Un “Estado fallido”, en la jerga del derecho imperial de hogaño, es aquel donde no hay gobierno o donde el Estado ha desaparecido y la población ha retornado a tiempos pasados: tribus, clanes, mafias, etc. O dicho en otras palabras: sólo pueden ser fallidos los Estados de la periferia porque simplemente no son Estados de acuerdo al cartabón eurocéntrico. Así, por ejemplo, Somalia sería un “estado fallido” y, dicho sea de paso, los anarcocapitalistas muestran a Somalia como un país donde el Estado ha desaparecido y solamente reina el Mercado, pero ningún anarcocapitalista occidental se atrevería a comprar casa allí. México podría ser un “estado fallido” ya que no controla la criminalidad ni el narcoterrorismo; Colombia, a su vez, podría ser otro, hasta el punto de que el TLC que los gringos quieren imponerle no pasa la trabaja legislativa norteamericana porque en Colombia matan sindicalistas como si fueran moscas. Asimismo, Egipto podría terminar siendo un “estado fallido” si este fin de semana Mubarak no se marcha a Londres o a Arabia Saudita. Por cierto, ¿por qué esa crispación que recorre el mundo árabe no ha encontrado eco en Arabia Saudita? ¿Será que allí todo está “atado y bien atado”? Lo que vamos viendo es que si Egipto pasa a ser un “estado fallido” puede tener consecuencias inimaginables, no sólo por el canal de Suez, centro neurálgico del tránsito de los buques petroleros del Golfo Pérsico, sino porque las potencias estarían autorizadas, o lo serían por la ONU, a intervenir militarmente la zona y restaurar un nuevo Estado. ¿Será esto lo que buscan los Estados Unidos con esa ambivalencia con la cual vienen tratando el caso egipcio? ¿O avivar una guerra civil egipcia que pudiera extenderse a todo el mundo árabe, salvo Arabia Saudita? Estamos, pues, frente a una nueva estrategia: la injerencia conduce a la declaración de “estado fallido” con lo cual se justifica por sí sola la intervención de la OTAN más los cascos azules y termino imponiendo un gobierno títere que abarata aún más el costo de la mano de obra local y así tengo “ejércitos de reserva” para la maquila, la migración y la guerra. No está mal. Pero queda un problemita: la explosión demográfica, la verdadera comandanta de las próximas revoluciones de la periferia. “Pues habrá que exterminarlos como a las cucarachas”, dirá el monarca de algún conglomerado específico. Que Haití es un proyecto de futuro que el Imperio usará para deshacerse de gobiernos antipáticos y fanfarrones. Y, para cosas como las FARC, por ejemplo, plomo, sangre y guerra, tres productos que han dado pingües ganancias a lo largo de la historia. Que hoy es viernes.-
