David Viñas
“Anarquistas en América Latina”
Paradiso ediciones, Buenos Aires, 2004.
Con la prosa sin desperdicio del autor sureño David Viñas (Buenos Aires, 1929), este trozo de historia literaria y política del anarquismo latinoamericano del 900 nos enfrenta con las raíces del anarquismo en el movimiento popular del continente, quizá como ninguna otra obra lo logre. Me refiero concretamente a la compilación que iniciada por Carlos M. Rama y concluida por Ángel Cappelletti, publicara la “Biblioteca Ayacucho”, de Caracas, en 1991.
En primer lugar, porque Viñas precede su selección de textos con “Nueve hipótesis con motivo de los anarquistas latinoamericanos del 1900”, y, desde luego, dentro de la polémica, plantea una serie de variantes que la historiografía al uso y el “anarquismo de buena presencia” (una variante de lo que yo he bautizado como “anarcoliberalismo”) obvia o falsifica.
En efecto, está por saberse si el anarquismo americano es una de las tantas ideologías respetables que los europeos trajeron al “nuevo mundo” o simplemente se trata de la polinización de ideas sustentadas por los excluidos sociales, por los marginales de todos los saberes consagrados y marginados, asimismo, de todas las clases del dominio. Es decir, ¿viene “desde afuera” el anarquismo americano o ya, a partir de las epopeyas mismas de la insurrección popular contra el colonialismo primigenio –y, así, nos remontamos 500 años atrás- está digamos presente acompañando como la sombra al cuerpo a los que habitando América se resistieron a que fuera despoblada por los europeos?
Es evidente que el protoanarquismo americano encontró en el anarquismo que vino en las alforjas de los inmigrantes su forma de comunicación con la cultura dominante europea. Quizá por ello Jean Grave es reconvenido por Pedro Kropotkin cuando el primero critica a los magonistas que no son “proletarios” a la usanza francesa –o quizá del viejo Lyon bakuninista de la Primera Internacional, de 1864; o del Paris de los proudhonianos devenidos luego en posibilistas- ya que, a juicio de Grave, la mexicana no es una revolución sino una algarabía campesina. Grave es la ortodoxia, él mismo es el gran gurú del anarquismo europeo del 900; Kropotkin, ruso al fin y al cabo, pero occidentalizado ya en Londres ya en Paris, encuentra que las revueltas campesinas, y la mexicana por lo tanto, es una revolución en todo el sentido de la palabra de la cual emergerán los nuevos organismos del comunismo libertario desde la perspectiva del geógrafo-antropólogo que era el viejo Kropotkin.
Quizá pasara otro tanto con H. D. Thoreau en su “Walden” que no es otra cosa que un anarquismo de los bosques, y ¿dónde pudo Thoreau encontrar esas raíces que revinculan al humano con la naturaleza virgen sino entre los indios de América? Porque ya sabemos –según teorías antropológicas que conmocionan a las ciencias sociales- que los indios de los bosques, los del Amazonas por ejemplo, eran esos anarquistas que cuidaban de la madre Tierra como cuidaban de la madre Vida sin haberse empapado de las obras completas del camarada Bakunin. ¿No hubo acaso plena identificación entre los anarcosindicalistas de las panaderías y de los talleres de los artesanos limeños con las tribus desperdigadas de los herederos culturales de Tupac Amaru y del recordado Atahualpa? ¿Quién se atrevería a sostener que la Pachamama india no es la Anarquía de Thoreau, Eliseo Reclus o de los italianos de Rosario o la de los murcianos de Cataluña?
Los que combatieron a Cortés y a Pizarro son de la misma especie de los que fusilaron al general Goded, en la Barcelona libertaria del verano de 1936, de la misma especie de la de Simón Radowitzky o la de Kurt Wilckens o la de tantos y tantas que ayer y hoy dieron su vida por la Igualdad. ¿No los vimos acaso en el anarquismo de los arrabaleros, de los marginados, de los miles de anónimos que, tal día como el 27 de Febrero de 1989, regaron con su sangre el árbol de la Libertad poniendo de rodillas al Fondo Monetario Internacional, en una Caracas que, dicho sea de paso, estrenaba Presidente?
Recomendamos la lectura de este libro que se consigue en las librerías del sur. No podemos concluir esta breve reseña sin anotar que los hijos de David Viñas fueron “desaparecidos” por la dictadura videlista en la Argentina.
Floreal Castilla.-
Magister Scientiarum en Filosofía y Ciencias Humanas, UCV, 1996.-
