¿Dónde estamos?
Es evidente que hay signos de retroceso en la revolución bolivariana, o de cansancio burocrático, puede ser. La derrota del 2D próximo pasado, más allá de lo que se esperaba, ha representado un duro golpe para el proyecto y, a lo largo de este año, diversas posturas novedosas han aparecido en diversos personajes que aparentaban estar de este lado de la orilla, es decir, del lado chavista.
La emergencia del PSUV, su largo proceso de maduración, no ha podido lograr los objetivos iniciales, entre otros el de la unidad de la izquierda. Tanto el PCV, por su lado, como las demás agrupaciones sedicentemente izquierdistas, han jugado con el PSUV, apareciendo, ahora sí, estructuradamente un chavismo sin Chávez de marchamo izquierdoso pero que, a su vez, sigue siendo un archipiélago o para decirlo con una palabra más criolla un “chiripero”.
Al mismo tiempo, los errores del gobierno se van acumulando en muchos casos –no sólo en el plano administrativo- y la república bolivariana se va aproximando cada vez más a los vicios de la vieja república.
Pareciera que hubiéramos andado mucho trecho pero sin habernos movido de ningún sitio. Los problemas sociales crecen con el crecimiento demográfico y la derecha escuálida no pierde terreno aunque no gana posiciones de mando.
La cuestión es preguntarse: ¿podría otro gobierno hacerlo mejor? O bien: ¿será que el socialismo de marras no es otra cosa que un capitalismo con migajas?
Porque si bien es cierto que todavía no tenemos socialismo también es cierto que aún tenemos capitalismo. Y aunque esto suene a paradoja o a sarcasmo, nos hace topar con la barrera de las ideologías y, por tanto, cabe preguntarse, ¿es que lo que está en juego en Venezuela es un ajedrez ideológico?
Algunos ideólogos de cafetín dicen que esto se parece más a un “capitalismo de Estado”, y uno ve el panorama y se da cuenta que los amos del Valle siguen siendo los amos de la Capitanía General, y que los currantes, a pesar de los diversos apoyos que vienen de arriba, sólo pueden ganar sus reivindicaciones con el objeto de mejorar su nivel de vida –y su calidad de vida- a partir de sus propias luchas. Es decir, que la lucha de clases permanece, se acrecienta y amenaza con recrudecer.
Pero sigue habiendo una constante que no podemos obviar, como no se ha podido obviar desde hace cinco centurias. Corremos la suerte de toda la Periferia, las potencias imperiales quieren hacernos entrar por el aro de sus intereses comerciales y geopolíticos a como dé lugar.
El mismo comportamiento de la clase trabajadora europea, asiática o norteamericana nos evidencia que la solidaridad internacional de los trabajadores sigue siendo una vana quimera.
La involución -¿o evolución?- de los restos del socialismo real, incluso cuando están al frente de los mismos gentes que antes juraban fidelidad a la URSS y al comunismo, evidencia que otra vana quimera es el la del socialismo como modo de producción que emergería de las contradicciones del capitalismo, en tanto etapa de transición al comunismo.
Todas las ideologías son vanas quimeras, todas. Eso es lo que nos demuestra la historia, e incluso nuestra historia más reciente. Sólo la realpolitik permite avanzar a las naciones y a los pueblos que las conforman. Sólo una combinación adecuada de libertad y fuerza asegura no sólo la soberanía de individuos o naciones, sino el futuro de las nuevas generaciones.
Los problemas sociales no se agotan con la instalación de una “nueva sociedad”, como creían los utópicos. No. La nueva sociedad es un proceso más lento de lo que pensábamos, y se debe pasar por etapas muy distintas de esa genérica que los mismos utópicos catalogaron como “socialismo”.
Por eso sólo está clara una cosa: si perdemos el poder en las próximas elecciones del 23 de noviembre de este año, lo perderemos todo, incluso lo que no hayamos ganado hasta ahora. Nacimos a la historia con una maldición encima: fuimos colonia, no precisamente del Imperio Romano, sino de sus herederos, los imperios europeos. Y esa marca de fábrica, ese vicio de origen, sigue siendo nuestra cruz.
Como anda el patio esos mismos imperios quieren recolonizarnos, y eso está en su agenda a corto plazo. No comprenderlo es tanto como trabajar para ellos, que es lo que, en el fondo, muchos hacen. Tanto en la derecha escuálida como en ciertos bastiones del izquierdismo tardíamente antichavista.-
OCA