Trata la derecha de incendiar el país, como hizo una década atrás, con el objeto de hacer de la sedición la respuesta a la sentencia última del TSJ. A decir verdad, lo tiene difícil.
Las elecciones regionales del 16D le dieron un mandato sólido al chavismo y, por tanto, al gobierno. Allí donde tienen grupúsculos dispuestos a alterar el orden no cuentan con masa y son fácilmente bloqueados por las fuerzas del orden.
Pero insiste la derecha en la vía de la violencia y en la de la sedición. Muchos de sus portavoces llaman a la calle; al desconocimiento de Maduro y de la disposición de la sala constitucional. Alegan que no tenemos Presidente, cuando sigue siendo Hugo Chávez. Que no tenemos ya República, dicen, y la libertad con la cual se expresan demuestra que en este país hay plena democracia. Y, también, hay democracia popular, que es la que la derecha no quiere. Que República hay porque el poder constituyente se manifestó hace tres meses eligiendo a Chávez, de nuevo. Que éste pidió un permiso para tratarse en Cuba, que ese permiso fuera renovado en la última sesión de la Asamblea Nacional y que, por tanto, no se den ni la falta temporal ni la falta absoluta. En fin, punto y aparte.
A juicio de los derechistas tenemos una dictadura y, a la vez, estamos sin gobierno. O una u otra vaina, las dos juntas no combinan.
Lo curioso del caso es que el chavismo ha demostrado que tiene un liderazgo colectivo. Cabello, Ramírez y Maduro son parte de ese colectivo. Funciona como un Politburó de los viejos y gloriosos tiempos soviéticos. A dios gracias, no hay un Stalin a la vista, a pesar de que Dieterich tuvo la ocurrencia de comparar a éste con Diosdado, una travesura alemana no cabe duda.
Por debajo de esa suerte de Politburó hay comités para todos los gustos, es el llamado poder popular que se esparce por el país desde hace tiempo.
La mayor parte de ese poder popular está dentro del Gran Polo Patriótico, pero hay mucho más por fuera. Este fin de semana se han realizado asambleas de todos los tamaños en todas partes de la geografía venezolana, con los que están fuera y los que están dentro, con enviados del Politburó y mensajes al Politburó, una relación biunívoca que sólo es posible en una democracia plebeya.
Compleja la situación para la derecha sifrina que imagina que puede incendiar el país con los cuatro carajitos de la universidad católica o llamando, como ha llamado, a sus huestes a manifestarse el próximo 23 de enero en nombre de la democracia.
Si a mí me preguntara alguien quién está gobernando en Venezuela en los actuales momentos, por encima de las sutilezas constitucionales, yo respondería: “el Politburó”. Pero no es cualquier Politburó, sino uno que está en relación biunívoca con el poder popular y no puede hacer mayor cosa, no al menos tantas que puedan perturbar a las bases chavistas o pro chavistas.
Si durante la revolución bolchevique asistimos al vaciado del contenido de los soviets por el Politburó aquí, al contrario, hay necesidad apremiante de que esos soviets que aquí llaman de otras maneras conserven la mayor autonomía posible en defensa de la revolución.
¡Vaya con la historia!