El paraco Uribe puso la torta en Santo Domingo.
Porque fue a justificar su guerra y terminó dándole la razón al argumento que esgrime Chávez: la guerra civil colombiana no puede ganarla nadie, ni el Tío Sam.
Los paracos colombianos y los paracos del Pentágono le reclamarán a Uribe su poco guáramo para enfrentar la condena unánime de la comunidad latinoamericana a los métodos fascistas de su régimen títere de los Estados Unidos; hasta un cipayo como Calderón, de México, se vio en apuros para justificar a su par neogranadino.
Fuera de sí, Uribe sólo tenía como pruebas unas computadoras de marras que de lejos se ve que son fantasías espaciales de los chicos del Pentágono.
Mas como las computadoras aguantan todo lo que se les cargue al disco duro es evidente para cualquier hijo de vecino que no pueden ser prueba en ningún tribunal.
Pero lo que inclinó la balanza en contra de Uribe no fue la sospecha evidente de que todo disco duro que se precie se puede limpiar y recargar.
Sino que, sacando cuentas, la guerra que él declaraba a la América insumisa estaba irremediablemente perdida.
Derrotado antes de entrar en guerra, Uribe se inclinó ante los rigores del protocolo, de vaina no besó a Chávez.-