La revolución compleja
Lento, demasiado lento vamos, porque las utopías son espejismos, alucinaciones, y la realidad es muy dura, maciza quizá, difícil de roer y mucho más difícil de cambiar por otra realidad que no existe, de la cual no tenemos, dicho sea de paso, sino solamente un rosario de fracasos.
Tenemos serios obstáculos en el sistema financiero (Sudeban, Fogade, Banco Central, etc.) porque el viejo sistema funcionaba como un consenso de mafias, había mafias hasta entre los buhoneros, los vendedores de panelitas de San Joaquín y no hablemos del movimiento sindical. Todo era un negocio y, en cierta forma, todo sigue siendo un negocio.
Todo eran –y siguen siendo- monopolios, “roscas”, en fin, mafias. Porque está en la esencia del capitalismo funcionar sobre bases monopólicas, oligopólicas, etc.
En la revolución agraria la cosa no deja de ser compleja, a pesar de todo el cargamento de esfuerzo que los bolivarianos han puesto en irla impulsando, dos millones de hectáreas bajo control popular, por ejemplo, financiamiento barato, apoyos gubernamentales en todos los terrenos. El latifundismo sigue, aunque a la defensiva, en varias regiones de la patria.
A todas estas padecemos un cerco informativo, militar y político –amparado por los imperios, mayores y menores- cuyo objetivo es simplemente desestabilizar el país y liquidar la revolución. Es la “contra” de siempre. Con sus correligionarios el interior, sus correligionarios incluso dentro del proceso, porque nadie es perfecto.
Por otro lado, el gobierno revolucionario solamente controla el Poder Ejecutivo nacional, no así el municipal ni el provincial, donde hay variaciones, alianzas, o simplemente está bajo el control de la oposición. Como sociedad democrática y estado de derecho, en Venezuela se actúa sobre la base de las leyes, de la constitución de 1999 y del llamado ordenamiento jurídico, es decir, hay separación de Poderes, y, además del ejecutivo, hay otros poderes, el legislativo, el judicial, el electoral y el ciudadano donde el control de los revolucionarios, al menos de los maximalistas, no es en absoluto omniabarcante.
Tenemos, pues, una revolución compleja en el marco del viejo orden, yendo contra ese mismo viejo orden pero sin que podamos percibir cómo será lo nuevo, la nueva sociedad.
Lo auténticamente libertario en toda esta complejidad es la acción directa de las personas, es decir, la democracia participativa y protagónica, sin fronteras dogmáticas por delante. Ese es el gran logro del chavismo: somos, hoy por hoy, una polis viva, se debate sin cesar pro y contra el gobierno; se transmiten saberes… vamos hacia la democracia, hacia la democracia directa, a pesar de la burocracia incrustada en el chavismo y a pesar de todas las derechas, nativas o foráneas. Luego, somos una amalgama de estado de derecho, de justicia y no sé qué más, pero resulta que el estado de derecho es estático, se supone que los jueces deben aplicar la norma estrictamente; pero el estado de justicia social tiene un derecho no estático, es decir, los jueces deben aplicar la norma sobre la base del desarrollo de la sociedad y de sus integrantes.
No en balde anarquistas recalcitrantes, como el preso italiano Michele Fabiani, del cual hemos ya publicado un primer esbozo teórico, manifiesta su simpatía por el proceso bolivariano. Porque lo “anarquista” o lo “libertario” no está en las etiquetas o en las dogmas que las personas enarbolan, sino en la praxis y en el método que esa praxis va mejorando. Como la democracia, como la revolución, como la vida. De aquí que estemos viviendo actualmente en Venezuela una compleja revolución libertaria sin que los anarquistas de sello de goma, es decir, anarcoliberales, puedan decir que ellos han hecho la revolución. Toda revolución la hace el pueblo currante,
Desde nuestra perspectiva de comunistas anárquicos hemos venido sosteniendo el “apoyo crítico” a este complejo revolucionario porque ni tenemos ni creemos en recetas, sino en la acción directa popular antijerárquica.
¿Qué nos depara el futuro? Sabia e inútil pregunta. Para estar muerto sólo es preciso estar vivo. Cuando lleguemos al futuro ya sabremos qué hacer.-
OCA