Müller Rojas se marchó del PSUV porque, aparte de lo que él mismo declaró en Panorama, de Maracaibo, las organizaciones de masas no permiten meditar a los intelectuales. El PSUV es el sentimiento chavista de las capas de la sociedad venezolana que apuestan por el Presidente. Y, en segundo plano, por su proyecto. En el PSUV se conserva la estructura cívico-militar que apareció el 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992; con sus matices. A decir verdad, el PSUV es un ejército de civiles, valga la paradoja. Si algo tiene Chávez, es que no deja a sus seguidores a la deriva. Todo el personal involucrado en las intentonas golpistas fallidas está en el Partido y, a su lado, el civilismo de los excluidos, de los marginales, y de las clases más bajas de la sociedad. Los intelectuales, la clase media y sectores de la burguesía son minoría en el PSUV. Éste es una maquinaria para la movilización de las masas y para su encuadramiento dentro del Proyecto Nacional Simón Bolívar que, con sus bemoles, se trata de denominar socialismo bolivariano. Se podría decir que, en cierta medida, estamos siguiendo el modelo chino pero con una salvedad: se permite la existencia de una oposición democrática burguesa y su movilización. El Presidente y sus cuadros se miden en elecciones a cuyo cargo está el Poder Electoral. Cuando Müller se va, arremete contra un rasgo característico del chavismo: el nacionalismo. Müller sugiere que el socialismo es internacionalista, pero pasa por alto que el chavismo es asimismo una forma de liberación nacional, que no satisface a muchos –es otra cosa. Porque hemos aprendido a lo largo del siglo pasado que no puede haber internacionalismo sin una concepción práctica de la liberación nacional. Que todo internacionalismo termina siempre dependiente de un centro. Que trabajar para ese centro es sencillamente trabajar para otra Nación, para otro Estado, para otra Cultura… Y, aquí, el chavismo no se puede recortar el pie para que quepa en el zapato internacionalista. Nuestra existencia como Nación viable depende de nuestra trabazón con la OPEP, con los árabes, con Irán, con Cuba, con el Alba, y desecharla implica volver a caer en la trayectoria de los satélites anglosajones y sajones, es decir, de Estados Unidos y Europa. Estamos buscando romper con esa fatalidad histórica y geopolítica y geocultural. Müller se ha cansado, así de simple. La epistemología occidental es inútil para comprender el chavismo, el PSUV y lo que nos viene. Se han roto paradigmas, y, entre ellos, el occidental es uno de los primeros en hacerse añicos. Estamos buscando nuevos paradigmas. ¿Los conseguiremos?