EL ECO DE LOS PASOS sostiene el apoyo crítico a la Revolución Venezolana desde el punto de vista del Comunismo Anarquista.- Colaboraciones a: cntfai@cantv.net
Este título debería ser inútil, puesto que ambos términos están implícitamente vinculados.
Asimismo resulta equívoco porque sugiere que puede existir un anarquismo no social, fuera de las luchas. Está claro, por otra parte, que la etiqueta anarquismo recubre un conjunto de elementos heterogéneos y en algunos casos incompatibles (2). Es la realidad desde hace no pocos años con tendencias como el anarco-capitalismo en Estados Unidos, el frente de defensa de los animales, etc., lo que me parece el culto de la paradoja.
Estando en contacto con la situación Argentina actual y en una (re)lectura de Bakunin, me parece necesario retomar brevemente la historia del movimiento anarquista, utilizando el término
“anarquismo social”, corriente en Argentina. Para definir estas palabras, aplico el nombre “anarquista” a individuos que militan en un grupo anarquista y “libertario” a personas simpatizantes o cercanas, pero sin actividades relacionadas a un grupo.
Eso es válido también para la clase trabajadora. Bakunin denunció a los trabajadores demasiado pasivos e indiferentes, por creadores de una burocracia: Excepto las cuestiones de huelga y de cuotas, sobre todos los otros puntos las secciones de los obreros de la construcción [de Ginebra] han renunciado de lleno a todo juicio, a toda deliberación, a toda intervención; se conforman simplemente con las decisiones de sus comités. ‘hemos elegido nuestro comité, le toca decidir’. Así contestan muchas veces los obreros de la construcción a quienes se esfuerzan por conocer su opinión sobre cualquier cuestión […] siempre que sus comités no les pidan demasiado dinero y no les presionen demasiado para pagar lo que deben, éstos pueden, sin consultarlos, decidir y hacer impunemente en su nombre lo que se les antoje bueno. Es muy cómodo para los comités, pero no es de ninguna manera favorable para el desenvolvimiento social, intelectual y moral de las secciones, ni para el desarrollo verdadero del poder colectivo de la Asociación Internacional. […] es excesivamente favorable al desarrollo de toda suerte de intrigas, de vanidades, de ambiciones y de intereses personales; incluso es excelente para inspirar un contento pueril de sí mismo y una seguridad tan ridícula como fatal al proletariado (31).
Para Bakunin, una organización que degenera tiene que ser destruida: Si la Internacional pudiera organizarse en Estado, nos convertiríamos, nosotros, sus partidarios convencidos y apasionados, en sus enemigos más encarnizados. (32).
Para ser eficaz [Cierta disciplina es necesaria…] El escalafón y el ascenso jerárquicos no existen, de modo que el comandante de ayer puede ser subalterno hoy en día. Ninguno se alza encima de los demás, o si se eleva, es sólo para caer un instante después, como las olas del mar, regresando siempre al nivel saludable de la igualdad. En ese sistema, ya no hay de hecho poder. El poder se funde en la colectividad, y resulta la expresión sincera de la libertad de cada uno, la realización fiel y seria de la voluntad de todos; obedeciendo cada uno porque el jefe de un día sólo le manda lo que él mismo desea (33).
La vigilancia es una solución: Los mejores hombres son fácilmente corruptibles, sobre todo cuando el mismo medio provoca la corrupción de los individuos por la ausencia de control serio y de oposición permanente. En la Internacional, no puede tratarse de la corrupción venal, por ser aún demasiado pobre la asociación para dar ingresos o incluso justas retribuciones a ninguno de sus jefes. Al contrario de lo que se da en el mundo burgués, los cálculos interesados y las malversaciones son muy pocos y sólo ocurren como excepción. Pero existe otro tipo de corrupción a la que infelizmente la alianza internacional no es ajena: es la de la vanidad y de la ambición. […] Existe en todos los hombres un instinto natural de mando que se origina en esa ley fundamental de la vida, que ningún individuo puede asegurar su existencia y hacer valer sus derechos sino por la lucha... Esa lucha entre les hombres empezó por la antropología. […] Se ve que el instinto de mando, en su esencia primitiva, es un instinto carnívoro, del todo bestial y salvaje. Bajo la influencia del desarrollo intelectual de los hombres, se idealiza en cierto modo, adorna sus formas, […] Pero en el fondo, el instinto de mando permanece tan importante, incluso más, a medida que con la ayuda de las aplicaciones de la ciencia se extiende más y potencia su acción. Si hay un diablo en toda la historia humana, es este principio del mando (34).
Sólo él, con la estupidez y la ignorancia de las masas, sobre las que por lo demás se funda siempre y sin las cuales no podría existir por sí solo, produjo todas las desgracias, todos los crímenes y todas las vergüenzas de la historia. Y fatalmente ese principio maldito se encuentra como instinto natural en cada hombre, sin exceptuar los mejores (35) .
De ahí la anticipación de la degeneración del Estado llamado obrero de los marxistas, una evidencia para Bakunin.
Evidencia que el Marx subrayó involuntariamente en sus comentarios sobre Estatismo y Anarquía al tomar esta cita: [en el Estado marxista, hay el] gobierno de la inmensa mayoría de las masas del pueblo por la minoría privilegiada. Pero esa minoría, nos dicen los marxistas, será compuesta de trabajadores. Sí, de antiguos trabajadores, quizá, pero que en cuanto se conviertan en gobernantes o representantes del pueblo cesarán de ser trabajadores y considerarán el mundo trabajador desde su altura estatista; no representarán ya desde entonces al pueblo, sino a sí mismos y a sus pretensiones de querer gobernar al pueblo. El que quiera dudar de ello no sabe nada de la naturaleza humana (36).
Marx comentó esa misma cita: Si el señor Bakunin conociese, por lo menos, la posición que ocupa el gerente de una cooperativa obrera, se irían al diablo todas sus fantasías sobre la dominación. Hubiera debido preguntarse: ¿Qué forma pueden asumir las funciones administrativas, sobre la base de un Estado obrero? (si le place llamarlo así) (37).
Típico ejemplo de ignorancia de la mecánica del poder: quién administra, detente el poder.
Marx no veía esa perogrullada porque creía en una jerarquía “buena” capaz de oponerse a una “mala”, cuando la fuente de los males sociales está en la misma jerarquía.
Marx, naturalmente, no hizo comentario alguno a otra anticipación sobre la teoría de la toma del Estado por el pueblo que lo deja en manos de los jefes del partido comunista, es decir, del señor
Marx y sus amigos que comenzarán entonces a libertar a su modo. Centralizarían las riendas del poder en un puño de hierro, porque el pueblo ignorante exige un tutela muy enérgica; fundarán un solo banco de Estado que concentrará en sus manos toda la producción comercial, industrial, agrícola y hasta científica y repartirán la masa del pueblo en dos ejércitos: uno industrial y otro agrícola, bajo el comando directo de los ingenieros de Estado que formarán así la nueva casta privilegiada político-científica del Estado (38).
Y se puede constatar que la instauración del terror contra los recalcitrantes es una necesidad del socialismo científico para conservar el poder (gulags soviéticos, represión con ametralladoras de las huelgas en China desde inicio del siglo XXI). La clase dirigente capitalista no obra de modo diferente: de la represión de la Comuna de París del siglo XIX a los escuadrones de la muerte, a la creación de zonas de miseria, de indigencia y de muerte acelerada del siglo XXI (suerte de gulags orquestados por el FMI).
En conclusión, Bakunin ha predicado simultáneamente la iniciativa de las masas y la espontaneidad de los mismos trabajadores con formas en apariencias contradictorias como una organización secreta que iba a combatir posibles desviaciones de las masas que abandonarían su posición dominante de poder a favor de partidos políticos representándolas. La inminencia de la revolución empujaba a dicha contradicción. Lo único válido y esencial es la base y el control de la base.
Por eso afirmó Bakunin que de organizarse la Internacional en Estado, se opondría. Por tanto, los sedicentes anarquistas unidos para dar la pauta a organizaciones obreras (el grupo de La Protesta y de la FORA en Argentina en los 1920, la FAI sobre la CNT entre 1928 y 1933 - menos luego porque se fundía entre varias influencias -, la Plataforma de Archinov y Makhno a partir de 1926) estuvieron y están en oposición con la horizontalidad operaria. Siempre termina este tipo de organización por perder el contacto y la comprensión de los explotados, porque sus militantes obreros se van separando de sus compañeros.
De hecho, Bakunin era a la vez un teórico y una persona profundamente pragmática (con su formación de oficial de artillería). La génesis de un movimiento de masas presenta múltiples facetas negativas y positivas. Bakunin nos ha dejado su visión práctica y táctica para guardar el timón hacia un rumbo anarquista.
III La vía está trazada: el papel de Kropotkin
Pedro Kropotkin entra en militancia ya maduro, a los treinta años, y empieza a revigorizar el movimiento libertario entre el fin de una época vinculada a la AIT y la potenciación del movimiento anarquista como organización obrera. Y eso, tras un alejamiento evidente del movimiento obrero de parte de los anarquistas, sobre todo en Francia.
Todo el movimiento obrero ha caído en manos de los políticos, que lo ahogan, como ya ahogaron el primero de mayo revolucionario. ¿Por qué? Porque los anarquistas, somos muy pocos, y lo que pasa, es que los que están se apartan del movimiento obrero, incluso cuando los obreros no se apartan de nosotros, y en lugar de ir hacia ellos; hasta durante las huelgas, algunos encuentran “very
anarchistic” no unirse a los huelguistas, y continúan trabajando.
Mantener la pureza de los principios, quedando fuera, no interviniendo en ningún asunto social, no trae ningún mérito ni ninguna ventaja. Hay que mantener los principios trabajando con los demás, en medio de los otros (39).
La última observación es fundamental y habría debido quedar inscrita en la práctica diaria. El mismo Kropotkin se percata enseguida de que las condiciones socioeconómicas son diferentes entre los países occidentales y eslavos (40). Adopta dos formas de militantismo: la investigación teórica para mejorar la propaganda escribiendo en inglés y en francés, del otro lado, multiplicando los contactos con rusos de paso para saber cómo evoluciona el país, Kropotkin colabora en la preparación revolucionaria en Rusia con grupos clandestinos y la elaboración de conducta práctica revolucionaria.
Infelizmente, Kropotkin descuidó dar a conocer en los movimientos francés e inglés las posiciones que proponía a los revolucionarios clandestinos en Rusia y también en Polonia puesto que ese país estaba bajo dominación rusa. Paradójicamente todas las obras de Kropotkin publicadas en Occidente se traducían al ruso al mismo tiempo.
Les dos situaciones podían interferir una sobre otra: los soviets de 1905-1906 iban hacia el sentido del sindicalismo revolucionario francés, la oleada de atentados de algunos grupos anarquistas rusos que retomaban la táctica de Émile Henry en Francia veinte años antes.
En ambos casos Kropotkin intervino para proponer una elección según la lógica de cada situación. […] se ve que quienes entre los anarquistas siempre han pensado que el movimiento obrero organizado profesionalmente, por “la lucha directa” en contra del Capital […] constituye la fuerza real, capaz de “llegar” a la revolución social y de “cumplirla”, por la transformación igualitaria de consumo y de la producción. […] quedaron simplemente fieles a la misma idea de la Internacional (41).
[…] el sentido de todo acto terrorista se mide por sus resultados y por las impresiones que produce. Esta observación puede servir de criterio para distinguir los actos que ayudan a la revolución y los que resultan ser una pérdida inútil de fuerza y de vidas humanas. La primera condición, de importancia vital, consiste en que los actos de un terrorista sean comprensibles para todos, sin largas explicaciones ni un complicado motivo. En cada localidad hay individuos tan conocidos por sus acciones (no importa si en todo el país o entre los vecinos de una comarca) que cualquier anuncio de un atentado contra ellos, de una manera inmediata y sin que sea necesario el apoyo de la propaganda revolucionaria, revela su pasado y el acto terrorista aparece con absoluta claridad. Si para comprender un acto el hombre de la calle, que no es militante, se tiene que romper la cabeza, la influencia de ese acto resulta nula o incluso negativa. El acto de protesta se convierte entonces para las masas en un crimen incomprensible.
Consideramos que la acción por el terror en política y en economía, ya sea centralizada o “espontánea”, es completamente artificial. Luchamos igualmente en contra de la opresión económica y política, la opresión del estado centralista y de los poderes locales (42).
Desde luego, se le debe a Kropotkin un gran número de aportes fundamentales: como folletos claros y didácticos para todos y libros, redactados e hilvanados para convencer a los más recalcitrantes lectores.
En Campos, fábricas y talleres, de 1910, se descubren las deducciones implacables de Kropotkin sobre las posibilidades de mejoras sociales que aporta la ciencia. No sólo los rendimientos agrícolas pueden ser sustancialmente aumentados de modo a bastar para todos, sino que la cantidad de trabajo necesario es con mucho inferior a la actual (La Conquista del Pan propone unas dos horas).
Las industrias podrían instalarse en el campo y los obreros, quienes deberían ser los verdaderos directores de todas las industrias, comprenderán de seguro más saludable, para la mente como para el cuerpo, el no hacer el mismo monótono trabajo el año entero, y lo abandonarán un mes o dos durante el verano, a menos de que hallen el de lograr de que no pare la fábrica, valiéndose del relevo por grupos (43). Contra la elección entre perdedores o ganadores, [la técnica y la ciencia] reducirían cada vez más el tiempo necesario para producir la riqueza, de modo a dejar a cada uno tanto ocio como pueda desearlo. Por supuesto, no pueden garantizar la felicidad, porque la felicidad depende tanto, sino más, del mismo individuo que de su medio (44. Sobre todo que Bajo las presentes condiciones de división de la sociedad en capitalistas y trabajadores, en propietarios y masas, viviendo de jornales inseguros, la expansión de la industria sobre nuevas regiones viene acompañada siempre por los mismos hechos de inhumana opresión del obrero, matanza de niños, pauperismo y mayores dificultades, como se vio a inicios del capitalismo en la primera mitad del siglo XIX en Inglaterra (45).
Es en La Conquista del Pan, 1892, donde se encuentra más enseñanza.
Quienes hayan resistido con las armas en la mano la victoria popular o hayan conspirado en su contra se apresurarán por sí solos a liberar de su presencia al territorio insurrecto. Pero nos parece que el pueblo, siempre enemigo de las represalias y magnánimo, compartirá el pan con todos los que hayan permanecido en su seno, ya sean expropiadores o expropiados. Si se inspira en esta idea, la revolución no habrá perdido nada; y cuando se reanude el trabajo, se verá a los combatientes de la víspera reencontrarse en el mismo taller (46).
“¡Pan; la revolución necesita pan!” ¡Que se ocupen otros de lanzar circulares con prosa brillante! ¡Que se pongan todos los galones que puedan soportar sus hombros! ¡Que otros finalmente hagan peroratas acerca de las libertades políticas!
Nuestra tarea específica consistirá en obrar de manera tal que, desde los primeros días de la revolución, y mientras ésta dure, no haya un solo hombre en el territorio insurrecto a quien le falte el pan […] (47)
Hay que multiplicar los ejemplos -se los puede elegir donde se quiera-, meditar acerca del origen de todas las fortunas, grandes o pequeñas, provengan éstas del comercio, la banca, la industria o el suelo. En todos los casos se ha de comprobar que la riqueza de unos se ha hecho con la pobreza de otros. Una sociedad anarquista no tiene por qué temer al Rothschild desconocido que pudiera venir de pronto a establecerse en su seno. Si cada miembro de la comunidad sabe que, después de algunas horas de trabajo productivo, tendrá derecho a todos los placeres que procura la civilización, a los goces profundos que la Ciencia y el Arte dan a quienes los cultivan, no irá a vender su fuerza de trabajo por un poco de comida; nadie se ofrecerá para enriquecer a ese Rothschild. Sus monedas serán pedazos de metal, útiles para diversos usos, pero incapaces de multiplicarse.
Al responder a la objeción precedente, hemos determinado al mismo tiempo los límites de la expropiación. La expropiación debe ejercerse sobre todo lo que permite a alguien -banquero, industrial o cultivado- el apropiarse del trabajo de otro. La fórmula es simple y comprensible.
No queremos despojar a nadie de su sobretodo; pero queremos devolver a los trabajadores todo lo que pueda permitir a cualquiera el explotarlos; y haremos todos nuestros esfuerzos para que,
no faltándole nada a nadie, no haya un solo hombre que se vea forzado a vender la fuerza de sus brazos para proveer a la existencia de sus hijos y a la suya (48).
Para atravesar el período de pobreza, reclamará lo que siempre ha reclamado en tales ocurrencias: la comunidad de los víveres, el racionamiento. Por mucho que se predique la paciencia, el pueblo ya no aguantará; y si todos los víveres no se ponen en común, saqueará las panaderías.
Si el empuje del pueblo no es bastante fuerte, se lo fusilará. Para que el colectivismo pueda establecerse, necesita, ante todo, orden, disciplina, obediencia. Y como los capitalistas advertirán muy pronto que hacer fusilar al pueblo por los que se llaman revolucionarios es el mejor medio de darle asco por la revolución, prestarán ciertamente su apoyo a los defensores del orden, aun a los mismos colectivistas. Ya verán más tarde el medio de aplastar a éstos a su vez.
Si “se restablece el orden” de esta manera, las consecuencias son fáciles de prever. La represión no se limitará a fusilar a “los saqueadores”. Habrá que buscar a “los promotores del desorden”, restablecer los tribunales, la guillotina, y los revolucionarios más fervientes subirán al cadalso. Será una repetición de 1793.
No olvidemos cómo triunfó la reacción en el siglo pasado. Primero se guillotinó a los hebertistas, a los “enragés” a quienes, con el recuerdo reciente de las luchas, llamaba Mignet “los anarquistas” (49).
Toda una anticipación de la práctica marxista leninista que Kropotkin contempló y discutió con el mismo Lenin a quien mandó varias cartas de protesta, dos son conocidas.
Dmitrov [a unos 40 km de Moscú], 4 de marzo de 1920 (los subrayados son de Kropotkin)
Estimado Vladimir Ilich:
Varios empleados de Correos me pidieron que le presentara a usted su situación que es realmente desesperada. Puesto que este problema no sólo concierne al Ministerio de Correos y
Telégrafos, sino también a la condición general del país, me he apresurado a transmitir su demanda.
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