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25 décembre 2010 6 25 /12 /décembre /2010 13:06
La Estrategia del Especifismo
Tuesday December 21, 2010
 by Felipe Corrêa

Juan Carlos Mechoso (Federación Anarquista Uruguaya)

La entrevista que sigue fue realizada entre mayo y agosto de 2009 por e-mail. En realidad, la idea es traducirla y publicarla en Brasil como un libro, con una introducción un poco larga que estoy escribiendo, que tratará de algunos temas para situarla históricamente y hacer su relación con el anarquismo de Brasil: los orígenes del especifismo y su influencia, el anarquismo y la organización popular en Brasil hasta 1930, el problema de la “pérdida del vector social” a partir de los 1930, y la manera en que ha sido retomado desde de los 1980 hasta los días de hoy.

En medios de los años 1990, nuestra militancia tuvo contacto con la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y esto fue determinante para todo lo que se siguió del anarquismo que podríamos llamar de organizado en Brasil. Todo lo que surgió durante y después del proceso de la Construcción Anarquista Brasilera – impulsada desde Uruguay y Brasil, por la militancia brasilera en contacto directo con la gente de FAU, a fines de 1995 e inicio de 1996 – en términos de anarquismo especifista en Brasil, tuvo influencia directa de FAU.

Y seguimos hasta hoy en la construcción del un anarquismo de base, clasista, que, organizándose específicamente en organizaciones políticas, viene buscando impulsar e influír las luchas populares de nuestro país con vista a la construcción del poder popular, en un proceso de ruptura revolucionaria que conduzca al socialismo libertario.

Conociendo la relevancia de FAU en los aportes al anarquismo en Brasil, y conociendo la reciente producción de J. C. Mechoso sobre la historia de FAU (Acción Directa Anarquista – 4 tomos), pensé que sería interesante tratar de otro tema. No de la historia de FAU, pero de la estrategia de FAU, o como llamamos la entrevista: “la estrategia del especifismo”. En las preguntas, entonces, intenté hablar de temas relevantes para este fin: concepto de especifismo, relación de este tipo de anarquismo con los clásicos y con experiencias similares que surgieron durante la historia, la relación del especifismo con el contexto de América Latina, comparaciones con otras ideologías que defienden la actuación en niveles distintos (partido – movimiento de masas), conceptos de ciencia e ideología y su relación con el socialismo, posiciones programáticas que los anarquistas deben defender en los movimientos populares, conceptos y concepciones de clase, neoliberalismo y modelo de desarrollo en América Latina, poder popular, estrategia, lucha armada, revolución social.

Con varias respuestas muy bien desarrolladas, la entrevista realmente está increíble. Fundamentalmente para los anarquistas interesados en material de formación y también para aquellos que quieran conocer un poco más nuestras ideas. La traduzco en este momento y dentro de breve la tendremos en portugués, publicada como libro y con la introducción en la cual estoy trabajando: “El Anarquismo, la Lucha de Clases en Brasil y el Especifismo de FAU”. Buena lectura!

Felipe Corrêa
Diciembre 2010

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LA ESTRATEGIA DEL ESPECIFISMO

Juan Carlos Mechoso (Federación Anarquista Uruguaya)

EN ENTREVISTA A
Felipe Corrêa

Felipe Corrêa – Como dije, en esta entrevista a mi me gustaría tratar, no solamente de la historia de Federación Anarquista Uruguaya (FAU) – que viene siendo tratada de manera detallada en los volúmenes de Acción Directa Anarquista: una historia de FAU – sino de la estrategia de transformación social propuesta por la FAU, que implica el especifismo. Tomando en cuenta que el especifismo de FAU tiene amplia influencia en América Latina, y más aún en Brasil (todas las organizaciones especifistas del país, consolidadas o en formación, poseen su influencia directa), ¿como usted lo definiría? Para la FAU, entonces, ¿que es el especifismo?

Juan Carlos Mechoso – Entiendo la prioridad temática que enuncias, aunque me parece útil precisar que el especifismo de FAU también se puede “ver”, se puede “leer” a través de su accionar, de su toma de posiciones frente a algunos problemas, también en la estrategia que va aplicando en el trayecto político militante. Por supuesto que con esto no te digo nada que no sepas, pero me pareció útil que expresamente quedara dicho.

En el otro plano voy a puntualizar en primer término que trataremos de responder en base a posiciones y documentos que ha elaborado la organización en diferentes momentos históricos, claro está que tendrán preferencia, a determinada altura, aquellos que guardan mas relación o aluden más a la posición teórico-política de la organización en la actualidad.

Pues nuestra tarea militante, personal, se ha dado siempre, en estos 54 años, en el marco orgánico y en él hemos participado, a través de distintas instancias, en esa elaboración, adecuación y reafirmación de posiciones que han sido el horizonte para nuestra práctica social y política cotidiana. Nuestra formación es hija de ese contexto. Damos por descontado que lo que más debe interesar son las posiciones que FAU tiene en distintos campos sociales. Por supuesto que esto no excluye que en determinadas cuestiones precisas y quizás de detalles demos opiniones personales. O que por las exigencias técnicas que contiene un reportaje tengamos que redactar de nuevo esos contenidos para hacerlos más breves. De todas maneras trataremos que esas cuestiones se inscriban en la orientación matriz de la organización.

En 1956, cuando se crea la FAU, el común denominador teórico para la militancia que ha procesado esta tarea política es el especifismo. Esta concepción del anarquismo es tomada como una fuerte referencia general, queriendo significar con ello que se está en la construcción de una organización política anarquista. El referente teórico de mayor peso es en aquel momento Enrique Malatesta. Esto no implica, ni siquiera se discutió tal asunto, que se tomarán todas las ideas y propuestas de Malatesta, tal como fueron dadas en su momento histórico. No obstante, muchas de sus opiniones teóricas, políticas y proposiciones para actuar en el medio social-popular fueron especialmente consideradas, sirvieron de inspiración. Vale decir que desde el comienzo el especifismo de FAU si bien tiene como referente a Malatesta no toma, digamos, muchos de sus planteos, de sus proposiciones ni incluso de sus polémicas con otras corrientes del anarquismo. De sus polémicas sí merece especial atención su refutación del individualismo que fue ampliamente compartida. Miguel Bakunin es el otro fuerte referente. También de él se toman algunas temáticas que son las que FAU en ese momento, y en función de tiempo y lugar, prioriza.

Puede preguntarse aquí ¿Porqué FAU toma unas cosas y dejas otras? Esto tiene una explicación fundamentalmente de tipo histórico. En la construcción de FAU hay distintas generaciones militantes, compañeros que vienen desde el 1910, 20 y 30 militando en el anarquismo. Muchos de ellos ya habían participado de variadas polémicas internas, previas a la Revolución Rusa y posterior a ella. Participado en diferentes experiencias organizativas. Compañeros que habían incluso conocido, conversado y discutido con militantes que formaron los primeros sindicatos en Uruguay, es decir militancia de alrededor de 1880. Caso como el de Marzovillo que viene militando desde 1905 y que participara activamente en la formación de comités de apoyo a Zapata en el momento que este combatía en Méjico. También, como ejemplo, varios militantes que habían participado en la Revolución Española del 36. Sin dejar de recordar a anarcosindicalistas que militaron junto a compañeros que fueron activos o estuvieron presentes en la reorganización de Federación Obrera Regional Uruguaya (FORU) en 1911, compañeros estos que hoy adherían al especifismo. En momento de la formación de FAU circuló junto a material de Malatesta otros que propiciaban el especifismo de militantes uruguayos, tal el caso de José María Fosalba, material elaborado en la década del 30; uno de Georges Balkanski sobre anarquismo y organización, él estaba vinculado a la Federación Búlgara (FAKB). Pero había antecedentes concretos especifistas. En 1919 funcionó el “Comité de Relaciones Anarquistas” que además de coordinar la militancia libertaria a nivel sindical y popular tenía el propósito de fundar una organización especifista. En 1926, después de un largo proceso de actividad y discusiones una Plenaria del Comité de Relaciones da vida a la FAU, en ese momento Federación Anarquista del Uruguay. La actual FAU es, de manera compleja, heredera de todo esto.

Pero no obstante las variadas experiencias de la militancia que estaban en la formación de la actual FAU, la discusión teórica no fue tensa ni extendida. Había un acuerdo tácito desde la convocatoria. Los “viejos” compañeros daban como saldadas muchas de aquellas polémicas que en otro momento encararon con pasión.

Puede decirse, acercándonos bastante a como se dio la cuestión “real”, que el carácter político de la organización que se fundaba estaba más en como se encaraba la tarea para los diferentes frentes de trabajo: Sindical, Estudiantil, Barrial, interno. Análisis de la situación histórica uruguaya en la coyuntura en relación con lo político general, con lo sindical, con lo estudiantil y barrial y con especial énfasis en lo latinoamericano. Pues una de las primeras tareas que tiene FAU apenas constituida es la organización del Congreso Anarquista Latinoamericano que se realizará en 1957. Congreso en el que participan: Cuba, Brasil, Argentina, Chile y Uruguay. La preocupación central de la militancia joven, que era la mayoritaria, consistía en que la organización política que se creaba fuera un instrumento que fortaleciera y propiciara la “puesta al día” del anarquismo en lo que hace a nuestra realidad específica latinoamericana y uruguaya. No copiar ni hacer traslados automáticos de esquemas y fórmulas que tuvieron su razón se ser en otras coyunturas históricas. “Sin pereza mental estamos obligados a pensar nuestra realidad y nuestro tiempo y producir repuestas en consecuencia” se decía aproximadamente. Demás está acotar que la prioridad latinoamericana no excluía una fuerte preocupación por lo internacional. Más teniendo en cuenta la impronta internacionalista del anarquismo en Uruguay que venía desde casi 1860 en adelante. Es así que FAU adopta desde el comienzo una posición que aquí se llamó Tercerista, consistente en rechazar de plano a “los imperialismos ruso y yanqui”.

Así que el especifismo de FAU tuvo desde el comienzo si lo traducimos a cosas concretas: Declaración de principios; Carta Orgánica que establecía deberes y derechos; intentos de ubicar la coyuntura histórica general y particular; proyectos de trabajo para los distintos campos que contemplaban lo inmediato junto a lo de mediano y largo plazo. Al mismo tiempo tomaba conciencia que muchas de las posiciones debían ser mejoradas y profundizadas en futuros Congresos. Conviene acotar algo que no nos parece menor, no se daban temas por acabados, había modestia y conciencia acerca de la complejidad de la mayoría de las temáticas tratadas y por otra parte se recordaba con frecuencia el daño que habían hecho ciertos dogmatismos, esquematismos, o abstracciones tomadas fuera de contexto y que se creían tenían valor para todo tiempo y lugar. “El anarquismo hoy más que nunca precisa cabeza abierta” dijo una vez un “viejo” militante. Es también de resaltar que esto no implicó nunca relativismo o pragmatismo. Siempre hubo una estructura conceptual que sostenía los variados discursos. Una estructura conceptual pensada en movimiento, con posibilidades de cambio en función de los nuevos aportes que surgían a nivel del conocimiento. Pero de este cuerpo conceptual se discutían aspectos generales y se sobreentendían muchos otros. Había rechazo al esquema arquitectónico de infra y superestructura; preocupación especial por conceptos como: el poder y el Estado; ideología; papel de la utopía; ciencia y socialismo; el intentar sacar el clasismo sólo de la estructura económica; reformismo y revolución; pacifismo y violencia revolucionaria; método y contenido; elementos permanentes de la estructura capitalista; rechazo al evolucionismo y progresismo. Por mencionar los más relevantes de aquel entonces.

Es de aclarar que el especifismo no resultaba entendido de igual manera por todos, había matices. El mayor o menor grado de organicidad y el compromiso con lo resuelto fue materia que originó sus divergencias. Nunca fue motivo de discusión lo que se ha conocido como “síntesis”, es decir todas las corrientes anarquistas juntas en un mismo organismo. Nadie planteó tal cosa. Pero a determinada altura se dio una práctica, por vía de los hechos, de un par de grupos, que su accionar significaba estrategias y prioridades muy distintas a las que expresaban los sectores sindicales, barriales, populares y parte de militancia proveniente del medio estudiantil. Este fue un factor que sumado a aspectos políticos del momento y a la concepción de ruptura que se comenzaba a instrumentar trajo como resultado en el año 1963 la separación de un grupo de compañeros. Por supuesto los compañeros eran anarquistas pero tenían otra concepción de cómo procesar los cambios sociales.

Señalamos esto para decir al mismo tiempo que la FAU tubo distintos periodos. Después de 1963 se profundizó mucho más el ensamble organizativo, la coherencia estratégica con una concepción de ruptura, el encare del colectivo para una preparación mayor en relación a la represión que ya se manifestaba. Pero esto es tema que podemos tratar mas adelante.

También aquí comenzó a plantearse con más rigor el sistematizar temas teóricos, el organizar la estructura conceptual que sostendría los distintos discursos con la adecuada coherencia. Que una organización política precisaba una herramienta (o caja de herramientas) conceptual consistente que ayudara, que fuera guía, de la estrategia de ruptura que se deseaba llevar adelante, que habilitara ella lecturas lo mas rigurosas posibles de la realidad social y de la construcción de los consiguientes lineamientos políticos a poner en práctica. Esto no quedó como un enunciado o un buen pensamiento deseoso. Para decirlo rápido, se encaró esto como cualquier otro frente de trabajo, tratando de que tuviera la misma regularidad y planificación.

FC – Veo entonces, que el especifismo defendido por la FAU tiene mucha relación con su propia historia. También es posible notar que usted relaciona el especifismo con una tendencia clásica del anarquismo, que defiende la separación entre organización política y los movimientos populares y, de esta forma, creo que es inevitable concordar con la amplia influencia de las concepciones organizacionales de Malatesta y Bakunin, que tenían esta posición. Con todo, estas no son las únicas influencias, ya que podemos identificar en la FAU, también, rasgos del anarcosindicalismo y del anarquismo expropiador de la región del Río de la Plata. Usted podría describirme ¿cuáles son las influencias de cada una de estas “partes” en el concepto de especifismo defendido por ustedes? ¿FAU hoy podría ser considerada heredera de la concepción de organización política revolucionaria bakuninista representada por la Alianza de la Democracia Socialista y también de la concepción de “partido anarquista” de Malatesta?

JCM – Sí, bien puede decirse, en general, que todo esto está presente en el seno de la FAU. Veremos ahora de que manera. Aquí, en Uruguay, las dos concepciones o corrientes anarquistas de peso fueron el anarcosindicalismo y el especifismo. La corriente llamada antiorganizadora y los grupos de afinidad que propiciaban la “propaganda por el hecho” tuvieron poca fuerza y ya habían desaparecido en la década del 40. Quedaban algunos pocos compañeros que habían participado en expropiaciones o colaborado en operaciones armadas, ellos ahora se habían integrado a FAU. Sólo quedaba fuera un referente español que tuvo 24 años presos, él no se integró a FAU pero fue amigo de la organización y más de una vez colaboró en cosas puntuales, era Boadas Ribas, Catalán vinculado a Durruti y, una vez en el Río de la Plata, relacionado con Miguel Arcángel Rosigna.

Lo que se llamó en aquellos tiempos el individualismo nunca tuvo expresión significativa aquí. Pues los denominados “antiorganizadores” eran otra cosa y merecen capítulo aparte.

Varias expresiones del anarquismo que constituyen, tomadas en abstracto puro, cosas distintas, aquí se fueron integrando en un proceso rico y fluido. Pero esa integración, que fue toda una circulación de ideas, experiencias, opiniones, simpatías, no afectó el núcleo duro organizativo. Me refiero a lo que tú mencionas en la pregunta como “partido anarquista”. Quiere decir que: se construyó en la organización un sujeto militante que veía con buenos ojos a los expropiadores y vengadores anarquistas; a la lucha obrera con fines revolucionario y clasista; a los Solidarios que integraba Durrutti; al intento revolucionario en España; a la actitud insurrecionalista, clasista y por momentos con organización clandestina de Bakunin. Pero no fue una colcha de retazos, fue más bien una trama que cierto proceso tejió. Es cierto ese crisol unió más a unos que a otros. Pues en él había implícita una constante: la necesidad de la violencia revolucionaria para procesar y lograr una ruptura del sistema capitalista. Un sistema que la mayoría militante veía como lo teorizaron en lo fundamental Malatesta, Bakunin y otros compañeros, quienes establecían que su basamento de dominación estaba en la violencia. Una violencia ejercida en diversos campos con miras a asegurar una reproducción del sistema aún en su despliegue histórico. Y que a esa configuración violenta, con enorme capacidad de reproducción, solo de una manera se le podría discontinuar.

Volviendo al aspecto organizativo. Vale decir que durante la actividad, que comprende discusiones, elaboración y acción social, se construyó de hecho una trama ideológica-organizativa. En ella, por ejemplo, no se veía como problema alguno el trabajo público y clandestino a un mismo tiempo, o la actividad armada y sindical-popular pública como cosas que debieran tener sí organicidad propia de acuerdo a su especificidad pero no separadas sino en una misma organización. Que la organización política FAU debiera comprender en su seno cuanta actividad fuera necesaria a su estrategia y proyecto de ruptura. La militancia que sigue en FAU después de 1963 se identifica, siente, que ese conjunto es una unidad que organizada en un mismo colectivo posee un potencial operativo social y político que bien puede procesar coherentemente una vía de ruptura y el inicio de nuevas relaciones sociales.

Si por un mal entendido de “los principios” no podemos construir una organización anarquista que comprenda el conjunto de actividades necesarias a un proceso de cambio de estructuras sociales, estaríamos dando un certificado de defunción al anarquismo.

Es entonces que FAU, como organización política, integra esos componentes, se terminan fusionando y al reconstruirse en una unidad le dan el carácter que hoy posee. Esa construcción no fue producto de una decisión política ni de una elucubración intelectual, se amasó en la acción y fue hija de fracasos y de rectificaciones, también de la pasión puesta en construir un anarquismo que estuviera en la escena social-política y no solamente en el salón. No es un proceso terminado, pues estas cuestiones no tienen fin. Las adecuaciones, puestas al día, correcciones, integración de nuevos conceptos, parecen ser cosas permanentes.

Sí, la FAU pretende, tuvo y tiene en los últimos tiempos la intención, de expresar un anarquismo revolucionario, organizado y en concordancia con los tiempos que corren. Esa fue su intención que con modestia y consecuencia trató de llevar adelante. También, por supuesto, con aciertos y errores, cosa casi inherente al hacer, al estar, en medio de un complejo accionar social que está exigiendo respuestas continuas.

Fue preocupación central no transformar el anarquismo solamente en una crítica. Cosa esta que termina creando un mundo de penumbras, de desesperanza. Cuestiones muy emparentadas finalmente con la resignación.

Para evitar cualquier mal entendido diremos que somos partidarios de un pensamiento crítico pero creemos necesario que unido a él vayan propuestas y el accionar consecuente. Lo dice claramente en su declaración de Principios nuestra organización, aproximadamente así: el anarquismo se constituye, básicamente, en torno a una crítica de las relaciones de dominación en todas las esferas del quehacer social (política, económica, militar, jurídica, religiosa, educacional, etc.); crítica que se redefine permanentemente según la sociedad y el momento histórico concretos en que tiene lugar, discriminando y jerarquizado los niveles determinantes en la estructura social pero expresando siempre, en todo su rigor y coherencia, la necesidad de encontrar los fundamentos originales, el núcleo duro, de las injusticias sociales y de las crisis que éstas generan. Con estos elementos de análisis es posible emprender una crítica global de las distintas formaciones sociales y orientar la elaboración de un proyecto social alternativo tendente a suprimir todas las variantes del privilegio, así como habilitar la práctica revolucionaria que tal proyecto requiere en ese largo trayecto de diversas luchas. Una elaboración teórica, un proceso y una lucha que tiene como eje cardinal el trabajo político fuertemente organizado.

FC – Algunos sectores de nuestra corriente terminaron, muchas veces, por estigmatizar a Pedro Kropotkin, principalmente por su concepción evolucionista y en cierto sentido educacionista, muchas veces invalidándolo o disminuyéndolo como un teórico de relevancia al “nuestro” anarquismo. Con esto no estoy de acuerdo, pues creo que Kropotkin, a pesar de tener posiciones diferentes de las nuestras (muchas por el contexto en que vivió), tiene también contribuciones importantes y relevantes, que deben ser tomadas en cuenta. Veo que Kropotkin es citado y utilizado con frecuencia por FAU y también por usted. Desde su punto de vista, ¿cuál es la validez del pensamiento de Kropotkin para el especifismo?

JCM – Kropotkin, su pensamiento, su comunismo anárquico fueron de mucha influencia en el Río de la Plata, también en otros lugares de América Latina. Fueron folletos como La Conquista del Pan, A los Jóvenes y escritos traducidos en periódicos de la época los que difundieron con fuerza el anarquismo y especialmente en su concepción comunista. Tal es así que aquí fueron comunistas anárquicos: los antiorganizadores, los anarcosindicalistas y los especifistas. Cuando comienza a difundirse el comunismo por vía de Malatesta ya era conocido en ciertos medios. Mucho de esto tiene que ver con Kropotkin y lo que la fuerte inmigración trajo a estas playas: cantidad de militantes libertarios de España, Italia y Francia que ya manejaban bastante de estos elementos teóricos-políticos.

No hay dudas, respeto aparte, de que puede bien decirse que Kropotkin tiene sus pros y sus contras, esto referido a algunas propuestas teóricas, políticas y posturas a nivel internacional.

Pero también es de tener presente que estuvo vinculado a la Primera Internacional ya en 1872, vinculación que provino de una estadía en Suiza. Que muy poco después comenzó la elaboración de su concepción de comunismo anárquico en oposición a lo que era dominante por entonces: el colectivismo bakuniniano. Tampoco puede decirse que era una persona dedicada a la labor intelectual y de investigación en detrimento de la labor militante comprometida. Estuvo preso en Rusia cerca de dos años en 1874, se fugó posteriormente y viajó por algunos países europeos realizando propaganda. En ese tiempo funda Le Revolté, periódico definidamente anarquista que llegaba al Río de la Plata y donde fue muy leído, especialmente por inmigrantes que luego difundían sus planteos. Estuvo vinculado a huelgas obreras, integrando la Asociación Internacional de Trabajadores, y a raíz de ello lo procesaron con cinco años de prisión en Lyon. Dada la movilización por su libertad no estuvo todos esos años encarcelado, fue liberado dos años antes. ¿Porqué digo esto? Sé bien que no digo nada original, pero conviene siempre dar la estatura del militante a quien nos referimos y con el que tenemos variadas diferencias.

Su producción es amplia y de temática variada, va: Del espíritu de rebelión, Las Prisiones, al Apoyo Mutuo, Consideraciones sobre el Estado y la Revolución Francesa. Está claro que no es este lugar para intentar un comentario más amplio sobre su producción.

Agreguemos para evitar posible confusión que en relación a la propuesta organizativa general, a su entusiasta optimismo de que la revolución ya viene, concepción optimista aún para aquel contexto social revuelto; su fatalismo: “marchan ya los estados como fatalidad histórica hacia la decadencia”; “su concepción mecánica del universo” le reprocharía Malatesta, todo esto no contó por estos lugares con adhesión y menos en FAU donde este enfoque no fue siquiera considerado. Su entusiasmo teórico-político, cuando uno lo encuentra reproducido en materiales que resalta en el Río de la Plata el movimiento obrero, no se “ve” al mismo tiempo que ello arroje efectos negativos. Seguramente es de tener en cuenta que son momentos de gran impulso del movimiento obrero de orientación anarquista y se tiene muy presente el objetivo final revolucionario. Descontando que, la mayoría de los materiales escogidos para difundir, podría decirse que no eran de carácter teórico o filosófico, sino más bien agitativo.

Lejos de nosotros cualquier planteo que se parezca a “un regreso a Kropotkin”. No fue teórico de peso en la formación de la militancia de FAU, tampoco puede decirse que estuvo ausente. Se han editado por parte de la organización algunos materiales, lo decimos con total franqueza, previamente muy evaluados, procurando que sirvan como contribución a la orientación y estrategia que llevamos adelante. De esos materiales bastante de ellos vinculados al medio obrero o temáticas como las prisiones. Puede decirse que en FAU Kropotkin cuenta con mucho respeto y reconocimiento por su amplio trabajo militante y por los escritos tan difundidos a fines del siglo XIX y principios del XX. Se estima que tuvo preocupaciones de sistematizar temáticas, de proporcionar herramientas teóricas y de análisis y que la episteme que manejaba por entonces, muy de esa época, en muchas ocasiones lo limitó, le hizo creer poseedor de un saber que aún estaba lejos y lo metió en callejones sin salida. Su producción no puede desecharse a partir de zonas no compartibles (que sin duda son muchas). Reiteramos entonces, hay materiales suyos que significan un aporte histórico y que admiten ser seleccionados con miras a volcarlos en aspectos parciales de una organización anarquista que no tiene su concepción “filosófica”.

FC – Veo por lo que dice que hubo (y hay aún) una preocupación de FAU de no importar una teoría terminada de Europa, o mismo de los teóricos clásicos, sino también incluir elementos latinos y reflexiones propias en el anarquismo, de manera a adaptarlo a nuestra realidad. Me parece claramente que hubo una sensible preocupación de adaptar la ideología a la coyuntura, al momento histórico y a nuestra localidad. ¿Cuáles fueron estos elementos y reflexiones locales incorporados al anarquismo para que fuese adaptado a la realidad latinoamericana?

JCM – Sí, hasta expresamente se planteo no hacer importaciones teóricas, esquemas, métodos, propuestas, que tuvieron su momento histórico y que hoy no constituían una contribución efectiva para operar en lo social-político. Pero deseamos evitar confusiones, así que aclararemos que nunca estuvo en el ambiente temas como que debíamos producir nuestra propia teoría, nuestro propio cuerpo conceptual, latinoamericano por fuera de lo que se producía en Europa u otras partes del mundo. Es decir, nunca se conversó sobre una ciencia latinoamericana y otra ciencia de otras partes del mundo. El conocimiento científico que se produzca, si es consistente, tiene valor para cualquier parte del mundo. Para decirlo un poco en broma, no estaba la ocurrencia de que había que rechazar la teoría de la relatividad, su noción de tiempo y espacio, porque Einstein no era latinoamericano. Lo que podría parecerse a aquella absurda ocurrencia de la URSS de endemoniar las investigaciones de Mendel o producciones de Jacobson por no ajustarse al esquema de la lógica dialéctica.

Se planteaba que había nuevas investigaciones, nuevos conocimientos, que descontinuaban nociones anteriores, que ofrecían nuevas miradas y que el anarquismo debía necesariamente incorporar so pena de quedar como reliquia histórica.

Lo que se pretendía entonces, era que aquel cuerpo categorial que se adoptara como poseedor de un rigor adecuado, ya con la noción de que el conocimiento es infinito y en consecuencia que ese cuerpo no puede tornarse dogmático, debe llenarse con la carne de cada lugar específico. Se ponía el acento en que las realidades existentes en Latinoamérica, su dependencia, su opresión imperial, su historia toda, exigían un estudio de cada realidad, de cada formación social, para que las herramientas teóricas y las coordenadas políticas tuvieran donde agarrarse, que constituyeran propuestas no en función de un pueblo fabricado en el pensamiento sino el efectivamente existente.

La historia de la emancipación de los pueblos latinoamericanos de sus verdugos coloniales, las características de esos movimientos y de su población fueron motivo de ciclo de charlas que alternaban con otras de experiencias libertarias, caso La Historia del Movimiento Makhnovista, el Méjico de Magón y Zapata y diversos materiales sobre la Revolución Española. Sobre realidades presentes de América Latina circulaban revistas varias y el aporte de militantes que recorrían distintos países y que tenían inserción efectiva en medios obrero-populares de países con fuerte población indígena y mestiza. Interesaban mucho las ideas y luchas federales de José Gervasio Artigas. Todo ello no tenía nada que ver con nacionalismo, como alguna vez se dijo acerca de FAU. Siempre hubo una clara definición internacionalista pero sabíamos que no estábamos parados en el aire sino en un terreno concreto que tenía gente e historia. Es cierto, algunas de estas cosas estaban a contrapelo de la “cultura” de la época muy fijada en ciertos parámetros muy generales y reduccionistas. Se decía por momentos América Latina como si fuera una cosa homogénea y que podía ser descripta e interpretada con un manojo muy reducido de conceptos.

Teníamos cosas vendidas como ciencia. Cosas hoy muy conocidas, como que los lugares donde surgirían primeramente condiciones para el socialismo serían aquellos donde se había dado un desarrollo importante industrial y un gran proletariado concentrado, que lo central a considerar eran aspectos de ese orden y que lo demás sólo eran remanentes que el desarrollo iría liquidando más bien rápido que despacio. Y por estos lados teníamos “remanentes” de mucha fuerza tales como las poblaciones originarias y pueblos oprimidos que realizaban luchas por reivindicaciones importantes y muchas veces resistencias muy profundas. Algunas de ellas inscriptas y motivadas en ideologías milenarias.

Claro que estás concepciones totalizantes, de un tono casi mecánico, tal como la enunciamos más arriba, no venían de nuestras tiendas, pero a veces se nos colaba algún trozo de ellas y como por arrastre traían más elementos similares que coadayudaban en tornar confuso y muchas veces bastante contradictorio nuestro despliegue teórico-político. Por ejemplo, se colaban por el lado reduccionista de la interpretación economicista o por el eurocentrismo, el progresismo, el evolucionismo. Precisamente había cierta prevención contra el eurocentrismo y su bagaje viniera de la tienda ideológica que viniera. También prevenciones por nuestro colonialismo cultural internalizado, esa tendencia a poner de moda temáticas sociales, propuestas, formas organizativas que no tenían relación con estos lugares, con lo que la gente estaba viviendo por aquí, con lo que estaba imperiosamente necesitando. Traer paracaidísticamente proyectos y estrategias por fuera de todo análisis de cómo es nuestra formación social, cual es nuestro imaginario (nuestro sujeto histórico latinoamericano y de cada uno de estos lugares), de que cosas son las que permiten una relación efectiva con la gente, con el pueblo, para iniciar procesos dentro y con el pueblo y no de acuerdo a ocurrencias o decretando condiciones y características únicamente vía de un proceso intelectual. Por supuesto que cuando decimos eurocentrismo no metemos en esa bolsa cualquier aporte de rigor, consistente, que provenga de Europa. Eso sería una especie de discriminación al revés.

FC – De esta manera, es posible concluir que el especifismo no es algo creado por ustedes en la segunda mitad del siglo XX, sino un nombre dado a una práctica que viene del anarquismo clásico. Veo que usted se refiere como “especifismo” el coletivismo bakuniniano o, principalmente, como el anarco-comunismo que hubo en América Latina y en tantos otros lugares del mundo, que defendía los “niveles” distintos de organización, de la organización anarquista y los movimientos populares. ¿Por qué entonces la opción por el nombre “especifismo” y cuándo pasaron a utilizarlo?

JCM – De ninguna manera el especifismo fue pensado como una creación nuestra. Nunca se pensó o dijo algo así. Eso hubiera sido una infantil vanidad, por decir lo menos. El especifismo ya tenía su rica historia y su producción ideológica. Y como hemos ya dicho veíamos en Malatesta su expresión más clara y desarrollada en aquel momento. Especialmente en determinados trabajos de Malatesta. Es de tener presente que Malatesta estuvo un tiempo en Argentina (incluso pasó por Montevideo) en los años 1885-89. Fue, a pedido de Polinice Mattei, un anarquista italiano perteneciente ya al movimiento obrero, que redactó los primeros estatutos de una sociedad de Resistencia, en este caso para el gremio de panaderos. En poco tiempo los sindicatos de Resistencia tuvieron gran desarrollo y constituyeron la espina dorsal de aquellas grandes “centrales” obreras (Federación Obrera Regional Argentina – FORA y FORU) que comprendían en su seno a cerca del 90% del movimiento obrero organizado. Claro está que, esto no se produjo al sólo influjo de Malatesta. Pues sería transformar nuestra simpatía y respeto en religión. En el ambiente obrero había una búsqueda que logró éste dar forma, igualmente no es poca cosa. Con su intensa actividad y apoyo de la colectividad italiana y de muchos otros anarquistas fundó o dio gran impulso a grupos especifistas en Argentina. Es en este momento que los colectivistas, especialmente españoles, residentes en la Argentina se integran al comunismo anárquico que propiciaban estos nucleamientos. Por supuesto esto repercutió rápidamente en Uruguay, la relación con la militancia anarquista Argentina era muy fluida.

Para que el tema no se haga demasiado largo, agregaríamos a esta altura, que en la década del 20 hubo otra FAU (Federación Anarquista del Uruguay) inspirada en las ideas especifistas.

Con respeto a parte de tu pregunta te diré que: la opción era necesaria para señalar en que parte del espectro ideológico anarquista nos ubicábamos. Lo de especifismo se ha usado fundamentalmente para indicar que somos partidarios de una organización política del anarquismo. También que nuestros planteos, estrategia, orientación general, programa, difieren de la de otras expresiones anarquistas. Expresiones con las que podemos tener coincidencias puntuales, pero que tienen un accionar regular que no se corresponde con el que tenemos nosotros como labor cotidiana en lo social-político en articulación con una estrategia y táctica que pensamos coherente y necesaria para el proceso de ruptura que constituye el objeto final.

Al mismo tiempo agregaremos que no pensábamos al especifismo como un cuerpo teórico-político acabado sino como un mojón de importancia que debía seguir desarrollándose y que modestamente nuestra organización debía intentar aportar lo que pudiera para que él no quedara anclado en el pasado. Nuestra organización y todas aquellas organizaciones anarquistas que se identificaban con esa orientación general. Algo así se planteó por parte de FAU en la Conferencia Latinoamericana de 1957: que no bastaba con realizar balances de lo bajo que estaba el anarquismo (en ese momento muy bajo), sino que era nuestra responsabilidad el ubicarlo en este tiempo y en relación con los problemas que el presente planteaba. Que lo primero que nos parecía que teníamos que considerar es que algo no estábamos haciendo bien. Que resultaba fácil buscar culpas afuera, decir que los cambios nos habían desplazado de la escena social y tantas otras cosas que sonaban a autojustificación, a cierto conformismo, a no ubicar el desafío histórico que teníamos por delante, no asumir la ausencia de adecuación y de acompañamiento a las trasformaciones operadas en el seno del capitalismo. El repetirnos, el meternos para adentro, el no haber tenido la sensibilidad social para ponernos a todo con nuestros pueblos, el haber ido transformándonos, en los hechos, en una especie de elite, aptos para hipercríticas y con mayúsculas dificultades para aprender tanta cosa que los tiempos nuevos iban trayendo. En este evento latinoamericano, este tipo de consideraciones no sólo fueron de FAU; la delegación Argentina por momentos con gran lucidez dio un panorama prolijo de nuestras dificultades actuales.

Pensamos nosotros que la mayoría de las veces nos plateábamos mal la pregunta y en consecuencia las respuestas no pueden ser las apropiadas. Como indica Gastón Bachelard ya es un gran paso plantearse bien la pregunta. Darnos un baño de modestia y saber en que situación estamos y reconocer que daremos muchos tumbos en la búsqueda de salir de ese laberinto social, el de haber perdido pié en un largo trecho histórico, el no habernos planteado ¿Qué nos está pasando? Uno no puede menos que admirar a aquellos viejos congresos en los que participaban los “viejos” teóricos y donde planteaban con audacia y creatividad posiciones filosóficas y políticas tratando de no quedar rezagados o diciendo cosas que no sólo interesan a un pequeño colectivo. No es relevante en relación a lo que quiero resaltar que muchas de aquellas consideraciones, de los viejos congresos, estuvieran impregnadas por la estructura de conocimiento de ese momento histórico y que hoy podría verse como cosa poco consistente a la luz de nuevas investigaciones y descubrimientos. Rescato totalmente la actitud política.

Sí, la militancia anarquista en cierta época, que no fue tan corta, trató de analizar la problemática que tenía enfrente y formular propuestas de acción. Pues en todos los periodos hubo muchos cambios y si no había respuestas adecuadas eso no indicaba otra cosa de que no se ubicaba la problemática que estaba llegando, también que faltaba ausencia de creación, ausencia de audacia política para explorar lo nuevo, para ejercitar ese pensamiento crítico que tan bien practicaron los “viejos” teóricos que dieron vida a la corriente anarquista y que tantos movimientos posteriores continuaron.

Acotamos que nuestra presentación “pública” en nuestro medio y frente a otras organizaciones políticas y sociales no es como especifistas, sino como una organización política anarquista. Lo de especifismo es fundamentalmente para lo interno anarquista o para aquella pregunta que muchas veces en reportajes que le hacen a militantes de la organización los periodistas dicen: “que anarquismo es el de Uds.”. A nivel popular si dijéramos somos especifistas esto casi implicaría que anduviéramos con un folleto explicativo en el bolsillo para entregar después de haberlo dicho.

Pero claro al interior de la organización y del anarquismo en general está expreso que nos inscribimos dentro de esa correntada ideológica y que siempre hemos deseado aportar aunque fuera un pequeño grano de arena para que su desarrollo continúe. Un desarrollo que no excluye nutrirse de diversos aportes, estudios, investigaciones que por aquí y por allá van apareciendo. Tanto en una labor de arqueología histórica como de cosas nuevas.

Agregamos que a esta altura ya son muchos los compañeros nuestros que prefieren, desde el vamos, una definición precisa y gráfica, de ahí que sencillamente definen a FAU como una organización política anarquista y nada más.

FC – ¿Desde el inicio de FAU ustedes trabajan con este concepto organizacional del especifismo? Digo esto, pues cuando la FAU fue fundada ya había algunos documentos que, por lo menos de mi punto de vista, son resultados de este mismo “caldo” en que se forma el especifismo de FAU y que poseen ciertas semblanzas. Hablo particularmente de la Plataforma Organizativa de los Comunistas Libertarios del Dielo Trouda de 1926, la Plataforma de la Federación de los Anarco-Comunistas de Bulgaria, de 1945 y del Manifiesto Comunista Libertario de George Fontenis de 1953. ¿Ustedes tuvieron contacto con estos documentos en el momento de constitución de la FAU y de aplicación/actualización de este concepto de especifismo? ¿Ellos tuvieron alguna influencia en la creación del especifismo de FAU?

JCM – Parte de esta pregunta de hecho ya fue respondida en considerando anteriores. Pero podemos reiterar que ninguno de estos documentos circuló en la previa de FAU. Salvo el material de Balkansky quien pertenecía a la Federación Búlgara. Esta previa se llamó: Comisión Pro Federación Libertaria Uruguaya (CPFLU) y trabajó durante el año 1955, designada por un Pleno Nacional para la circulación de posiciones sobre variados temas. Verbalmente, en los trabajos de comisiones se mencionaban experiencias como la formación de la Federación Libertaria en Argentina, en 1901. En momentos de la Declaración de Principios o Carta Orgánica había aportes de los “viejos” compañeros que habían participado en muchas instancias organizativas en el Río de la Plata, desde 1905 a 1950. También de militancia joven, especialmente Juventudes Libertarias (JJLL) que tenía gravitación decisiva en ese momento en la Federación de Estudiantes Universitarios que funcionaba con toda una estructura federal de matriz libertaria. La otra agrupación, Cerro, tenía compañeros que habían estado en instancias organizativas diversas, uno en la Revolución Española, que tenían experiencia y ya habían elaborados propuestas concretas en un sentido organizativo, no solo para Principios y Carta Orgánica, sino para Estrategia y Programa. Salieron muchos boletines preparatorios con documentos, ellos incorporaban cualquier propuesta que hubiera para ser considerada en la instancia fundadora. Si alguien lo hubiera propuesto cualquiera de esos documentos que mencionas se hubieran incorporado, el criterio dominante era ese. Vale decir, que el poner el acento en el “Aquí y Ahora”, como se decía, no implicaba ninguna disposición a echar en saco roto experiencias, documentos y luchas anteriores.

No se excluyó nada, simplemente que así como hemos narrado es que se dio la cuestión relativa a documentos que circularon en el proceso de fundación.

Aunque en el proceso de fundación no apareciera ninguno de los documentos mencionados no quiere decir que alguno de los “viejos” compañeros no los conociera. Por ejemplo, las figuras de esos militantes ejemplares como Makhno y Archinov eran de mención frecuente en conversaciones en años anteriores a la fundación de FAU, tanto en el Ateneo del Cerro como en JJLL, y la edición de Argonauta sobre el Movimiento Makhnovista era de circulación regular. Te agrego como curiosidad que todavía hay una versión en ruso, es que había algunos militantes nuestros provenientes de aquellos lugares, que estuvieron vinculados a actividades de FAU.

FC – Hoy, estos documentos que cité arriba constituyen la base de la estrategia de organizaciones que reivindican la tradición plataformista y que se llaman anarco-comunistas. Como el especifismo (con este nombre) es reivindicado solamente acá, en América Latina, muchas de estas organizaciones han sido nuestras interlocutoras en otros países. Primeramente, me gustaría saber si ustedes tienen acceso a estos documentos y que me colocasen sus comentarios sobre ellos. Después, me gustaría saber: ¿para usted, cuál es la diferencia entre especifismo y plataformismo?

JCM – El criterio sobre información y formación militante fue muy amplio. Incluso antes de constituirse la FAU había organizaciones sociales como el Ateneo del Cerro y sindicatos que tenían grandes bibliotecas. El ambiente era impulsar la lectura y crear ambiente para el intercambio. Se leía variados materiales anarquistas y otras obras afines o de interés general. Me estoy refiriendo especialmente al medio obrero. En ese contexto fue mucha la militancia libertaria o afín a nuestras ideas que leyeron: Luigi Fabbri, Rudolf Rocker, Fausto Falaschi, Ricardo Mella, Anselmo Lorenzo, Pedro Archinov, Ricardo Flores Magón, Rafael Barret, Manuel Gonzalez Prada. Obviamente: Bakunin, Malatesta y Kropotkin.

Esto por citar algunos de los materiales que merecieron lecturas comentadas o instancias de discusión informal. Junto a todo esto, folletos y artículos de nuevos enfoques que llegaban como, por ejemplo, planteos de Gastón Leval y otros.

El Plataformismo es más que probable que fuera nococido por mucha militancia. Pero que haya sido un material gravitante por estos lugares no tenemos referencia. No solamente a nivel de FAU, no lo fue tampoco en el Congreso Latinoamericano y nunca mencionado en instancias libertarias que se dieron en la década del 50 y 60. Los anarcocomunistas partidarios de la organización, ya en Argentina, ya en Chile, en esos tiempos iban de la mano de Malatesta.

Menciones regulares a quienes fueron redactores de la Plataforma, en tanto militantes ejemplares, fue cosa común. Siempre se habló de ellos con gran simpatía y respeto. Pero en ese plano.

A mí, personalmente, me quedó la impresión, años después, de que el planteo de los plataformistas era muy afín con el especifismo, particularmente con el que FAU desarrollaba. Un análisis de diferencias y coincidencias entre estos dos planteos; que tienen de actualidad y que cuestiones están estrechamente vinculadas a determinadas coyunturas históricas requieren de un trabajo específico. Podría ser un trabajo más que interesante. Pero eso lleva tiempo, dedicación, mucha consulta de documentación. Es una delicada tarea, un tema sobre el que no se puede improvisar, por lo pronto nosotros no nos animamos a ello. Ni siquiera pensamos en la posibilidad de confeccionar un esquema con un desarrollo básico sin muchas pretensiones. Pues como te había dicho antes de empezar la entrevista, hoy estamos abocados a terminar una parte histórica sobre nuestra organización y el tiempo no da. Así que dejaríamos la respuesta en ese plano de la “impresión”. Como cosa gráfica, te puedo agregar que si preguntaras a compañeros de FAU de anteriores generaciones que es el Plataformismo, supongo que dirían algo así: Un grupo especifista como el nuestro que se nutrió de otra historia y otra experiencia. Esto en base a como se dieron las cosas en este lugar.

Hemos hecho varias menciones a problemas que tenemos que superar, a desafíos que hay por delante, a la necesidad de comenzar a pisar firme para ir recuperando tanto terreno perdido. Todo ello lo decimos de la perspectiva que el anarquismo fue mucho ayer y tiene mucho hoy para decir y hacer. Obvio es que la historia libertaria no empieza hoy. Somos herederos de un pasado lleno de combates, de militantes ejemplares, de verdaderos héroes del pueblo. El anarquismo tiene escritas grandes páginas en la historia. El mundo obrero sabe de su abnegación y entereza. Un pasado que hasta nos asusta. Concepción que ha tenido una consecuencia plena con respecto a la necesidad de cambiar las estructuras del sistema capitalista y marcado con precisión líneas generales de reconstrucción social que tienen, en lo fundamental, una incuestionable vigencia. Puso el acento en la participación popular, en la acción directa, en no entrar “en el corral de ramas” de la burguesía. Ante el fracaso de los otros planteos socialistas hoy puede, ante la historia, reclamar su derecho a aplicar su modelo de sociedad. Claro sólo ante la historia, no ante el poder existente a quien hay que desalojar por que solo no se va y estas, nuestras cosas, las combate a sangre y fuego.

FC – Dentro de las corrientes socialistas (autoritarias y antiautoritarias) hay sectores que, como nosotros, defienden esta separación entre la organización política y el movimiento popular. ¿Usted podría decir cuál es la diferencia de las relaciones entre organización anarquista y los movimientos populares y las relaciones de los partidos leninistas/trotskistas con estos movimientos? O sea, ¿qué diferencia una organización anarquista especifista de un partido autoritario? ¿Usted podría hablar sobre la relación entre la organización anarquista y los movimientos populares?

JCM – Separaríamos los temas a los efectos de intentar hacer más clara la respuesta. Tomaremos inicialmente lo que se ha denominado tradicionalmente partidos autoritarios. Este tema nos lleva de la mano a otro, una nueva forma de hacer política. Lo que equivale a simultáneamente a encarar la forma organizativa política de otra manera y poniendo el acento en un polo prácticamente opuesto al de los grupos marxistas en general. Todos ellos poseen una estrategia en la que se asigna una participación mínima o pasiva a la clase trabajadora y al movimiento popular en general. Ellos estiman que representan los intereses de los trabajadores y que es el partido al que hay que fortalecer ya que los cambios o en algunos casos el evento revolucionario vendrá desde arriba digitado por tal partido. En todos los casos, grados más grados menos, las llamadas “masas” ofician de furgón de cola. Es el partido quien dirige el proceso y lo que se debe hacer y no le deja al movimiento de “masas” alternativa alguna de participación decisoria en nada relevante.

Sin duda hay que hacer diferenciaciones de las estrategias de estos partidos, las socialesdemocracias y el marxismo-leninismo.

La historia de las socialesdemocracias es por demás conocidas aunque pese a todo, con uno u otro ropaje reaparecen. Las posiciones reformistas de la socialdemocracia de la II Internacional apelaban a cambios graduales mediante reformas, cambios que no ponían en cuestión la estructura de dominación y estos partidos, bastante rápidamente se transformaron en paladines de las tibias modificaciones o ajustes secundarios del funcionamiento del sistema. Aunque mencionando la palabra socialismo en sus discursos pronto en lo hechos renunciaron a toda posibilidad real de superar el capitalismo, el reformismo no se munió de una estrategia de poder, se acomodó en su seno hasta integrarse al conjunto de las estructuras, funcionamiento, instituciones del capitalismo y su lógica fue del mismo tenor. Eso sí pidiendo el voto al pueblo diciéndole que lo representaba. Finalmente, ha hecho del capitalismo su mejor ámbito de existencia y reproducción y ya poco o nada habla de socialismo ni de ir cambiando a fondo tras mejoras al capitalismo. Tal es así que en muchos países han hecho recambios con partidos de derecha, es decir un periodo socialdemócrata y otro derechista.

Por otro lado tenemos el caso de Lenin, que tomando la tesis de Kausky de que la ideología viene de afuera, deposita en el partido también la ideología del proletariado.

Siendo así es el partido quien hace la política, y quien es portador esclarecido de la ideología de las multitudes obreras. Clara concepción vanguardista que apropia todo y que finalmente lo deposita en los intelectuales, casi todos provenientes de sectores pudientes, o de clase media alta, de la sociedad. Por otro lado, es necesario acotar aquí por la importancia que tiene que aparecen confundidos dos elementos muy distintos: la ideología y la teoría. Es tema que más adelante, aunque sea en forma sintética, tocaremos.

Los de abajo, vamos a usar este término que nos parece claro y que es el que usaba Bakunin en ciertas oportunidades, quedan subordinados para todo lo que no sea reclamos reivindicativos y esto siempre que esos reclamos no choquen con alianzas y prioridades coyunturales establecidas por el partido.

En los hechos había una sola dirección: del partido a la clase y la población toda. La creencia de que la población, y su sujeto histórico, “la clase”, debían permanecer subordinadas al Partido, dado que sola, la clase era incapaz de crear instancias de liberación. “No tenía conciencia para sí” decían. También, la creencia de que en el seno de la sociedad capitalista no se podían generar, desde abajo, básicas condiciones para su ruptura. No importaba, entonces, el grado de desarrollo, de autoorganización, de autogestión de instancias populares. No se trataba, en el fondo, de crear un pueblo fuerte sino un Partido fuerte.

Una vez en el poder, la lógica no cambió. El proletariado y el pueblo debían ser fieles, so pena de ser tratados como traidores, de quienes lo representaban y llevaban adelante sus intereses últimos. El pilar de la continuidad del régimen descansaba en un pueblo obediente o que no manifestara expresamente su discrepancia.

Bien podría decirse que nosotros no separamos los dos niveles, y mucho menos subordinando un nivel al otro. Creemos sí que son niveles específicos que cumplen funciones sociales diferenciadas y que deben estar en interacción constante.

La forma organizativa no es de menor importancia. El centralismo “democrático” es toda una concepción, se articula con la dinámica vanguardista del partido; sin esta herramienta organizativa esta orientación no sería posible. De ahí que esta forma organizativa debe ser visualizada como una relación de importancia de la estructura conceptual de estas organizaciones. Como lo sería el federalismo para las nuestras.

Hay otras corrientes históricas del marxismo pero puede decirse que tienen un común denominador: la concepción vanguardista. Muchas veces aggiornada pero que no tocan el eje de su accionar político fundamental. Y todas ellas hacen centro en el Estado para desde allí encarar el cambio que suponen pueden hacer.

Corrientes antiautoritarias hay en este momento una variedad, que quizás no podamos definirlas con rigor si les adjudicamos un patrón común. Históricamente en el Río de la Plata hubo grupos con peso, más que nada en Argentina, que se denominaban antiorganizadores. Con el tiempo y en proceso complejo, se incorporaron a la labor sindical e impulsaron desde allí un sindicalismo revolucionario. De nuestras tiendas, tenemos el anarcosindicalismo que resulta un movimiento antiautoritario muy singular. En los hechos hace política e ideología desde la propia labor sindical. Inscriptos en una concepción de que el sindicato es apto para hacer la revolución y para posteriormente reconstruir la sociedad sobre bases distintas: socialistas y libertarias. Pero a diferencia de la mayoría de los otros grupos antiautoritarios están insertos en el medio sindical y tratan a diario con las reivindicaciones, exigencias y luchas de la parte de la clase obrera que se encuentra vinculada a ella. Por ejemplo, sectores de la Confederación General del Trabajo (CGT) española, definidamente anarquistas, impulsaron años atrás una instancia que sirviera de encuentro y diálogo dentro de los grupos anarquistas interesados en revitalizar nuestra ideología, esta iniciativa se llamó SIL (Solidaridad Internacional Libertaria), en ese momento era Secretario de CGT José María Olaizola quien fue un impulsor de esta iniciativa. Se habría una instancia en donde podíamos analizar nuestra actual situación con compañeros de diferentes países. La nueva comisión de CGT que llegó designada por el Congreso no le dio continuidad a esta tarea y ella murió. Los compañeros que habían estado de acuerdo en la formación de SIL, la mayoría, formaron el grupo Apoyo Mutuo y siguen con la misma preocupación. Este núcleo es organicista y tiene relaciones muy cercanas con organizaciones específicas tanto de Europa como de América Latina. Fue la mención con algunos detalles para graficar mejor lo singular de algunos de estos movimientos y los puntos en común que podemos llegar a tener.

Nos referiremos brevemente a una resolución del Congreso de FAU de 1986, porque nos parec
e que tiene bastante que ver sobre el tema. En esta resolución, que se ratifica en el próximo congreso de 1988, se establece que se hará el máximo posible para trabajos puntuales, acuerdos básicos en el seno de organizaciones sociales, con todos los compañeros libertarios que estén militando en aquellos planos que la organización abarca. Que se evitará al máximo las polémicas, que tan desangrantes e infecundas fueron en otros momentos y que hoy amenazan regresar. Con respecto a estos otros nucleamientos de grupos anarquistas partiremos de la base que tienen otros planteos, otras preferencias, otra estrategia y así lo entenderemos para cualquier acción conjunta puntual del orden que sea. En tal marco, y como organización diferenciada y con su propia estrategia, coordinaremos lo que resulte posible en materia de acción social. Tenemos claro que habrá agrupamientos que desean hacerlo y otros no. La discusión a realizar en tales situaciones será únicamente referida al punto concreto en cuestión.

Esto se ha llevado a la práctica en varias oportunidades. Hubo coordinación con otros grupos y compañeros anarquistas, por ejemplo, en oportunidad de la guerra contra Irak, en fecha de Sacco y Vanzetti, Revolución Española. Pero, no hay duda, esto depende de cada lugar y el reracionamiento que se establezca.

Referido a la pregunta sobre el tema Partido. Se ha identificado, bastante más en los últimos tiempos, los conceptos de Partido y política. Y por partido una forma de hacer política altamente desprestigiada en vastos sectores. Los Partidos a los que se alude son electoralistas y de estructura centralista-democrática y el pueblo sólo es tenido en cuenta en periodos electorales, durante el resto del tiempo la distancia es total y de vez en cuando algún ministro o senador vota represión contra reclamaciones de aquellos sus votantes.

La política, según la entendemos, y muchos otros grupos libertarios de la misma forma, no es eso. No se puede tirar el agua sucia de la bañera con niño y todo.

Dentro de la separación que hice para responder tu pregunta, que eran varias en una, le toca el turno ahora a: las relaciones entre organizaciones sociales y políticas. Aquí sólo tocaremos un aspecto y dejaremos casi todo el tema Poder Popular para tratarlo un poco más adelante en esta entrevista.

Una primera cosa que nos parece necesario tocar aquí, es la temática de la independencia de clase. Por clase aquí nos estamos refiriendo al espectro de clases oprimidas producido en este periodo histórico. Esto último lo decimos de paso y más adelante trataremos de desarrollarlo un poco. Esta temática de la Independencia de Clase la vemos estrechamente vinculada a la posibilidad de producir poder popular. Como decía la FAU en la década del 60 de “producir un pueblo fuerte”. La producción del discurso correspondiente es sin duda de primordial importancia. Como dicen algunos estudiosos de estos temas: “En cualquier sociedad, múltiples relaciones de poder atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social. Estas relaciones de poder no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento de los discursos”.

Una concepción y una práctica de poder popular tiene su producción específica, tiene su propio discurso. Tiene su propia producción. Para que juegue como fuerza transformadora, condicionante de coyunturas, produciendo avances desestructurantes hay una condición necesaria: debe mantener en todo momento su independencia. Independencia de clase se decía en otros momentos del desarrollo histórico, hoy diríamos con ajuste al nuevo contexto: independencia de las clases oprimidas, vale decir de todos los movimientos sociales.

Pero deseamos remarcar que al señalar esta categoría, tenemos especialmente en cuenta las características particulares de cada formación social, su historia, sus transformaciones, sin descuidar lo que tiene de común con otros países, más que nada con los del área y obviamente las condicionantes que las estructuras de poder mundial establecen.

Ya es bien sabido las mallas del poder dominante trituran, manipulan, moldean. Insertan en su seno, partidos, ideologías, movimientos, historias, los amasan y después los devuelven como buenos seguidores de lo viejo y reproductores de lo actual. El mecanismo se repite una y otra vez. Y se reiteran un montón inconmensurables de fuerzas girando en esa rueda loca. A estos dispositivos es a los que hay que dispararle con propuestas y acción de un contenido diferente. Con una coherencia que permita pisar firme.

Pues demás está remarcar que la circulación al infinito de las mismas dinámicas y lógicas no puedan crear algo nuevo, sólo recrear lo existente, con mayor o menor fantasía.

Para hacer posible otras relaciones sociales, los hechos parecen indicar la necesidad de uso de otros materiales para esa nueva construcción. Otro enfoque, otra perspectiva, otra lógica, otras prácticas, otros mecanismos. Otro punto de partida. Nada original, es la nueva civilización que bosquejaron los viejos socialistas. Ese proceso debe descansar y desplegarse en una férrea independencia de las clases oprimidas. De un pueblo construyendo su destino al ritmo que las condiciones históricas habiliten. Los escollos, las relaciones, las propias alianzas tácitas y explícitas deben hacerse desde esa perspectiva de independencia. Como no puede ni debe aislarse, como debe estar en el “tumulto” y los complejos y variables aconteceres sociales ese factor adquiere una importancia de carácter estratégico de primer orden.

Ya lo hemos visto, por fuera de los canales tradicionales las poblaciones han comenzado a realizar sus reclamos, sus protestas, sus exigencias.

Pero no son solo en macroluchas, que han volteado gobierno o impedido golpes de estado de derecha sino también en combates reivindicativos de acción directa por variados temas puntuales y algunas veces ejerciendo justicia popular.

En estos últimos tiempo no han sido ni gobiernos ni partidos de tipo socialdemócratas los que han salido a frenar efectivamente el arrase neoliberal en avance. Según nos muestra este reciente pedazo de historia las únicas fuerzas sociales que actuaron realmente en pos de bloquear, resistir e incluso derrocar regímenes neoliberales fueron las de los movimientos de clases oprimidas ganando las calles. Después llegaron gobiernos “progresistas” de distinto signo. Pero eso ya es otro tema.

Los anclados en los paradigmas de un pasado que ya no existe, hablan y tratan de analizar la forma en como se podría canalizar esta expresión popular para que encauce su lucha por las vías autorizadas, no se quieren convencer que ellas sólo domestican cuerpos pero que resultan perversas para atender las urgencias y anhelos populares. Quieren llevar la energía y la esperanza que resurge a puertos sin salida.

Un proceso de avance hacia el socialismo será obra de determinadas prácticas que permiten una real formación de conciencia del propósito propio, en ello la solidaridad cumplirá rol más que importante, igualmente la movilización y organización de las distintas expresiones populares. De todo ese universo de los de abajo.

Se sabe, el socialismo no se decreta ni lo harán por su cuenta los partidos que así se definen. Una organización política en sintonía con su tiempo y el movimiento popular tiene un papel fundamental a cumplir, pero la fuerza reside en el pueblo mismo. Tanto para la etapa previa como para la posterior.

La independencia del movimiento popular, de todas sus formas organizativas: autogestivas, de autoorganización, participación efectiva, federalista son lo que darán solidez al proceso y posibilidades reales para un cambio hacia formas socialistas.

Sí, también hay otros que aventuran opiniones un tanto osadas. Nos dicen que hay en estas movilizaciones populares el germen de lo nuevo, de la sociedad “postcapitalista”. Y que es un proceso imparable. Ningún fatalismo es bueno. Será necesario la organización y la voluntad de fuerzas sociales para producir cambios profundos, para marcar una línea a un proceso consecuente. Para ello la organización política inserta y en sintonía con tal proceso resulta imprescindible.

FC – ¿Hay un socialismo científico? ¿Se puede producir un cuerpo conceptual que conduzca a él? ¿Si no existe ninguna fatalidad que nos conduzca al socialismo, como no la hay, cómo definiríamos entonces el socialismo, en nuestro caso el socialismo libertario?

JCM – Se ha manejado con cierta regularidad estos dos conceptos como sinónimos, como si estuviéramos hablando de lo mismo. El llamado socialismo científico tiene algo que ver con esta situación. Teoría (terreno de ciencia) es una cosa y muy otra ideología. Quizás haga más clara la respuesta si tratamos esto de ideología y teoría previamente al asunto socialismo científico. Hay escritos de diferentes momentos en la organización que incursionaron en tal problemática y a ellos trataremos de recurrir. La teoría, en la parte social que es nuestro objeto en este momento, apunta a la elaboración de instrumentos conceptuales para pensar y conocer todo lo riguroso que sea posible, lo más profundamente ese conjunto social concreto, es decir, la formación social correspondiente con el conjunto de sus estructuras y prácticas. Es en este sentido que puede hablarse de teoría como equivalente a ciencia y es en este sentido que debe pensarse el tema.

La ideología, en cambio, consta de elementos de naturaleza no científica, que contribuyen a dinamizar la acción motivándola en base a circunstancias que aunque tienen que ver con las condiciones sociales existentes no derivan en sentido estricto de ellas, no están determinadas mecánicamente por lo que en algún momento se llamó lo objetivo o también la infraestructura. Son componentes de primer orden de la ideología: ideas, representaciones, comportamientos, reflejos, sensibilidad. La expresión de motivaciones, la propuesta de objetivos, de aspiraciones, de metas ideales, de utopías, de esperanzas, odios, anhelos, eso pertenece al campo de la ideología.

El análisis riguroso de una situación concreta será así un análisis teórico lo más científico que sea posible.

La teoría juega un papel distinto, ella precisa, circunstancia, las condiciones de la acción política.

Entre teoría e ideología es de aspirar que exista una vinculación estrecha, ya que las propuestas de la segunda se funden y apoyan en las conclusiones del análisis teórico. Lo instrumenta. Una ideología será tanto más eficaz como motor de la acción política cuanto más firmemente se apoye en las adquisiciones de la teoría.

El trabajo teórico es siempre un trabajo que se sustenta y se basa en lo que sucede en la realidad histórica. Sin embargo, como trabajo se sitúa enteramente en el campo del pensamiento: no hay conceptos que sean más reales que otros conceptos. Así como la ideología es tan real como las fuerzas productivas.

Caben entonces algunas puntualizaciones que a continuación haremos.

La distinción entre la realidad existente, los procesos reales históricos y por otra parte los procesos del pensamiento, apuntando al conocimiento y comprensión de aquella realidad. El proceso de pensamiento es, en este caso, una realidad distinta cumpliendo determinadas funciones.

La producción científica, teórica tiene su carácter específico que se debe ubicar con precisión y sin confusión. Hay aquí un esfuerzo del conocimiento, con las herramientas que cada época da, con miras a que sobre el objeto tratado se logre el mayor rigor científico posible. La “caja de herramientas” científicas a usar no excluye creaciones y posibles discontinuidades, por más que estas sean episódicas en la historia del conocimiento. De todas maneras es a partir de determinado nivel de saber que se hace posible la creación de un nuevo conocimiento que afectará la episteme de turno.

Pero volvamos a la parte de la teoría política que es lo que aquí interesa. El trabajo teórico es siempre, en este terreno, a partir de una materia prima determinada. Pero es de destacar que parte de informaciones, de datos y nociones que sobre el tema en tratamiento se tiene. Este material primario es tratado, en el proceso de trabajo teórico, por medio de ciertos útiles conceptuales, de ciertos instrumentos de pensamiento. El producto de este tratamiento, de este trabajo es el conocimiento. Propiamente hablando, sólo existen objetos singulares (situaciones históricas determinadas, en sociedades determinadas, en momentos determinados). El conocimiento teórico lo que tiene como fin, es su propósito, es conocer esas singularidades al máximo posible.

En el proceso de producción del conocimiento por lo tanto, se transforma la materia prima (percepción superficial) en un producto (conocimiento riguroso, científico de ella).

Muchas producciones pasan a ser instrumentos que ya no refieren a lo singular, son conceptos generales, tal el caso de clase por ejemplo.

Queremos dejar dicho con esto que el proceso de conocimiento del conjunto de la realidad social es susceptible de una profundización teórica infinita. Pues el conocimiento en tanto tal es infinito.

De ahí que sea inadecuado esperar un conocimiento “acabado” de la realidad social en su conjunto para comenzar a actuar sobre ella tratando de transformarla. No menos inadecuado es intentar transformarla sin conocerla adecuadamente.

El socialismo, la idea y aspiración a una sociedad distinta, al establecimiento de relaciones sociales justas y solidarias, a los “sueños” de igualdad y libertad son elementos que pertenecen al campo de la ideología. La ideología, fuere cual fuere ella es inherente a la condición humana, a ese ser humano social. No existe ser humano sin ideología, no hay parque jurásico para él. Las aspiraciones, “sueños”, odios, anhelos, amores, todo ello con dioses metidos en el medio, han estado siempre en el interior del ser humano. Por supuesto que sin que estos conceptos, que son de este tiempo, expresen ni cerca aquellos sentimientos. Al no haber un sujeto en sí, universal (invento de nuestro tiempo) los sujetos han sido muy distintos en diferentes momentos. El sujeto en tanto producción histórica es hijo de su tiempo. A nosotros hoy nos interesa el sujeto, la ideología en esta estructura de dominación llamada capitalismo.

Es en tal contexto de diferenciación de teoría e ideología que podemos hablar y hablamos de certidumbre ideológica y de “ignorancia filosófica” como gustaba decir a Malatesta. ”Ignorancia” en el sentido de que el conocimiento es infinito pero no en que debemos tender a conocer el máximo posible en nuestros tiempo para que nuestro accionar social-político no de palos de ciego.

No hay socialismo científico, ninguna ley social nos traerá de la mano esa sublime aspiración; tampoco se obtendrá un saber sobre las leyes del complejo funcionamiento social al grado que podamos predecir con total certeza acontecimientos, el devenir, el carácter específico de cierto futuro. Hay enseñanzas que ha dado la historia, una de ellas es que la participación en lo acontecimientos es fundamental, que la lucha es la que genera posibilidades nuevas. Y es este tipo de enseñanzas y todo el desarrollo teórico que una organización pueda obtener lo que le permitirá dar pasos hacia un socialismo que sólo nunca llegaría.

FC – ¿Piensa que la ideología es un elemento fundamental para la acción política junto con la teoría? A nivel de formaciones sociales, ¿puede hablarse de una sola ideología?

JCM – Sí, la ideología es un elemento fundamental para la acción política, está siempre presente de una manera u otra, es simultánea con la acción. Es una esfera de primer orden de la realidad social y no puede concebirse como un reflejo. Por momentos, es ella la que “determina” acontecimientos en los que sin duda intervienen un amplio espectro de elementos tales como lo económico, lo jurídico-político. Marx la definía como un espejo en su esquema economicista de infra y super. Está lejos de ser eso, es una esfera que tiene su autonomía relativa y que opera en interacción constante con enorme gravitación. Incluso estudiosos del tema le adjudican su propio tiempo de desarrollo y cambio. Rompiendo así con el concepto de tiempo homogéneo que está implícito en la mayoría de los estudios sociales. Puede cambiar la economía y al mismo tiempo cambiar muy poco la ideología e incluso seguir reproduciendo gran parte de lo anterior. La URSS y Cuba pueden dar fe empírica de esta condición de la ideología. Hay quienes afirman con bastante fundamento que la ideología, o gran parte de ella, perdura aún desaparecidas las condiciones materiales que le dieron origen.

Sí, importa especialmente ver operando la ideología en las formaciones sociales concretas, pues no es extraño que el concepto general se vincule únicamente con el proletariado, vale decir la clase que en el abstracto formal es la antagónica a la clase dominante. Mientras que en una formación social lo que se encuentra, por más que el marco sea el de dominación del sistema capitalista, muchas cosas que no están en estado puro y si más bien “mezcladas”. De todas maneras, es de primordial importancia tomar como referencia la ideología desarrollada en los medios obreros a través de la historia y los valores que legó a las aspiraciones de una nueva sociedad sobre otras bases.

Ideología y valores obreros

Los cambios operados en el campo social, en el terreno del trabajo, han producido un conjunto de nuevas y dispersas prácticas sociales. Se han ido creando muchos “compartimentos estancos o semi-estancos”, con ninguna o poca relación entre sí. Pero lo que queremos resaltar aquí es el problema ideológico que esto trae de la mano.

En otro momento histórico, en un trayecto de otro despliegue y articulación del sistema capitalista, se produjeron con cierto peso un conjunto de ideas, representaciones, nociones, sentimientos, en el imaginario del universo obrero. El sistema capitalista y el burgués eran enemigos visibles. Sus intereses eran frontalmente opuestos a los de la clase trabajadora. Los obreros concentrados en grandes fábricas se dieron formas organizativas para arrancar mejoras, por ello sufrieron múltiples y brutales represiones. Buena parte del imaginario obrero se comenzó a poblar de ciertas certidumbres: en este sistema no había lugar para él, lograr justicia era una quimera. Las luchas frontales, las condiciones crueles de vida, la solidaridad grupal, despertaron sueños que tenían que ver con la emancipación social. Elementos ideológicos antagónicos al sistema animaron luchas inmediatas y sueños futuros. Estaban nucleados en grandes fábricas y sindicatos y un sentimiento de fuerza y pertenencia a algo distinto al sistema estaba allí, latente, mezclado con otros ingredientes, capaz de ser organizados con coherencia. Si es cierto que sólo se puede organizar lo que tiene nivel de existencia, en tales circunstancias sociales se podía y se organizó, en forma primaria y también con cierto desarrollo, una ideología antagónica enemiga del sistema capitalista y aspirando a otro muy distinto ordenamiento social.

Claro está no fueron discursos abstractos, intelectuales, lo que dieron existencia a esa ideología, fueron las condiciones en que transcurría su vida cotidiana, sus práctica, sus luchas, su solidaridad de hombro con hombro. Sí, la teoría cumplió una labor, organizar ese mundo de ideas y sentimientos “entreverado” y poseedor de muchos y poderosos fragmentos antagónicos.

Se dan como pertenecientes a ese periodo histórico la producción de valores como: solidaridad, mutuo apoyo, concebir un mundo distinto al existente, ubicar al opresor y explotador como enemigo irreconciliable. Cuerpos que fueron disciplinados para el trabajo regular y metódico y que recrearon esa condición en: orgullo de ser trabajador, de producir los bienes sociales, de estimar su tarea como primordial para lograr bienestar en la sociedad, de pensar toda reconstrucción sobre la base de la producción necesaria de bienes y servicios. Pero su perspectiva no fue estrecha y pensó en su tiempo libre para disfrutar de “la vida” fue así que luchó por la reducción de la jornada de trabajo. Y trabajar nada más que lo necesario también estuvo en su horizonte ideológico.

¿Estas ideas y valores murieron junto a la etapa del capitalismo que duró hasta hace aproximadamente tres décadas? ¿Estos elementos ideológicos fueron desterrados o enterrados por la fragmentación? Responderíamos en principio que no es así. Muchos y serios estudios nos informan que la ideología no tiene el mismo ritmo de cambio que otras estructuras sociales. Que tiene ella, como ya mencionamos antes, la particularidad de permanecer aún desaparecidas las condiciones que le dieron existencia. Si esto fuera así, un bagaje importante de esa producción histórica estaría aún con vida, quizás más mezclada que nunca. Estaría ahí, entonces, en el imaginario popular que es tan material como cualquier otra materia.

¿En donde se encuentra exactamente? ¿En que estado está? Estas preguntas, claro está pueden hacerse otras, son las que nos importan hoy. Vamos a agregarle otra interrogante: ¿Se reconstruye esto con discursos intelectuales o puramente teóricos? Nada parece indicarlo.

¿En que marco está hoy esta ideología imprescindible para la ruptura? ¿En que otros lugares puede producirse algo parecido y articulable con ella?

Aquí tendríamos que conciliar a Malatesta con Bachelard. El primero decía que es bueno ubicar que estamos siempre en ignorancia filosófica, pues esto nos permite un pensamiento crítico y saber que las certidumbres no son tales en términos absolutos. El segundo nos diría que ya es un avance plantearse correctamente un problema aunque no podamos avanzar mucho en su desarrollo. Y ese es el asunto: queremos sólo plantear un problema para razonar sobre él. No creemos que hoy podamos avanzar mucho, pero, queda planteado.

Pero ¿porque queremos hablar de cosas que ignoramos tanto? La respuesta es: tenemos la convicción de que sin una ideología antagónica, de valores obreros, no hay posibilidad de superación de este inmundo sistema y ni siquiera, hoy, de importantes conquistas para los de abajo. Y que en nuestro continente hay expresiones ideológicas diversas que deben ser estudiadas y que sin ubicar sus códigos específicos la comunicación de una organización política se puede parecer a arar en el desierto. Hay población originaria que no puede solo ser reducida explicativamente a la categoría de raíz económica, campesino. Hay opresiones como por ejemplo para comunidades de diferentes etnias, hay afrodecendientes, la situación de la mujer, el “marginado” que carece de cosas fundamentales. En este, y otros, universos no puede estarse creando ideología proletaria clásica, pues eso significaría desprender al sujeto de lo que vive diariamente y como lo vive. Agreguemos algunas consideraciones más.

Los compartimentos sociales hijos de la fragmentación

Las condiciones sociales regulares y concretas que debe enfrentar en cada momento un grupo deriva en comportamientos específicos. Ellas son productoras de elementos ideológicos. Es de más peso para las personas que se socializan desde la infancia en determinados compartimentos. La diferencia generadora de esta situación es básicamente la desigualdad. Una distribución de brutal desigualdad de bienes materiales y simbólicos. Hay quienes afirman que así “se reproduce en el individuo o grupo la estructura del universo social donde transcurre su existencia”. Los comportamientos sociales son semejantes para todos aquellos que están en un determinado compartimento. De esta forma, una clase oprimida, fragmentada, no está produciendo lo mismo, ideológicamente hablando, en cada uno de sus compartimentos. Hay por lo tanto fracciones de clase que, en esta fluida y atomizada situación social guardan una relación lejana, de poca o nula producción, con la ideología del trabajo. Tanto el compartimento ya ajeno a una experiencia directa, por ausencia de las condiciones que lo permiten, como en casi otro extremo el beneficiario privilegiado de material simbólico cada vez mas “lleno” de contenido reproductor y que no tiene oportunidades tampoco de incorporarse al universo obrero.

Parece imprescindible ver como se logra romper o penetrar compartimentos diferenciados y que no están produciendo ideológicamente lo mismo. Casi equivale a la pregunta de ¿como podemos articular las prácticas específicas de cada fracción con el legado histórico y discursos racionales, para obtener ideología de confrontación y ruptura?

Cuando hablamos de la construcción de una ideología de resistencia no nos referimos a una elaboración intelectual sino a una dinámica social a la que vamos con nuestra intencionalidad y que tenemos presente sus mecanismos y esfera real de interpenetración posible. El intento de comprensión de este fenómeno complejo pertenece sí a la esfera de la teoría. Y he aquí una tarea de la organización política que no se compagina con la rutina ni la repetición de esquemas o abstracciones puras. Abstracciones que tienen gran valor para su campo específico y que bien tomadas pueden ser guía para la comprensión de fenómenos históricos concretos ubicados en tiempo y lugar singulares.

Esta temática, lo más trabajada posible, creemos nos resultará, en su plano, de particular importancia en la concepción estratégica tanto de Frente de Clases Oprimidas como de Poder Popular.

FC – ¿Cuáles son las posiciones que los anarquistas deben defender en los movimientos populares? ¿Cómo puede funcionar la organización específica como un agente catalizador dentro de ellos, los influenciando para tener determinadas características y conectando diferentes movimientos con el objetivo de aumentar su fuerza social?

JCM – El anarquismo organizado políticamente es lo decisivo.

Haremos uso, adecuaciones y síntesis de materiales de FAU para responder esta pregunta. El problema del poder, decisivo en un cambio social profundo, sólo puede resolverse finalmente a nivel político, a través de la lucha política. Y esta requiere una forma específica de organización: la organización política revolucionaria, para nosotros de matriz libertaria. Sólo a través de su acción, enraizada en las masas, en los diferentes procesos populares, puede lograrse la destrucción del aparato estatal burgués, el conjunto de micropoderes que lo sostienen y que recrean. Es imprescindible su sustitución por mecanismos de poder popular visto desde una perspectiva política y asentados en un pueblo fuerte.

Aquí nos parece necesario agregar aunque sea brevemente algo más sobre el poder. Los estudios que parecen más rigurosos nos indican algunas cuestiones fundamentales a saber: que el poder circula por todo el cuerpo social, por las diferentes esferas estructuradas. Vale decir por todas las relaciones sociales. Tendríamos así poder en lo económico, jurídico-político-militar, ideológico-cultural. Tendríamos poder en todos los niveles de la sociedad. En las escalas menores el poder adquiere importancia también a la luz de la formación de embriones de nueva civilización, en la entramada de diferentes formas de autoorganización o autogestión. En gran escala lo tendríamos en lugares de mayor “volumen”, concentrado, con también mayor irradiación.

Hay, y esto nos importa mucho, un universo social de lo cotidiano, de dimensión chica, que es una fábrica de producción de nuevas nociones, resistencias y técnicas de poder popular, y es aquí donde hay por parte de la organización política anarquista una gran labor a desempeñar.

En efecto. Las formas de poder, el Estado como una instancia especial, se ubican en un nivel preciso de la actual estructura social. Aunque tiene, obviamente, relaciones de interdependencia con los restantes niveles de la realidad social (económico, ideológico, jurídico etc.) no pueden ser reducidos, simplemente a ellos. En términos concretos esto significa que la actividad política no puede ser reducida a la lucha económica, tampoco solamente a la práctica sindical y popular en general aunque ésta pueda contener, como efectivamente contiene, elementos “políticos”.

Pero esta lucha económica, reivindicativa popular, no produce espontáneamente la lucha contra el poder político como tal. Y menos aún los medios organizativos y técnicos para la lucha por el poder, la capacidad para discontinuar las relaciones sociales que vienen.

Por eso el espontaneísmo, las movilizaciones espontáneas de “masas”, reflejo de una acumulación de problemas sin solución que, de pronto “estallan”, si no son canalizados e instrumentados adecuadamente, difícilmente trascienden al plano político en términos de modificar relaciones de poder, de abrir brechas para un nuevo proceso que se oriente al cambio profundo.

Ello sucede porque el derrocamiento del poder, que la burguesía no puede admitir, porque en ello le va la vida, supone la creación de otro orden social, lo cual exige la adopción de otro “modelo” de organización (que implica otra economía, otra ideología) y además una inevitable lucha, un proceso de luchas populares constantes, que también implica medios técnicos, que el movimiento de “masas”, por sí, espontáneamente, no puede desarrollar con éxito. Tampoco es esa su tarea específica. Esa es, en un largo tramo histórico y en nuestra época, la enseñanza a extraer de los grandes movimientos espontáneos de “masas”, muy ricos en la experiencia que arrojan, pero que no se corresponden con una estrategia que apunte deliberadamente al cambio del sistema. Un movimiento de “masas” que ha ido construyendo cierto grado de poder popular, algunas nuevas prácticas sociales y produciendo nuevas nociones ideológicas.

En el grado actual de desarrollo del sistema, lo único que garantiza el triunfo es la destrucción del aparato de poder burgués, toda su estructura de dominación en la que el estado cumple rol de primera importancia, (de condensación dicen algunos y otros le dan el nombre de coagulación) lo cual supone una acción político-revolucionaria más o menos prolongada, con una estrategia renovada, con una táctica ajustada a las variantes de las coyunturas sociales.
Negarse a admitir esto como inevitable, es renunciar a todo cambio revolucionario, que es el único tipo de cambio real y profundo que se puede dar a nivel de cómo está estructurado este sistema de dominación.

Se ha dicho, con acierto, que un resultado ideológico esencial radica en demostrar ante el pueblo una perspectiva de victoria, un camino de esperanza, de confianza en la posibilidad de un cambio profundo, revolucionario.

Y esa función “demostrativa” es función de una organización política. En nuestro caso del anarquismo organizado. Tratando en todo su accionar de promover un nivel ideológico, de conciencia, del tipo que no puede generarse en la práctica espontánea de las masas tan saturadas por nociones, valores, representaciones que el sistema inocula con sus grandes medios, todo el disciplinamiento que un conjunto de mecanismos operan para hacerlo efectivo. Se trata de constituir un nivel que supone la superación de ese tipo de espontaneísmo.

A esos requerimientos trata de dar satisfacción el desarrollo de una actividad específicamente política, única capaz de encauzar hacia la victoria la rebeldía y las construcciones que se generen a nivel popular en variados procesos.

Se necesita pues, primordialmente, una organización política. En la coyuntura actual hoy y aquí, ella tiene ciertas características derivadas de las peculiaridades estratégicas que la situación impone. De todas formas esa organización política debe ser portadora de aquellos valores, para lo interno y hacia fuera que considera primordial para unas nuevas relaciones sociales.

Cuando una nueva forma de hacer política solo es retórica

Pero una nueva forma de hacer política o construir el poder popular no deben ser frases para una linda retórica o para poner un poco de cosmético de buen color a viejos y reiterados discursos que llevan finalmente al mismo puerto una y otra vez. Despacio porque tengo prisa, dice un dicho. Pues la prisa ha llevado, circularmente, repetidamente, a callejones sin salida o a meter más profundamente a los de abajo, y postulantes a representarlos, en este despiadado sistema.

Nuestro proyecto de intención revolucionaria comprende hoy, como ayer, la elección coherente de caminos para transitar. Sin dogmas en cuanto a las herramientas teóricas a usar, toda producción rigurosa que permita mejor lectura debe ser tenida en cuenta. Con aquella frescura y apertura que nos permita vivir nuestro tiempo, teniendo muy presente todos los cambios que trajo y trae. Dotarnos, en fin, de una lectura que ubique sin anteojeras los reales problemas de nuestra época. Al mismo tiempo con firmeza e intransigencia para enfrentar todo lo que produce y sostiene al sistema actual, con el corazón y tesón puesto en un porvenir que hay que construir todos los días en los diferentes ámbitos de militancia.

Sin elitismos ni vanguardias, dos formas de jerarquizar las prácticas y deslizar, posiblemente inconcientemente, valores que no pertenecen al campo de los oprimidos ni a un proceso que necesita ser bañado por la luz de nuevos valores para que su marcha no sea confusa y hasta negativa. Pues de lo contrario no se estaría desestructurando ideológicamente esos valores jerárquicos tan conectados con la dominación y la obediencia sino remachando producciones ajenas sobre el sujeto histórico. Organización política, como la entendemos, no es sinónimo de vanguardia ni de elites “esclarecidas” sin las cuales el pobre “pueblo ignorante” no sale del laberinto capitalista. Sí, la organización política forma parte sustancial en la construcción de esa salida pero desde otros valores, desde otras prácticas ideológicas y éticas, desde otra sensibilidad social. Organización eficiente no es sinónimo de jerarquía. Organización política siempre adentro y formando parte del proceso con el pueblo, conviviendo con su grado de conciencia. Aspirando a contribuir a su elevación o modificación positiva con sentimiento de pertenencia a ese pueblo en plano de igualdad no de las “alturas” del saber.

Las autoproclamadas vanguardias, con una clásica concepción, de que son los portadores del futuro que llegan al seno del pueblo con la nueva buena, merecen ser ya una especie en extinción si los juzgamos a la luz de la historia. La ideología no viene de afuera, se produce en el seno mismo de las prácticas, en las ideas y comportamientos que el pueblo va realizando a través de sus diversos enfrentamientos. La producción de una tecnología social-política nueva y “discursos de saber” correspondientes a la liberación no pueden producirse sin desplazar a los que hacen a la dominación. Son discursos que deben entrar en confrontación y que deben abrevar de todas las instancias de resistencia donde el pueblo protagoniza luchas. En tal sentido, también la organización política está en constante reeducación.

Recurriremos finalmente a una síntesis. Para nosotros, práctica política es toda actividad que tenga por objeto la relación de los explotados y oprimidos con los organismos del poder político, el Estado, el gobierno y sus distintas expresiones. Práctica política es el enfrentamiento con el gobierno, como expresión del poder impuesto, la defensa y la ampliación de las libertades públicas e individuales, la capacidad de propuestas que atañen al interés general de la población o a aspectos parciales del mismo. Y práctica política es también la insurrección como instancia de cuestionamiento violento a una situación que queremos cambiar. Práctica política son las propuestas que, recogiendo los reclamos populares, enfrenten a los organismos del poder dominante, presenten soluciones a temas generales y concretos y obligan a aquellos organismos de poder a adoptarlas y hacerlas válidas para el conjunto de la sociedad. Así, por ejemplo, aquellas movilizaciones que amplíen derechos populares. Por supuesto que estas conquistas logradas desde una fuerza social sólo se pueden mantener y ampliar si se cuenta con la fuerza social correspondiente.

Dicen que “el poder existe en actos”, lo mismo puede decirse de la revolución. No es una entelequia o algo que ante determinado conjuro viene. No es un acto aislado. Exige prácticas modificadoras, de ruptura, de discontinuidad, en campos como el económico, el ideológico, el político-jurídico, el cultural general. Todo ello se concreta en un proceso con activa participación popular. Un pueblo que lo compondríamos como un amplio espectro de los oprimidos y explotados que designamos en esta etapa histórica como conjunto de clases oprimidas. Un pueblo que sufre, dentro de los cambios estructurales ocurridos, una fragmentación de importancia que debe ser superada, tender lazos solidarios que vinculen, que la unidad de sus luchas constituyan un fundamento de primer orden para que conformen una fuerza social capaz de dar luchas efectivas y dar pasos en calidad. No estamos hablando de gradualismo, ni linealidad ni de tomar casetas enemigas una a una. Estamos hablando de otra cosa.

Conocer el medio en el que se actúa, estar inserto en él, tener un propósito político en ese hacer cotidiano, tener propuestas en sintonía con lo que la gente quiere y necesita, establecer prioridades, son algunos de los elementos que permiten el desarrollo de una organización política del carácter de la nuestra. Hay un instrumental de nuestra ideología que hay que poner en juego en circunstancias concretas: acción directa, democracia directa, autogestión, formas federales de organización, etc.

La pregunta toca el tema de fuerza social y también acerca de como podríamos definir la labor que nosotros realizamos en tanto organización política en el seno del movimiento popular. Buenas preguntas que no eludiremos. Despojado de todo elitismo como hemos desarrollado más arriba nuestra tarea es de pequeño motor. Pequeño motor que funciona adentro del pueblo y en constante rebobinado.

Lo de fuerza social nos parece un concepto de gran importancia. Creo que está muy vinculado a la pregunta que sigue, así que ahí trataremos de decir algo al respecto.

FC – Me gustaría tratar sobre la cuestión de clase. Estamos defendiendo una posición de actuación de los anarquistas junto a los segmentos de la población que más sufren los efectos del capitalismo. Por tanto, al contrario de los autoritarios ortodoxos, que priorizan un tipo de proletariado (urbano y industrial), estamos proponiendo una actuación que, más allá de este proletariado, tenga en cuenta otros sujetos como trabajadores de otros sectores, campesinos, precarizados de todos los tipos (el “lumpen” en la definición clásica) e indígenas. ¿Cómo usted ve esta cuestión de “donde priorizar el plantío de nuestras semillas”? En este caso, ¿todos los movimientos sociales con sujetos de este tipo y sindicatos serían prioridad?

JCM – Nuestras fuerzas como organización política en desarrollo nos plantean limitaciones indudablemente. Priorizar todo el campo social, que sin duda sería más que bueno que pudiéramos hacerlo, no es posible hasta que no se cuente con la fuerza necesaria. Por ello priorizar los lugares, previo análisis y en función de la estrategia, es de primordial importancia. Uno podría decir rápidamente que hay problemáticas que, en distinto grado de acuerdo a las formaciones, están presentes como cosas sentidas por la población: salario, mejores condiciones de trabajo, vivienda, salud, DD.HH., sobrevivencia, barrios, extrema pobreza, educación y otros. Pero bien cabe la posibilidad de que de los tres o cuatro elementos vitales de la estrategia establecida se comience por el que más posibilidades concretas se tienen en un momento dado. Claro está teniendo siempre cuidado de que ese elemento no hipertrofie el proyecto político, que no se transforma por vía de su dinámica en tranca para ir abordando los otros frentes considerados indispensables. Esto es algo que justamente regula la organización política a través de sus instancias organizativas y produciendo un estilo de análisis y discusión que habilitan que tal cosa ocurra con naturalidad. Vale decir, hay prioridades que son de tipo coyuntural y otras que hacen a la estrategia misma. Son distintos estadios que se cruzan con frecuencia y no tienen porqué ser contradictorios u originar orientaciones que más tarde se vuelven divergentes. El articular la acción en el medio popular de la organización política tiene toda esa fluidez y no por ello debe perder coherencia. Es de resaltar que hay una construcción que es la de la propia organización, el montaje de los mecanismos que necesita para los diversos campos de acción así como la de evaluación de cuales son sus fuerzas y que experiencia no tiene y debe ir al encuentro de ella.

Hay una serie de “conceptos”, vamos a llamarle así, como el de lumpen, que son hijos de una concepción general reduccionista, ella intenta explicar todo desde la estructura económica y del papel que a priori se adjudica al movimiento obrero, fundamentalmente el de los países industrializados. Esto ocurre en toda una etapa histórica, hoy podría decirse que son paradigmas que ya con rigor no se pueden considerar así. Hay aquí también una especie de creencia de la existencia de un sujeto en sí, universal, y también elementos de progresismo. Una estructura conceptual, con sus “métodos” que excluye y hasta descalifica no muy elegantemente todo lo que no encaja en su esquema.

Creo que puede resultar aclaratorio un material de FAU que abordó el tema. Tema que más adelante se desarrolló con más riqueza en un trabajo conjunto.

El sujeto de cambio hay que producirlo

“El sujeto también es una producción histórica” nos avisan los estudiosos y por lo tanto hay que poner en funcionamiento prácticas que lo vayan produciendo y organizando. El conjunto de prácticas del sistema, más las heredadas de otros brutales sistemas anteriores, se han orientado a crear un sujeto individual-colectivo que encaje lo más profundo posible en el orden existente, en los valores que lo sustentan. No cabe duda que es mucho lo que han logrado internalizar en ellos-nosotros.

Siendo así, otro sujeto histórico no vendrá de la nada, no aparecerá como por arte de magia, debe ser el fruto de prácticas que internalicen otras cuestiones que chocan con lo dominante. La participación efectiva, la autogestión, la acción directa, la forma federal de funcionamiento realmente democrático, la solidaridad y apoyo mutuo, necesitan de mecanismos, organizaciones, prácticas regulares para su desarrollo. Necesitan constantemente organización. La continuidad que necesitan, para un despliegue que permita el cambio, requiere de una sostenida actividad estratégica. Una estrategia coherente, que no desteja lo que en un momento dado se teje. Una estrategia que tenga en su interior un mundo distinto que va desplegando desde el seno de otro que le es antagónico. El famoso “usar todos los medios” puede ser una manera efectiva de asegurar que no se pueda desplegarse ninguna estrategia antagónica portadora de los elementos de desestructuración del sistema vigente. Por eso es de principal importancia la orientación general, la estrategia establecida y las tácticas que guardan correspondencia con ella. Tanto en lo social, como lo político está estratégica debe circular por el interior de todas sus prácticas. Obviamente que respetando la especificidad de cada campo de acción.

Esto no implica el todo o nada o arar en el desierto. Se debe ubicar con la mayor precisión posible cual es el punto de partida, el carácter específico que tiene el conjunto de las relaciones sociales que configuran y sostienen el sistema y cada formación social histórica precisa en la que debemos actuar. Desde esta cruda y brutal realidad social debemos partir, no elaborar soluciones a través de procesos mentales independientes que no guardan relación en como son y se están dando determinados procesos sociales concretos.

El lugar en que ubica a la gente el conjunto de la estructura de dominación juega papel principal en la producción de un sujeto determinado. Lo que vive todos los días y como lo vive darán una cierta cosmovisión a diversos grupos sociales. Esto no es algo que se congela, hay factores como la resistencia, la incorporación de otras nociones y representaciones que generarán o pueden generar ciertos cortocircuitos. Procuremos que sean para nuestro lado.

(continúa)

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Miguel Bakunin

 

 

Carl Sagan

Así, a medida que la ciencia avanza, Dios parece tener cada vez menos que hacer. Es un gran universo, desde luego, por lo que Él, Ella o Ello, podría estar ocupado provechosamente en muchos sitios. Pero lo que evidentemente ha ocurrido es que ante nuestros propios ojos ha ido apareciendo un Dios de los vacíos; es decir, lo que no somos capaces de explicar, se lo atribuimos a Dios. Después, pasado un tiempo, lo explicamos, y entonces deja de pertenecer al reino de Dios. Los teólogos lo dejan de lado y pasa a la lista de competencias de la ciencia.

 

Carl Sagan: “La diversidad de la ciencia” [2007]



 

Stepehen Hawking

"La estirpe humana no es más que un sustrato químico en un planeta pequeño, orbitando alrededor de una estrella mediana, en los suburbios de una galaxia del centenar de miles de millones que existen"

 

Carlos Marx

“Durante el curso de su desarrollo, las fuerzas productivas de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo cual no es más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas que eran, estas relaciones se convierten en trabas de esas fuerzas. Entonces se abre una era de revolución social” (1859)

 

 

Albert Einstein

Si una idea no parece absurda

de entrada,

pocas esperanzas

hay para ella.-

 

Groucho Marx

"El secreto de

la vida es

la honestidad y

el juego

limpio, si puedes

simular eso,

lo has conseguido."  

  

MARX, Groucho (1890-1977) 
Actor estadounidense