones y quien ha planteado, en líneas generales, algo semejante a una acción política del tipo que es necesario como corolario de estos procesos es el anarquismo.

FC – La FAU tuvo, junto al resto de las actividades, una tarea específica de lucha armada. ¿Esto originó problemas organizativos de importancia? ¿La estructura orgánica sufrió variantes relevantes?

JCM – Es tema importante todo esto relacionado con la organización interna y la preparación y formación de la militancia en relación con las coyunturas históricas a enfrentar. Sabido es que las organizaciones especifistas, también otras, tienen documentos bases tales como Declaración de Principios y Carta Orgánica. Las líneas político-sociales de trabajo, las experiencias que va dando la instrumentación de tales lineamientos en aquellos distintos campos sociales que se abarcan hacen mover más de una vez a la Carta Orgánica, obviamente también lo hace las variaciones de cierta trascendencia de las coyunturas. Tampoco la Declaración de Principios que pertenece a un periodo de la organización queda igual después de varios años de trabajo militante. Pero en general, tenemos la impresión hasta donde conocemos, que esta es de menos movilidad. También depende esto de como está compuesta la Declaración de Principios. Si tiene capítulos que se refieren a coyunturas o etapas históricas su movilidad será mayor. Los principios generales se ajustan, se desarrollan, se van poniendo al día en función del avance del conocimiento, pero esto tiene, en general un ritmo más lento. Hay elementos ideológicos, no teóricos, que hacen a nuestra colectividad, que constituyen su imaginario y cohesión y esos, sin ser dogmas, son certidumbres acerca del camino que se busca y por ello son poca las variaciones que sufren. De todas formas, estos instrumentos que están articulados al conjunto de la tarea no fueron concebidos por nosotros como medios sino como parte de la concepción general de la dinámica militante. Los consideramos elementos constitutivos del anarquismo organizado y del mismo valor que los demás elementos. Sabemos que en nuestro ambiente libertario general hay una vieja discusión de que la organización es sólo un medio. Esto, para nosotros, significaría escindir de la práctica la forma en como esta se realiza y esto no es problema menor.

Pero vamos a ajustarnos más a la pregunta. El incorporar un aparato armado específico, para operar regularmente, requiere de una serie de técnicas en consecuencia con la especificidad que debe encarar y llevar adelante. Pero además, y esto es primordial, su existencia tiene efectos en el conjunto de la organización. No es agregar una actividad más a la que ya se tiene, significa reestructurar toda la organización para que su articulación con el resto de las actividades queden comprendidas coherentemente dentro de la Estrategia y naturalmente dentro de la ideología general que cubre ese conjunto de acción social-política.

En este punto concreto, acción armada, la FAU no partía de cero ni se sumaba a la moda de acción directa guerrillera que se llamó finalmente “El foco”. No partía de cero porque el anarquismo tenía toda una historia de acción directa armada muy fecunda: heroica, justiciera, expropiadora, de enfrentamientos crudos y sangrientos con la represión. Para decirlo rápidamente, las luchas y episodios que quedaron enarbolando banderas en la historia como la de los Mártires de Chicago, Sacco y Vanzettti, la Revolución Española, la Columna de Hierro de Durruti, y aquí nomás en el Río de la Plata, la Semana Trágica, la lucha y masacre de La Patagonia, los vengadores obreros que ejecutaron a verdugos. La lista sería muy larga y lo que queremos es poner algo solamente como ejemplo. Pero todo esto que mencionamos no es solamente un ejemplo genérico, estaba en el imaginario y sensibilidad de gran parte de la militancia que fundó la FAU, persecuciones atroces, cárceles y asesinatos para anarquistas, ejecuciones y “desapariciones”. Este universo no era ignorado. Cantidad de estos hechos, muchas veces con detalles, fueron conversaciones regulares en distintos centros de actividad anarquista, pero no solamente en lo formal, en la propaganda escrita o la charla, sino también contada en charlas fraternales por compañeros que conocieron o participaron en actividades de esta índole: los españoles radicados aquí y que habían estado en la Revolución; los expropiadores que sufrieron torturas y largas prisiones; los obreros que fueron ferozmente perseguidos, torturados, en Argentina y algunos aquí mismo. Había conciencia de que la lucha no era nada fácil y que tampoco sería de trámite rápido la revolución. Las corrientes guerrilleras que recién surgían tenían otra visión del enemigo y hasta había quienes pensaban, y hasta decían, que la revolución estaba a la vuelta de la esquina. El marxismo en América Latina contaba con una historia muy distinta y con un imaginario casi sin puntos de contacto con el nuestro. Tenían sí, en ese momento, el episodio revolucionario cubano que resultaba atípico a la línea de coexistencia pacífica que pregonaban los partidos comunistas del continente y que eran ellos la fuerza marxista de mayor peso. Por eso el foco y el traslado automático de la estrategia guerrillera expresada en “el foco” nunca fue compartida por nosotros. Veíamos la lucha armada desde otra óptica, y en otra perspectiva histórica. Teníamos muy presente la historia de nuestros países. Así como no hubo coincidencia no hubo tampoco conflicto con quienes se estaban jugando la vida dentro de una estrategia distinta a la nuestra, marchamos por senderos separados y muchas veces coordinamos cosas puntuales de tipo técnico. Desarrollamos un poco esta parte, no por devaneo, sino porque durante mucho tiempo en determinados ambientes libertarios nos identificaron con “el foco” o el “guerrillerismo” (como decían) y esto nunca fue así. Fue una calificación equivocada.

La ejecución de montar un aparato armado no fue una decisión de un día para otro. Hubo todo un proceso previo. Dentro de ese proceso se fueron adecuando formas organizativas, infra extra para casos de emergencia, locales alternativos desde donde funcionarían los compañeros sindicales y sociales del medio público en momentos de persecución, montaje de criterios y mecanismos básicos de seguridad tanto para la militancia pública como para la que ya realizaba alguna labor armada o de apoyatura fuerte al medio sindical. Esto comenzó a instrumentarse en algún grado en 1962. En 1963 quedó algo estancado en función de que cuando se planteó en la instancia orgánica la necesidad de ajustar la estructura orgánica general para un funcionamiento acorde a los tiempos duros que se preveían hubo un grupo de compañeros que discreparon, es que ya tenían otro planteo estratégico fundamentalmente de base no violento, finalmente estuvieron en total desacuerdo. Y este fue uno de los puntos por lo que se separaron de FAU cierta cantidad de compañeros en 1963. Después la FAU siguió esta tarea de ajuste de su Carta Orgánica acorde con la evaluación que había hecho de la coyuntura que teníamos delante de nuestra cara y que en breve se esperaba empeorara. Por supuesto esos ajustes exigían finanzas y para ello se hicieron las expropiaciones correspondientes. Fundamentalmente bancos.

Es así que nuestra Carta Orgánica ha tenido una vértebra que se mantuvo casi intacta y toda una parte que dio lugar a nuevas comisiones, órganos, secretarías y funciones para poder cubrir de manera organizada el conjunto de medidas proyectadas.

Había una lógica que nos gritaba que si un análisis de coyuntura sugería determinada cantidad de acción de determinado tipo no podíamos después de saberlo decir cosas como: está bien, pero no podemos encarar muchas de esas tareas porque alteran nuestros principios y conllevan peligros de desviaciones. Estaríamos así decretando la inviabilidad del anarquismo como corriente social que pretende el cambio de sistema. Lo estaríamos enterrando o dejando como una lejana referencia del pasado. Así lo vivimos en ese momento y hoy también. Tenemos y ejecutamos una propuesta que estimamos acorde con las exigencias populares o de lo contrario dejamos todo el espacio para que otros, con otras concepciones, lo cubran. En esto no hay vuelta.

A esa altura ya la organización necesitaba un desarrollo del aparato armado. Para varias funciones y para crecer. Para poder encauzar simpatías y luchas que llegaban a nuestras tiendas, para lanzar iniciativas de cierto volumen, para dar nuevos pasos organizativos, y todo eso requería también un cierto volumen de finanzas como cosa inmediata. Por supuesto no sería esa la prioridad número uno de la Organización Popular Revolucionaria (OPR), menos si es vista cuando tenía ya cierto desarrollo, pero sí sería una de las actividades que tendría que seguir encarando con prolijidad y cierta regularidad. Y en lo inmediato, en el momento inicial, sí era prioritario. Esto por las razones que recién señalamos.

El volumen represivo ya era alto, pues estaba operando la guerrilla tupamara y esto exigía una adecuada tecnificación de nuestra gente para poder cumplir objetivos y para salir con vida de ellos. La cooptación para determinadas acciones armadas en esa coyuntura represiva ya no funcionaba. La base del aparato armado era de extracción obrera. Metió pulmón en su propia preparación. Lo hizo con mucha modestia y responsabilidad. Tenía claro que había cosas que se estaban aprendiendo sobre la marcha.

Pero la pregunta tuya apuntaba más a ese aspecto teórico relacionado con la forma organizativa, en este caso la Carta Orgánica, ella establecía al tiempo que los organismos y funciones los derechos y obligaciones de los compañeros militantes. Se procuró que no quedaron vacíos, en todo lo que era relevante, que después generaran dudas e interpretaciones interminables. Las instancias congresales eran quienes laudaban cualquier diferencia interpretativa o carencia que la Carta contuviera. Siempre se trató de que fuera el colectivo quien zanjara este tipo de problemática.

Las discusiones, diferentes enfoques, cambio de opiniones se daban fundamentalmente en los análisis políticos y sociales. Y eso resultaba y siempre resultará muy constructivo. El producir toda una cultura del análisis y la discusión seria no es tarea menor de la organización política.

Es de hacer notar, aunque no es tema que aquí desarrollaremos, que la OPR (parte armada) no tenía independencia estratégica. Vale decir que expropiaciones, secuestros etc. no eran del resorte de OPR su decisión, era de la organización política a través del organismo que la representaba y que estaba legitimado por el colectivo. Esto era distinto a toda la otra actividad guerrillera de América Latina en ese momento. Podríamos excluir al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno que cabe dentro de una concepción de partido. Pero, claro está, de partido marxista leninista con su correspondiente centralismo.

FC – Queda claro el carácter distinto de OPR en relación al Foco. Interesaría que detallara un poco el funcionamiento de esa tarea técnica armada. Dentro de nuestra concepción libertaria, ¿como se encaró la marcha del aparato armado?

JCM – Esa fue una gran preocupación desde el comienzo mismo de la tarea regular de OPR. La experiencia libertaria en este sentido era muy poca. No en la parte de acción por supuesto, me refiero al trabajo de acción directa armada dentro de un marco organizativo y en relación adecuada con la estrategia general. Con responsabilidad, autodisciplina y disciplina. Donde un conjunto de compañeros actuaba como una parte más de la organización y enmarcaba su compromiso en las resoluciones colectivas de las que participaba como los demás compañeros. Hay un compañero, Carmelo, que estuvo preso en otro país y en prisión, por años, convivió con compañeros de otras organizaciones. Nos contó que a los militantes de esas otras organizaciones les resultaba extraño a la vez que interesante el cómo habíamos encarado nosotros la acción armada. Carmelo es un viejo compañero, con mucha experiencia y muy buena formación teórico-política y hace años tiene la preocupación de escribir sobre la temática. Extender más una experiencia y un intento que ya figura de manera sintética en el tomo cuatro de “Una Historia de FAU”. Así que este tema sigue siendo de interés y vendrá oportunamente más material elaborado sobre él. Por ahora yo recurriré a parte de lo que menciono en el libro citado anteriormente.

Sin duda es una tarea que da para muchas desviaciones, también para mirar las cosas desde un ángulo que no es el nuestro y, lo que es talvez peor, puede generar comportamientos con los que nada tenemos que ver y que constituyen lo opuesto a lo queremos con nuestra lucha.

Pero, como ya lo dijimos, no había una cantera libertaria de donde sacar orientaciones, sugerencias. Había entonces que experimentar teniendo como guía cosas fundamentales de nuestra ideología. Era un desafío pero al mismo tiempo una verdadera obligación política.

Se decía una y otra vez: “Hay que cuidar que no se pierda el sentido de las cosas. Que determinados valores que nos son queridos y fundamentales no vayan quedando por el camino. Es esta una actividad que da para ciertas y muy embromadas deformaciones y consecuencias”.

Demás está decir que las prevenciones eran hijas de nuestra concepción libertaria y de experiencias que había al respecto, tanto históricas como las nuevas que se estaban viendo en los movimientos guerrilleros que funcionaban en distintos países.

Podríamos decir que había un concepto libertario acerca de cómo debiera ser esta actividad armada que daba sus primeros pasos. Había un conjunto de ideas que se pensaba podían darle un carácter diferenciado a esta labor. Diferenciado con la concepción y prácticas clásicas. Había que experimentar sobre la base de determinados criterios correspondientes a nuestra matriz libertaria.

Para empezar se le daba importancia a las palabras que se usaban en relación con funciones necesarias. Por esa mágica relación que tienen las palabras y las cosas.

Junto con la palabra viene el contenido y de la mano la desviación. Nada de jefe en ningún lado. Que los compañeros con determinadas responsabilidades lleven el nombre de encargados. Se planteó así y esto se resolvió y así se practicó.

De esta forma la actividad de OPR nunca tuvo jefes ni comandantes. Tuvo encargados y vaya si el contenido no resultó diferente. Claro está que junto a esto venían otras cosas que formaban una unidad en esa campaña de crear una cultura de resistencia a jefaturas y charreteras. Junto a una cantidad de prácticas cotidianas, agarradas desde adentro por una ideología, se priorizaba la formación del compañero. Una formación lo más amplia posible.

Vamos a ver primero algunas de esas prácticas chicas, cotidianas que tanto ayudaban a la formación. Esa de todos los días que tanta eficacia tiene.

Que la autocrítica y el problema de los valores no queden para discursos vacíos, desprendido de lo que hacemos todos los días. Esto se decía, se sentía y se hacía.

El problema de los valores se vivía en la de todos los días. Todos los Equipos de OPR tenían una ficha de evaluación que pautaba comportamientos. En periodos cortos, uno o dos meses, se hacia esta tarea de evaluación. El propio equipo se autoevaluaba y en tal instancia cabía observar tanto al encargado de Equipo como de Liga (órgano formado por tres equipos).

La ficha de evaluación contenía valores como: solidaridad, fraternidad, modestia, capacidad de entrega. Esto precedía en tal ficha a la capacidad operativa “militar”, que por supuesto tenía que tener el nivel que correspondía.

Esto arrojaba efectos muy positivos. Para empezar la crítica y autocrítica no eran palabras vanas, no era cosas para la galería. De esta forma pasaba a ser normal, algo totalmente legitimado, totalmente natural el que un encargado fuera cuestionado y hasta que se pidiera su cambio de función.

Se rompían resortes arbitrarios de poder. Esos resortes que de manera visible o invisible generaban prácticas perversas. Se había echado a andar una tendencia expresa de, a esas cosas, quitarles espacio, desvalorizarlas. Era un proceso que requería su buena mano de obra, no todo venía a pedir de boca. Por lo menos en esta cultura “occidental, cristiana y capitalista”, la cuestión del poder y de la exaltación del ego no resultan moco de pavo en ningún lugar. Sin duda no era lo mismo potenciarlos que combatirlos.

“El compañero encargado de Liga debe superarse mucho. Su modestia deja que desear”.

Estos comentarios de un integrante de equipo pasaban a ser cosa normal y positiva. Al tiempo que su derecho era real, no una frase formal, se iba mejorando el colectivo. Y hacía difícil que un encargado pudiera mantenerse arbitrariamente.

Ya no era cosa de que un jefe un día se levantara justo y dijera vamos a realizar una crítica y autocrítica. Y que como contrapartida lógica muchos, por temor a lo que podría venir después, transformaran esto en conformismo puro. Y que todo quedara igual que antes y hasta la próxima. Como se dice a veces en broma: “Toda crítica que sea para decir que está todo bien, es bienvenida”.

Es de aclarar que la práctica cotidiana de estos valores no hacía perder de vista el carácter específico de la actividad. Digamos por ejemplo que había instancias puramente de ejecución y tareas permanentes que debían realizarse de una determinada manera. Por ejemplo, nadie ponía en dura que en el momento de la operación el encargado de ella era quien decidía sobre los problemas que pudieran plantearse y que habían quedado fuera de la planificación previa, los imponderables. Esos no eran momentos de asamblea.

“Sí la actividad podrá ser técnicamente militar, pero hay que acostumbrarse a mencionar lo menos posible esa palabra. Hay que usar términos como la acción política-revolucionaria”. Decía Gerardo Gatti en un Fomento (Junta Federal).

Se fueron creando rudimentos culturales importantes que hacían carne los valores priorizados. Se crearon hábitos que hacían ver al militante con claridad sus derechos y sus deberes. Muchas cosas empezaron a ser “naturales”. Ser autoritario, arbitrario, inmodesto, insolidario, no eran cosas que pasaban desapercibidas y menos toleradas en silencio.

El término Comandante se usaba solamente en broma. Había una ideología que impulsaba y coloreaba todo esto. Algunos compañeros se habían formado escuchando episodios de lucha, reivindicaciones de libertad, de sociedad futuras justas y respetuosas de la persona humana. Repudiando al mismo tiempo todos esos mecanismos de poder que quieren sumisión, que glorifican autoridades y héroes de cartón. Rechazando hasta la nausea esos instrumentos de robotización humana al servicio del poderoso como son los aparatos represivos. La verdad que en el marco de esa cultura, parecerse a un milico no gratificaba.

Era lo libertario. De ahí emanaban estas preocupaciones de no producir soldados de la revolución sino compañeros revolucionarios. Había un fuerte dique de contención para la desviación militarista y las prácticas autoritarias.

Así resultaba casi normal que el aparato armado estuviera subordinado a lo político; que los hechos se hicieran en función de la estrategia general de la organización, de sus evaluaciones coyunturales.

La soberbia de la pistola no encontraba terreno fértil. Tampoco la soberbia en general.

Este encare de la disciplina y la autodisciplina, del protagonismo colectivo, de ausencia de charreteras, de respeto al militante como entidad humana, de trato igualitario, de rechazo del autoritarismo, ¿debilitaba la eficacia, el desarrollo y el desempeño de la labor específicamente armada? Podemos afirmar que no. En el corto periodo que duró la experiencia podemos sacar muy otras conclusiones.

Ni por asomo se piense que vamos a decir que la cosa marchó aceitada, que todo fue un lujo. No, eso no. No está en nuestro deseo idealizar la cuestión. Pero, en el marco de errores y defectos que se iban encarando y superando o tratando de superar, vimos que la eficacia, que el fortalecimiento de la tarea se lograba. Que la autodisciplina y el compañero convencido hacían casi milagros. Con grandes limitaciones y falta de medios, las cosas salían. Había entrega, disposición, capacidad para que cada uno resolviera cosas. Había un aceptable nivel de prolijidad que iba en ascenso.

Fomento (Junta Federal), Aguilar (organismo responsable de la parte armada), las Ligas (columnas compuestas de tres equipos de cinco integrantes cada uno) y los Equipos (organismo básico de cinco integrantes) iban amasando, creando una cultura del hacer armado que no tenía como referente lo que había surgido en ese momento histórico y que se desparramaba por el continente, con grandes y muy respetables heroísmos y con mucho de imitación y de contenido nada afín a nuestros propósitos.

“Tenemos que ir creando lo nuestro, con cabeza propia, en relación con la historia de este lugar y nuestras ideas. La imitación es mala consejera”. Este era un criterio altamente compartido.

Se fue creando algo que no puede decretarse, que no se da por resoluciones de reuniones ni con buenos manuales. Se fue desarrollando una capacidad de reflexión, de participación efectiva del militante, de tomarle cariño y entender la causa en la que se estaba. No fue ideal y fue corto el tiempo, claro que sí. Pero quedó un convencimiento: se puede hacer una actividad “militar” libertaria. Y que es un mito que para esto, especialmente, todo va mejor con autoritarismo y jerarquías.

“La organización tiene que tener valores que prefiguran lo que pretendemos del mañana”. Se afirmaba siempre. Y esto vale para la tarea que sea.

Dentro de esta preocupación por la formación del militante, del desarrollo de su capacidad reflexiva, hay una experiencia concreta que bien grafica esta situación: La Escuelita.

Con este diminutivo fue conocida esta actividad, quizás se quería con ello quitarle solemnidad, para ser consecuente con ese concepto de modestia tan recalcado en las evaluaciones de los equipos.

¿Que fue La Escuelita? Fue una experiencia realizada en base a gente joven de OPR que venía asumiendo mayores responsabilidades. Fue una actividad de transferencia de conocimientos de diferentes cuestiones: filosofía, psicología, historia, pedagogía. Se procuraba generar discusiones, reflexiones, sobre estos tópicos. Varios compañeros especializados, profesores la mayoría, eran los encargados de la transferencia.

Esta actividad se realizó con toda regularidad y prolijidad. Nando y Silva fueron dos grandes animadores de ella. Produjo fecundos resultados.

Para ver la importancia que se le daba a esta tarea de formación es necesario ubicar el contexto social en que se hizo. Era un tiempo en que la represión estaba con todo. Patrullaje constante de calles, pinzas, allanamientos masivos, vigilancia de lugares sospechosos. En esas condiciones había que juntar compañeros del aparato armado que no pertenecían a una misma Liga y a los especialistas y profesores. Al mismo tiempo había que cubrir la seguridad general y la correspondiente a la compartimentación entre nuestros compañeros. Además la casa estaba compartimentada para casi todos, esto demandaba un esfuerzo extra, debía trasladarse a los compañeros asegurándose de que no supieran donde estaban. Las reuniones implicaban capuchas que ocultaran rostros. Pero todos estaban convencidos que el objetivo merecía ese esfuerzo y ese riesgo.

La iniciativa surgió en Fomento. No mereció mucha discusión. Había consenso al respecto. Eran de las tareas cantadas. La formación militante era cosa siempre bien vista. Tenía toda una historia detrás. Sólo Silva, que después sería un fuerte animador, planteó algunas dudas. Ellas eran básicamente las siguientes: ¿no sería tarea para realizar un poco más adelante; habría receptividad que compensara el esfuerzo; los compañeros de OPR que participarían vivían esto como una necesidad?

Evacuadas las dudas se resolvió ir adelante con la actividad. Lo referido a organización correría por parte de Rogelio. Nando haría la primer parte, formando un equipo que trabajaría con él, que consistía en un conjunto de test a realizar a todos los integrantes de OPR. Test que después se discutirían en reunión conjunta. Nando era un compañero psicólogo, considerado técnicamente del más alto nivel, persona de una excelente calidad humana, se comunicaba muy bien. Los compañeros que en esta oportunidad formaban equipo con él eran también profesionales. Este grupo trabajó intensa y prolijamente en la confección y evaluación de los test. Una vez terminada esta parte se pasó a las reuniones regulares colectivas en las que se trataría una amplia problemática.

Los resultados de esta experiencia fueron considerados muy buenos. Pero aquí es mejor que dejemos hablar a uno de los participantes, a un “discípulo” que se integró con entusiasmo a esta actividad. Compañero de extracción obrera. Creo que textil.

-¿Que recordás Ruben sobre La Escuelita?

“-La primera cuestión fue aquel proceso de test psicoanalítico al que fuimos expuestos. Fue una cantidad de días en el piso de un hospital, en un anfiteatro que allí había. Una batería de test, de dibujos, contar historias, manchas. Todos los test que en ese momento se usaban y que estos compañeros estaban revisando en la lectura, en una actitud crítica frente al psicoanálisis. Y eso era recontra importante. El marxismo a esto nunca le dio pelota a lo sumo a siquiatría farmacológica. Esto fue una cosa muy importante que a mí me abrió un mundo de lecturas. Y después la escuela propiamente instalada. La lectura de los resultados de los test que fueron espectaculares ya que dieron, como después veríamos, un 90% en el clavo.

Esto de los test fue un gran prolegómeno, luego se procesaron cuestiones de tipo teórico y práctico. En lo practico rudimentos de explosivo, fierros y tácticas. Había cuestiones de tipo histórico y filosófico. Me quedó grabada una cuestión grafica, se trataba de un cuadrado que se ponía y sacaba. El abordaje de todo el tema de lo científico.

Una de las cuestiones que estimuló la escuelita fue que buscáramos la lectura por la libre, por la iniciativa de cada uno. Si vos lo comparás con la escuela de cuadros de la Argentina y otros lugares no tiene nada que ver, por ejemplo, los perretes (PRT) tenían mucho ideologismo y en los fierros había mucho bardo. En los montos había mucho de formación militar y poco de ideología.

En el caso de la escuelita se habría un abanico. En todo sistema de enseñanza siempre va a haber una relación, una base de transferencia de conocimientos.

Otra cosa que yo recuerdo es que el conjunto de baterías de los test se los usaba críticamente. Porque si no fuera así, si se aplicaba el criterio ortodoxo, seríamos psicópatas inadaptados. Tenían los técnicos que revaluar todos los test con ese especial criterio, tenían que poner mucha mano de obra. Había gran preocupación en el buen funcionamiento de la escuelita.

Yo le agregaría a esto que cuando a mí me tocó comparar el conjunto de cuestiones que me habían quedado en la cabeza con lo que hacía en la Argentina, toda la gama marxista, me llevó a evaluar lo que fue la escuelita en su modestia y en su grandeza. Tanto en las técnicas psicoanalíticas, como en materia de preocupaciones humanas y dudas filosóficas.

Eso que solo la lucha de clases movía la historia sólo un marxista lo puede decir. Fue bueno llenarte la cabeza de algunas dudas y certezas por las que te jugabas la vida. Eso resume lo maravilloso de un sistema de enseñanza.”

FC – Otras contribuciones importantes de nuestra corriente para el anarquismo son las posiciones sobre compromiso militante, dedicación a nuestra causa, en el marco de una organización política anarquista. ¿Usted podría hablar un poco sobre la importancia de estos aspectos para un proyecto de transformación revolucionario? Finalmente, ¿Qué prefiere, socialismo libertario o anarquismo? ¿A usted le gustaría decir algunas palabras finales?

JCM – Por aquí hay un viejo dicho: el anarquismo es una forma de vivir. Lo decían los viejos compañeros de principios del 1900, los que militaban desde 1905, 1910, 1920 y así. Cuando se inició la FAU ese dicho que tantas veces había partido de los labios de aquellos sobrios, modestos y abnegados compañeros, pasó a componer un elemento ideológico-ético de primer orden. Algo tan sencillo y cuanto peso tuvo. ¡Cuanto significaba! No contenía ninguna soberbia ni elitismo, querían decir en una frase, cosas como estas: la entrega a fondo a la causa; el sentirla y practicarlas todos los días; el ser consecuente; el resistir ser cómplice del sistema por practicar conductas afines a él; combatir la superficialidad de la palabra etérea y vanidosa.

Querían decir que hay algo por lo que vale la pena jugarse la vida. Y ese algo es la búsqueda de una sociedad justa, libre y solidaria. Que no se podía ver tanta infamia, tantas cosas atroces y permanecer indiferente o fundamentalmente preocupados por sus cosas personales y ver el resto como cuestiones secundarias.

Pero no vayamos a recibir una impresión falsa, algo así como que esto significaba aislarse o despreciar costumbres distintas, no. Esos militantes estaban entre la gente, organizaban festivales fraternales, clubes de futbol, murgas de carnaval, teatro, pic-nic y se tenía contacto humano vecinal totalmente normal, vida familiar como cualquier hijo de vecino. Era el vivir corrigiendo defectos inculcados, era dedicar todo el tiempo posible a la lucha y la propagación del ideal. A la preparación de la revolución.

Sí, pensamos que debe ser profundo el compromiso con la causa, con la organización política que tiene un proyecto social para el cambio, con la organización anarquista que pretende organizar todo de otro modo. Ese modo donde el colectivo no anula sino que potencia a la persona.

A la pregunta si anarquismo o socialismo libertario, los ubico como sinónimos. Pero te diría también y terminantemente que prefiero anarquismo. Es una cuestión sentimental, son emociones-recuerdos. Y volviendo a nuestro tiempo ya finalizando esta conversación.

Para que digan las palabras finales sobre compromiso con la causa dejaría que hablaran con su conducta todos los compañeros de FAU que fueron torturados, asesinados, “desaparecidos”, fusilados.

Como tantos en nuestra querida historia. Ellos querían con el “alma” ese mañana de socialismo y libertad y no dudaron en jugarse enteros.

Son ellos los que siempre nos estarán dando el grito de ¡vamos!,¡vamos!, que esta causa lo merece todo!


 

“El sujeto también es una producción histórica” nos avisan los estudiosos y por lo tanto hay que poner en funcionamiento prácticas que lo vayan produciendo y organizando. El conjunto de prácticas del sistema, más las heredadas de otros brutales sistemas anteriores, se han orientado a crear un sujeto individual-colectivo que encaje lo más profundo posible en el orden existente, en los valores que lo sustentan. No cabe duda que es mucho lo que han logrado internalizar en ellos-nosotros.-

Entrevista realizada entre mayo y agosto de 2009.

 

Anarkismo.net     http://www.anarkismo.net
  

http://www.anarkismo.net/article/18368
 

Anarkismo.net is a international anarchist-communist news service
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Miguel Bakunin

 

 

Carl Sagan

Así, a medida que la ciencia avanza, Dios parece tener cada vez menos que hacer. Es un gran universo, desde luego, por lo que Él, Ella o Ello, podría estar ocupado provechosamente en muchos sitios. Pero lo que evidentemente ha ocurrido es que ante nuestros propios ojos ha ido apareciendo un Dios de los vacíos; es decir, lo que no somos capaces de explicar, se lo atribuimos a Dios. Después, pasado un tiempo, lo explicamos, y entonces deja de pertenecer al reino de Dios. Los teólogos lo dejan de lado y pasa a la lista de competencias de la ciencia.

 

Carl Sagan: “La diversidad de la ciencia” [2007]



 

Stepehen Hawking

"La estirpe humana no es más que un sustrato químico en un planeta pequeño, orbitando alrededor de una estrella mediana, en los suburbios de una galaxia del centenar de miles de millones que existen"

 

Carlos Marx

“Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas productivas de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo cual no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas que eran, estas relaciones se convierten en trabas de esas fuerzas. Entonces se abre una era de revolución social” (1859)

 

 

Albert Einstein

Si una idea no parece absurda

de entrada,

pocas esperanzas

hay para ella.-

 

Groucho Marx

"El secreto de

la vida es

la honestidad y

el juego

limpio, si puedes

simular eso,

lo has conseguido."  

  

MARX, Groucho (1890-1977) 
Actor estadounidense