atención de ustedes sobre Argentina y los países de América del Sur en general. En esos países, el movimiento obrero actúa con la inspiración de Miguel Bakunin y
también, al mismo tiempo, bajo la dirección espiritual de nuestro indomable pionero Errico Malatesta. En esos países, todos los anarquistas participan heroicamente del movimiento
sindicalista mientras, al mismo tiempo, todos los sindicalistas luchan por abolir la máquina opresora del Estado y para resistir la explotación capitalista. En España, igualmente,
anarquistas y sindicalistas están ocupados con las cuestiones económicas y el aspecto espiritual de las cosas, de modo que las discrepancias teóricas no aparecen.”
Jean Grave también escribió, unos años más tarde, en marzo de 1933, una carta “A los compañeros japoneses”, en respuesta a una circular que
recibió de Japón [23]. Desde el principio, rechaza a uno como a otro de los dos “campos” opuestos del movimiento anarquista japonés. Se muestra favorable al involucramiento de los
anarquistas en el sindicalismo, sabiendo que estos deben, al menos, dotarse de una herramienta de mejoramiento del día a día, y en el mejor de los escenarios, de un medio de agitación
revolucionaria, “un arma de combate”, pero que no puede, ni debe ir más allá de esto. La revolución, de acuerdo a Jean Grave, no será sólo la obra de los sindicatos, la construcción de la
sociedad futura tampoco. No será “
a los sindicatos que corresponderá la tarea de organizar la sociedad futura” sino a nuevas agrupaciones. Jean Grave desarrolla finalmente la
posición clásica del comunismo libertario, la cual no es tan remota de la que defienden los anarco-comunistas de Japón, lo que muestra, por otra parte y con otros elementos, que no entendió
bien lo que pasaba en Japón; pero no obstante, no se mostró hostil al sindicalismo. Confiesa, además, estar mal informado sobre la situación del sindicalismo revolucionario en Occidente, y
su carta, que deplora el estado calamitoso del movimiento anarquista, termina por acentuar lo negativo.
El mensaje de Agustín Souchy no templó realmente los ardores en Japón. El mes siguiente, la
Kokuren pidió su ingreso en la AIT en una carta en que
declaró que la federación estaba empeñada desde 1927 en una lucha contra “
los traidores, los oportunistas y los sindicalistas imperialistas” que estaban en el seno de la
Zenkoku Jiren.
El 19 de febrero de 1928, el poderoso "Sindicato de impresores de Tokio" celebró su quinto congreso, en que refundó sus estatutos en ruptura con la Carta de
Amiens y el anarcosindicalismo. Se hizo el portador de una modificación de la carta de la Unión General que tuvo su segundo congreso el 17 de marzo de 1928 en Tokio (
Hongo). Pidió
que se cambiara el primer punto de la carta por:
“
Tomamos el federalismo libertario como base del movimiento para liberar a los obreros y a los campesinos.”
El "sindicato de precarios de Tokio" se opuso, proponiendo un texto para insistir en el rechazo del centralismo y el sostén al federalismo libertario,
manteniendo el principio de la lucha de clases:
“
Tomamos la lucha de clases como base del movimiento para liberar a los obreros y a los campesinos.”
Tras varias horas de debates tensos, agitados, de insultos y burlas, la escisión estaba consumada. La tendencia anarcosindicalista abandona la Unión General.
Esa salida no sólo afecta al sindicato sino también al conjunto del movimiento libertario, en parte a la
Kokuren así como al movimiento de liberación de los parias, los movimientos
artístico, feminista, etc. En abril de 1929, el "Sindicato de impresores de Tokio" se escinde también entre ambas tendencias.
En 1928 viene la exclusión del
Koto jiyû rodosha kumiai de Onuma Wataru (anarcosindicalista que se suma al marxismo) por desacuerdos sobre la reforma
de los estatutos.
6. Debate teórico: comunismo libertario versus anarcosindicalismo
Para resumir las cosas, se puede decir que tres teóricos encarnan el debate que condujo a la escisión. Hatta Shûzo e Iwasa Sakutaro defienden el “comunismo
libertario” (
museifukyosan), el “anarquismo puro” (
junsei museifushugi) según lo denominan sus contrarios. Ishikawa Sanshiro defiende el “anarcosindicalismo”
(
anaruko-sanjikarizumu), el "sindicalismo” (
sanjikarizumu) sin más para sus adversarios.
Hatta e Iwasa estiran al extremo la lógica de las teorías de Kropotkin. Para ellos, la estructuración teórica y práctica (ideológica y organizativa) del
movimiento libertario, que aspira a la emancipación de toda la sociedad, no puede corresponder a la estructuración de la sociedad actual, capitalista y autoritaria. Debe superar la dañina
división existente del trabajo, y fundarse en otra concepción, aliando el consumo a la producción y poniendo un énfasis en el consumo. Su núcleo de base no puede por lo tanto ser el
sindicato de oficina o de industria sino la comuna, y en particular la comuna rural.
Hatta e Iwasa desarrollan un sentimiento anti-urbano, que existía por otra parte desde hace mucho en el movimiento anarquista japonés, que se basa a la vez en
la realidad de un Japón todavía muy rural pero también en una nostalgia de ese pasado rural algo mistificado. El agrarismo (
nohon-shugi), que tiene su auge en los 1930 en Japón,
transciende por otra parte ampliamente todas las corrientes políticas. Anima así la mayor parte de las facciones de la extrema derecha o de un fascismo campesino japonés opuesto a las
elites urbanas, a los burgueses.
Tal es el caso de dos personajes. Kita Ikki (1883-1937), amigo de Kotoku Shûsui y Sakai Toshihiko, a quienes frecuentó en el seno de la
Heimin-sha,
luego amigo de un ideólogo de extrema derecha, Okawa Shûmei (1886-1957), quien construye en teoría una suerte de nacional-socialismo japonés fundado en la nacionalización de las principales
industrias y en una profunda reforma agraria. Gondo Seikyo (1868-1937), amigo de Kita Ikki y Okawa Shûmei, situado a la derecha desde su compromiso político, predica, a partir de 1920, el
agrarismo, con un Estado compuesto de comunidades de aldeas autogestionadas y directamente dirigida por el emperador (
kanmin kyoji “ co-reino del pueblo y del emperador ”),
liberado de la burocracia y del capitalismo monopólico. Hay que notar que tanto Kita Ikki como Gondo Seikyo sostienen el pan-asiatismo y la emancipación de los pueblos de Asia. Con el
anarquista Hashimoto Yoshiharu, las ideas de Gondo Seikyo influyeron a Ishikawa Sanshiro y a lwasa Sakutaro [24].
Desde luego, el kropotkinismo rural macro escala de los “anarquistas puros”, que existió en Hatta, Iwasa o los teóricos de las "Juventudes rurales" como
Suzuki Yasuyuki (1903-1970) y Miyazaki Akira (1889-1977, cf. infra), no es fascista: se opone al capitalismo, a la moneda, a la autoridad, predica la autonomía socio-económica de las
comunas rurales; se muestra así mismo hostil al progreso técnico (rechazo de la electricidad, por ejemplo). Son tendencias que se encuentran también en los movimientos libertarios en China
o en Corea. Está claro que la visión kropotkiniana encontró un eco naturalmente favorable en los países agrarios del Asia oriental.
Pero ¿qué es la parte de la nostalgia, e incluso del mito?
Con la lectura de un texto más antiguo de Ito Noe, publicado en
Rodo Undo en 1921, con una descripción del funcionamiento casi anarquista de su
pueblo natal de agricultores pescadores en la costa de Kyûshû, no podemos no estar impactados por una visión francamente idílica de una situación que encubre los aspectos opresores de esta
"utopía" (patriarcado, paternalismo, colectivismo, dificultad de una verdadera vida privada, etc.). Otra paradoja: la mayor parte de los anarquistas con aspiraciones a un kropotkinismo
rural absoluto anti urbano viven y militan en Tokio. Excepto algunos viajes al campo, como mucho, es desde la capital que desarrollan sus ideas. La insurrección kropotkinista de las
"juventudes rurales" que se va a desarrollar en 1935-36 en las sierras de Nagano, o sea cuatro años tras la disolución de la
Noson seinen-sha urbana de Suzuki y Miyazaki, es
ejemplar de ese desfase.
La defensa del comunalismo y, más francamente, del comunismo libertario kropotkinista conduce a Hatta y, sobre todo, a Iwasa a condenar toda concepción de la
lucha de las Masas y toda organización que se apoye en ese principio. Critican pues el anarcosindicalismo que, para ellos, se apoyo en dicho principio.
En “Los anarquistas responden” (
Museifüshugisha wa -otaeru), publicado en julio de 1927, lwasa Sakutaro sienta las bases teóricas de lo que será
denominado el '“anarquismo puro” (
iunsei museifûshugi) [25]. Los sub-títulos de ese texto explicitan su enfoque:
“Lo que llamamos revolución ocurre gradualmente por el progreso, no es algo que los anarquistas pueden precipitar. [...] La historia de la humanidad es
la historia de la lucha de clases. A pesar de todo, para los anarquistas, la revolución no es una guerra de clases. [...] Las clases dirigentes usan la ley y el Parlamento para su poder y
para alcanzar sus objetivos. Para alcanzar los nuestros, nunca podemos usarlos.”
Iwasa Sakutaro aporta luego sus respuestas a interrogantes o afirmaciones a menudo aducidas a propósito del anarquismo:
“La vida humana necesita organización. La organización, es la política. Pero para los anarquistas, no hay organización. Su realización es por lo tanto
imposible. [...] El hombre tiene múltiples caras y de múltiples colores. Pero no es perfecto. Son necesarias pues leyes que den normas de acción. De lo contrario, el mundo está hundido en
la oscuridad total. [...] La sociedad es un organismo. El organismo está ordenado en su centro. EI hombre está dirigido por su cerebro, la sociedad por el gobierno. [...] En el transcurso
de la sociedad, están las clases. Luego viene la época del socialismo, y después la del anarquismo. [...] Una orquesta requiere un director. Lo mismo sucede para la sociedad. Si no hay
gobierno, no funciona. [...] Si hay hombres que no se mueven, ¿qué hacemos? [...] ¿Qué hacemos con los criminales?”
Subrayemos que Iwasa no descarta la existencia de la lucha de clases, ni tampoco la organización.
“La historia de la humanidad es lucha de clases. Los anarquistas no la niegan. Pero no es toda la historia. O es un movimiento por esencia conservador,
un compromiso o, antes bien, una solución con el pasado. Sea un movimiento reformista para quien la emancipación de toda la humanidad no tiene sentido. Por consiguiente, ella no puede
prever las etapas progresivas del futuro.” (p. 8)
En octubre de 1927, Hatta Shûzo publica un folleto titulado "Un examen del sindicalismo" (
Sanjikarizumu no kento) [26].
En ese texto, Hatta destaca primero el fracaso histórico del sindicalismo, desde la Inglaterra cartista hasta la Rusia bolchevique, que fue incapaz de escapar
a la recuperación política. Es necesario por tanto concebir un movimiento totalmente diferente, con nuevas bases, definidas por Kropotkin. También se refiere a la posición de Malatesta en
el congreso anarquista de Ámsterdam en 1907 y a la de Nabat en Ucrania durante la Revolución rusa.
Para Hatta, por ser el sindicalismo esencialmente de orden práctico, no puede ser ideológicamente orientado sino desde fuera, ya sea por el marxismo, ya sea
por el anarquismo, o por ambos. «
En ese sentido, el sindicalismo es un animal anfibio», escribe. El aporte más fuerte es el del marxismo para Hatta: la lucha de clases, que otorga
una supremacía a la parte más consciente de la clase obrera, la «
violencia creadora» que no es incompatible con el marxismo y que permite a una minoría activista dominar a la
mayoría; y la división industrial del trabajo, reflejo de la sociedad capitalista y así mismo dada a la sociedad de productores vista por Marx.
Es en ese último punto en que insistió Hatta en su conclusión: la división del trabajo – y su corolario, la mecanización – vuelve irresponsable al trabajador
y requiere una autoridad coordinadora y dirigente, una tecnoburocracia precursora, lo que es incompatible con los principios del comunismo libertario definidos por Kropotkin. Si vence el
sindicato después de la huelga general, sólo va a reproducir la división económica, y por tanto política, del trabajo. Se impone desde ahora la necesidad de otra organización.
Hatta Shûzo recalca su idea en «El fracaso de la teoría de la lucha de clases» (
Kaikyü tososetsu no gokai), publicado por la
Zenkoku Jiren
de agosto de 1929 a octubre de 1929, y que sirvió de base para animar varias reuniones públicas [27].
Iwasa Sakutaro va aún más lejos en el tono. Publica así en 1931 un folleto que dio mucho que hablar, titulado nada menos que: "De la teoría del bandidismo de
los sindicatos obreros" (
Rodo kumiai sanzokuron). Iwasa explota en su obra la metáfora de las pandillas para ilustrar el vínculo genérico que reúne el sindicalismo convencional con
la clase capitalista: tomar el lugar de la otra. Un jefe de pandilla siempre tiene un rival que quiere tomarle el puesto, y la lucha puede ser áspera. Una clase, por más obrera que fuese,
que sólo piensa en sus propios intereses, puede también convertirse en clase dirigente. Es una crítica, pese a la mala formulación, de la teoría marxista-leninista de la «dictadura del
proletariado» que estaba muy de moda en Japón como en otros países.
Iwasa Sakutaro ya había usado la metáfora de la pandilla en su texto «Así responden los anarquistas» (
Museifüshugisha wa kotaeru) de julio de
1927.
«Ellos [los sindicalistas] no se distinguen de los bandoleros del monte, como antaño. Su movimiento, o sea a saber la lucha de clases, no rompe
fundamentalmente con la explotación y la opresión del sistema capitalista, en su esencia. Está cooperando con el capitalismo, mantiene compromisos con éste, es en realidad un movimiento
reformista conservador que prolonga la explotación y la opresión. Por eso, no puede emancipar a toda la sociedad.»[28]
Por supuesto los anarcosindicalistas rechazan esa argumentación. Iwasa es tratado, por ejemplo, de «sentimentalista pequeño-burgués» por el
anarcosindicalista Yamaguchi Kensuke [29]. El anarcosindicalista Kubo Yuzuru (1903-1961) contesta en un texto titulado «Sobre la lucha de clases y la lucha cotidiana» y publicado en el
Kokushoku Undo en 1928:
«La táctica de la lucha de clases no es el monopolio de los marxistas. Sabemos que hay muchos dogmáticos e idealistas superficiales que confunden la
lucha de clases de Marx con la nuestra. [...] Lo mismo sucede con la lucha diaria. [...] El deseo de conseguir un pan mejor y de conquistar el pan fue, de hecho, la fuente del socialismo
moderno. Si los trabajadores no hubieran tenido la preocupación de mejorar el futuro inmediato, no habría habido movimiento emancipatorio. Sin eso, no habría podido haber anarquismo.
[...] Al lado de la lucha económica, también está la lucha política. Al lado de la explotación económica de los capitalistas, está así mismo la tiranía política.»
Kubo Yuzuru subraya pues que hay que llevar la lucha en todos los frentes de la autoridad, en todos los ámbitos. Y concluye a propósito de la
organización necesaria:
«Sin medio adecuado al objetivo, todo queda en quimeras. Dejarlo todo a la suerte y al "házlo tú mismo" no aporta nada. Debemos agarrar cada ocasión y
usar cada momento del fenómeno social para colocar los cimientos de la nueva sociedad. La violencia verbal y las personas fantasiosas que entendieron mal la violencia temporaria como la
propaganda por el hecho nada consiguen. Dicho de otro modo, la lucha diaria es una lucha incesante.»
Ishikawa Sanshiro da su apoyo a los anarcosindicalistas. En 1927, escribe «Consideraciones sobre el sindicalismo» (
Sanjikarizumu nio
hanashi), que provoca las burlas de la
Zenkoku jiren pero que será aceptado como base teórica por el
Jikyo. Ishikawa saca provecho del conocimiento que tiene del
movimiento obrero y libertario europeo, puesto que vivió varios años en Europa (Bélgica, Francia, un poco en Inglaterra). Frecuentó a muchos, en particular, a la familia Reclus.
En un texto titulado «Anarquismo y sindicalismo» (
Museifushugi to sanjikarizumu, 1926-27), Ishikawa Sanshiro escribe
«De acuerdo a la experiencia del movimiento anarquista en Francia, en cuanto ésta se alejó de los grupos obreros, se disecó completamente. Y se puede
decir también que, siempre según la historia de Francia, el movimiento anarquista tuvo su auge a partir del sindicalismo. [30]»
Pero las diferencias entre unos y otros son a veces menores. Ishikawa es en varios puntos próximo a Hatta o Iwasa, como la importancia que da a
la comuna rural o a las raíces de la cultura asiática. Ishikawa e Iwasa, con Yamaga Taiji, salieron juntos en agosto de 1927 a China a invitación de anarquistas chinos para animar
conferencias en el seno de la Universidad Nacional del Trabajo (
Laodong Daxue), recién creada en Shanghai [31]. Iwasa se quedó allí más tiempo que Ishikawa, de 1927 a 1929. Eso le
puso, por lo demás, al margen de las polémicas internas en el movimiento japonés, las que contribuyó, sin embargo, a alimentar con sus escritos.
En 1933, Ishikawa Sanshiro publica un estudio sobre el
Kojiki, un texto antiguo de la mitología imperial; luego se dedica a investigaciones de la
cultura oriental. Durante la guerra, publica "Cien clases sobre la historia de la cultura oriental" (
Toyo bunka-shi hyakko, tres volúmenes publicados respectivamente en 1939, 1942
y 1944). Iwasa Sakutaro se interesa así mismo en la historia japonesa y en un texto («Del Estado y sus principios»,
Kokka-ron taiko), que algunos consideran como una falsificación
fabricada por el poder, defiende el sistema imperial japonés, juzgado orgánico y benevolente, al contrario de las realezas tiránicas de Occidente [32].
Como Iwasa, Ishikawa cultiva el también la paradoja. En abril de 1930, no vacila en empezar un texto, luego famoso, diciendo: «
Soy conservador, porque el
movimiento de las cosas, por ejemplo el de la Tierra en torno al Sol, es un movimiento repetitivo y por tanto, en cierto sentido, conservador.»
Ishikawa va a elaborar toda una reflexión nihilista o individualista, a menudo cercana a la de Han Ryner. Su revista se llama Dinámica (noviembre de
1929-octubre de 1934). Se interesa en diferentes temas, como la energía o la concepción de la Historia.
7. La escisión (1928) y luego la fusión (1934)
En abril del 1929, la tendencia anarcosindicalista constituye un nuevo sindicato: el
Nihon rodo kumiai jiyü rengo kyogi-kai (El consejo federal
libertario de los sindicatos obreros de Japón), abreviado en
Jikyo.
Su baluarte esta en Kanto (sindicato de metalúrgicos, impresores, trabajadores de la química, empleados) [33]. En junio, la nueva organización ve cómo algunos
sindicatos dejan la
Jiren para sumarse a ella, sobre todo en Kansai: en Kioto (en general, impresores), Waizumi (pescadores), Kichiwada, Osaka, Kobe.
El
Jikyo se equipó con un periódico,
Kokushoku rono shimbun (el "periódico de los obreros-campesinos anarquistas", de julio de 1930 en 1932,
basado en Kanto), que pasó a ser
Rodosha shimbun (el periódico de los trabajadores) en junio de 1932, animado por Enishi Ichizo, Takahashi Kokichi, Shirai Shimpei, Tsuruoka
Naokazu, Ogawa, Mizunuma Tel, Murata Jojiro, Utagawa Ichiro, etc.
En setiembre de 1932, varios militantes, a veces los mismos (Takahashi Kokichi, Shirai Shimpei, Mizunuma Tei, Shionaga Goro, Ejima Ei'ichi, Yamada Kensuke,
Nakamura Kichijiro, Tadokoro Shigeo, etc.), apoyados por veteranos (Ishikawa Sanshiro, Kondo Kenji, Yarita Ken'ichi, Okutani Matsuji, etc.), lanzan una revista teórica, titulada "bajo los
pliegues de la bandera negra" (
Kurohata no shita ni), que se opone al
Jiyu rengo shimbun y al
Kurohata de la
Jiren [34].
El
Jikyo va a llevar varias luchas. Se hace popular en el curso de una huelga en abril de 1931 en una fábrica en Senjû, la ciudad baja de Tokio,
donde impulsa una huelga del hambre, un método de lucha más bien nuevo en Japón, y donde un militante, flameó una bandera negra.
En 1931, el
Jikyo comprende unos 3.000 miembros (2.968 para ser exactos). En la misma época, la
Zenkoku Jiren (que seguía en pie) cuenta con
16.300 miembros. John Crump insiste en el hecho que esta última cifra representa el doble del número de adherentes que la
Jiren tenía en su creación en 1926, o sea 8.400 miembros,
lo que tendería a probar que ni las discrepancias teóricas o de otro tipo, ni la escisión, afectaron cuantitativamente el movimiento libertario. No obstante hay que partir, en realidad, de
la cifra de 15.000 miembros en 1927, cuando la
Zenkoku Jiren unitaria funcionaba a fondo un año después de su creación. En cuatro años, de 1927 a 1931, la
Zenkoku Jiren no
progresó por lo tanto de verdad. Si en un primer tiempo parece no haber sufrido demasiado de la erosión militante y de la escisión, la caída va a ser rápida a partir de 1931.
Para eso, hay también que tener en cuenta el contexto del imperialismo japonés creciente (incidente de Manchuria en setiembre de 1931), endurecimiento de la
represión, crisis económica, perdida de combatividad de los trabajadores. El declive afecta por igual al movimiento comunista, que, a raíz de una serie de detenciones, ve a algunos de los
más eminentes miembros de su buró político, como Sano Manabu (1892-1953) o Nabeyama Sadachika (1901-1979), escribir una carta pública de renuncia al comunismo y respaldo al régimen imperial
japonés. Ese cambio súbito (
tenko), que se convierte en una estrategia consciente y minuciosamente elaborada por el Estado japonés, va a tocar a más del tercio del PCJ. Además, los
grupos de derecha y ultra derecha penetran el movimiento obrero. Arman sus propias organizaciones o derechizan las que existen. El contexto no es por lo tanto favorable a la militancia
radical o revolucionaria.
El número de adherentes de la
Jiren cae a 11.000 en 1932 luego a 4.359 en 1933, mientras el del
Jikyo baja de 2.850 en 1932 a 1.100. Algunos
militantes de valor se apartan del movimiento (Yamamoto Kansuke, Nakamura Bo'ichi, Yamanaka Sei, etc.). Para el veterano activo Kondo Kenji, desengañado «
más que una organización
obrera, la Zenkoku Jiren es en esa época más bien una organización de pensamiento y su periódico, que se añade a esta tendencia, el Jiyü Rengo Shimbun, está controlado por la Kokuren
[35]». En el mismo plano, Komatsu Ryûji evoca el testimonio del anarquista Aizawa Hisao, que subrayaba que la
Zenkoku Jiren ya ni siquiera distribuía volantes delante de las
fábricas [36].
El movimiento libertario reacciona ante este panorama. El Primero de Mayo de 1932 es la oportunidad para varios grupos de ambos lados de empezar una
autocrítica común. En 1932, el
Jikyo multiplica los llamamientos a la unidad de acción. En abril de 1933, durante su tercer congreso, la
Jiren (auto)critica los excesos de
la tendencia anarquista pura y acoge a un representante del
Jikyo. Ambas organizaciones celebran juntas el Primero de Mayo de 1932, así como con una parte de la izquierda
revolucionaria.
En términos más generales, los militantes libertarios actúan de cuatro modos:
La reunificación de los sindicatos libertarios, que sucede el 14 de enero de 1934, seguida por una conferencia nacional el 2 de abril de 1934 que reunió a 150
delegados. La Zenkoku Jiren reunificada reunía a 4.000 miembros a aquel momento pero únicamente 2.300 un año después, en 1935 [37]; será disuelta en 1936.
la creación del "Partido anarco-comunista" en enero de 1934.
La inserción en el movimiento campesino.
Una táctica de ”Frente común antifascista”.
Lo que se puede llamar el «frente común antifascista», estimulado por la situación japonesa pero también por la llegada de Hitler al poder en Alemania y la
fascistización de Europa, es defendido por los anarquistas en algunas regiones, en particular en Kansai. A pesar de todo permanece como algo embrionario. Pero fue uno de los factores que
favorecieron la reunificación sindical libertaria.
La inserción libertaria en el movimiento campesino pasa por dos fases: una incubación teórica, de 1931 a 1932, luego una insurrección rural para poner en
práctica esos principios en 1934-1935. Pero ciertos teóricos así como su organización, la Noson Seinen-sha (Sociedad de la juventud rural), se ven paradójicamente ausentes de esta
segunda fase (Miyazaki Akira y otros están además encarcelados). Desde cierto punto de vista, eso refuerza los principios sostenidos en aquel entonces que consistían en superar toda
organización específica para difundir el comunismo libertario en el seno de las masas.
La Noson Seinen-sha se funda en Tokio en febrero de 1931 y se disuelve en setiembre de 1932. Cuenta con catorce miembros al inicio. Entre ellos:
Miyazaki Akira, Suzuki Yasuyuki, Hiramatsu Hideo, Hoshino Junji (1906- ?), Wasada Yoshio, Yagi Akiko (1895-1983), Ono Nagagoro, etc. [38] Sus dos teóricos y animadores son Miyazaki Akira y
Suzuki Yasuyuki. En un texto que va a causar sensación, «Llamamiento a los campesinos» (Nomin he uttaeru), publicado en Kurohata en febrero de 1931, Miyazaki alienta a los
campesinos a alejarse de las ciudades, a rechazar el pago del impuesto o reconocer al Estado cualquiera sea la forma, incluido el servicio militar; y a organizar inmediatamente una
federación de comunidades aldeanas fundadas en el comunismo libertario, la autarquía entre la producción y el consumo. La Noson Seinen-sha quiere apartarse no sólo de las ciudades
sino también de las sectas políticas que pululan únicamente en la ciudad.
Ya algunos grupos anarquistas habían intentado organizar a los campesinos. Tal es el caso de la "Sociedad de aparceros" (Kosakunin-sha) y de la "Liga
del movimiento rural" (Noson undo-domei) con Yoshida Daijiro, Watanabe Benisu, Nagashima Shin, Kinoshita Shige, Mochizuki Akira, etc. [39] La Noson Seinen-sha va más allá.
Como lo destaca John Crump, retoma algunas de las posiciones del anarco-comunismo ya existentes en Japón, como la crítica de las ciudades [40], el federalismo libertario, el kropotkinismo,
pero impulsándolos hasta el extremo, en particular a propósito de la descentralización. Los obreros de las ciudades son así considerados como los explotadores de los campesinos pobres del
campo, teoría que se acerca a los análisis de Hatta Shûzo sobre la nueva aristocracia obrera urbana. En «Breve teoría del anarquismo japonés» (Nihon museifushugi shoron), publicado
en mayo de 1932, Suzuki estima que los principios del «desde abajo hacia arriba» y «del centro a la periferia» heredados de la Primera Internacional y de Bakunin no van bastante lejos, y
hasta son erróneos [41]. Según él, no hacen falta ni centro, ni periferia, ni arriba, ni abajo, sino el comunismo libertario por doquier. La lógica de esta concepción desemboca en la
negación de cualquier organización específica. Eso explica en parte que tras una oleada de represión que conduce a la detención de algunos de sus miembros, la Noson Seinen-sha se
auto disuelva un año y medio después de su creación.
Pero esas ideas van a tener secuelas, en particular en las montañas del centro de Honshû y en una parte del departamento de Nagano que va a conocer un periodo
de insurrección en el cual se movilizaron algunas aldeas y varias centenas de personas en 1934-35. Pero el movimiento fue reprimido, y los agitadores detenidos a raíz de la represión
anti-anarquista provocada por otro episodio que implicaba al partido anarco-comunista.
Procedente de un grupo previo, denominado "Federación de los anarco-comunistas del Japón" (Nihon Museifukyo-sanshugi-sha Renmei) y fundado en
diciembre de 1933, el "Partido anarco-comunista" (Museifukyosanto) se funda el 30 de enero de 1934 por un puñado de anarquistas: Aizawa Hisao (1908- ?), Umemoto Eizo (1904-1943),
Uemura Tai (1903-1959), Tadokoro Shigeo, Futami Toshio (1906-1967), etc. Aizawa Hisao, por ejemplo, que entra en contacto con el movimiento anarquista en 1927, adhiere a un grupo específico
en 1928 (Kokushoku sensen-sha luego Kokki-sha). Él funda en 1932, con Irie Ichiro y Endo Sakan, el "Sindicato de empleados de la región de Tokio" (Tokio chiho shiyonin
kumiai), adherente a la Jiren, de la que se retira en febrero de 1933. Pasa entonces a ser redactor en el Jiyû rengo shimbun (la Unión independiente) que acaba de
crearse.
Estos militantes, que tienen treinta años y forman parte de la nueva generación, están fatigados por las discrepancias internas dentro del movimiento.
Predican la unidad. Al mismo tiempo, les inquieta el aumento del militarismo japonés, que va a amenazar a todo el movimiento revolucionario, libertario o no, sin distinguirlos. De ahí, para
ellos, la necesidad de una organización fuerte y secreta.
El momento les es bastante favorable. Además de su edad y de su dinamismo, se benefician de las señales de debilidad de la vieja guardia. Hatta Shûzo,
moribundo, se había apartado algo del movimiento. Ishikawa e Iwasa (en los cincuenta años en esa época) se dedican a sus estudios históricos.
El "partido anarco-comunista" adopta en agosto de 1934 un «programa» (koryo) y un «programa de acción» (kodo koryo). El primero retoma los
principios clásicos del anarquismo. El segundo mezcla consignas radicales (abolición del sistema capitalista) con reivindicaciones más materiales (un sistema de indemnización por
desocupación el cual debe ser otorgado por el gobierno y los capitalistas). Aizawa y los suyos se consideran como un grupo que debe superar la iniciativa únicamente de las masas, según
ellos fatalmente limitada, para impulsar la revolución, alcanzar la hegemonía social y para auto disolverse una vez conseguidos los objetivos. El partido anarco-comunista combina pues a la
vez posiciones vanguardistas y consignas reformistas. Hace adoptar éstos a la Zenkoku Jiren reunificada.
Este partido anarco-comunista y su grupo previo obran asiduamente por la unidad y la fusión, reuniendo finalmente a la Zenkoku Jiren y el
Jikyo. Al mismo tiempo, el partido se apodera del periódico, Jiyu rengo shimbun. Pero, con la paranoia y los vicios de la clandestinidad, se metieron en una depuración
interna que condujo al asesinato de uno de sus integrantes, un supuesto espía, y al atraco de bancos.
El Gobierno agarró la oportunidad para lanzar una gran redada. Hizo detener a 400 personas en el otoño de 1935. Luego, en el marco de la represión ya
mencionada de las "Juventudes rurales", otras 350 personas fueron detenidas en mayo de 1936. Eso representaba a la casi totalidad de los anarquistas y sus simpatizantes, supuestos o no.
Futami Toshio, el asesino del supuesto espía, fue condenado a la pena de muerte, pero su sentencia fue conmutada por la de cárcel perpetua. Aizawa Akira fue condenado a seis años de cárcel,
Miyazaki Akira y otros miembros de las "Juventudes rurales" a tres años. Unos meses antes de la Revolución española, todas las organizaciones libertarias quedaron destruidas en
Japón.
Este episodio señala en la práctica la desaparición del movimiento anarquista y anarcosindicalista organizado antes de 1945. Con el militarismo y el
imperialismo creciente de Japón, cualquier actividad radical se hace casi imposible,
***
Esta reseña del anarcosindicalismo en Japón entre las guerras mundiales deja de lado cierto número de elementos. Habría que interrogarse sobre la
sucesión de generaciones militantes y la evolución de sus orígenes sociales para valorar el papel de las personalidades y de sus características sociológicas en relación con su época.
Entre el pionero Kotoku, todavía impregnado del rigor confuciano procedente de su familia samurái terrateniente, y el empleado Aizawa, hijo de un humilde docente, existe ya todo el arco
de una época caracterizada por la movilidad social. Pero, en casi todos los casos, se vuelve a encontrar una pasión por la lectura, la escritura, el periodismo y el debate de
ideas.
Se añaden además, en el caso de Japón, los rasgos regionales marcados por una distinción socio cultural fuerte entre el mundo de Kanto (región de Tokio) y
el de Kansai (región de Osaka). Esta distinción repercute en las prácticas militantes y en las elecciones ideológicas. Se la vuelve a encontrar por lo demás hasta hoy en día.
Cada uno puede juzgar las elecciones efectuadas por el movimiento anarquista y anarcosindicalista en Japón, o valorar, en la medida de lo posible, el
impacto de las disensiones tanto ideológicas como organizativas. Es difícil decir si la hemorragia de militantes que sufrió el movimiento sindical libertario a inicios de los 1930 se debe
al cansancio generado por las discrepancias internas, por la inadecuación de éste a las urgencias del momento (desocupación, crisis económica, militarismo, imperialismo), a la competencia
de los socialistas y comunistas, a la mutación socio cultural de la sociedad japonesa o a la represión. Desde luego todos esos factores actuaron, pero ¿con qué importancia
relativa?
Una de las respuestas está en el hecho de que tras la guerra el movimiento sindical libertario ya no volvió a ser lo que fue. Pero esto no es algo exclusivo
de Japón: otros factores globales están incriminados. Otra respuesta viene de la historia del movimiento especifico de la posguerra que, tras un breve periodo unitario, reprodujo con un
esquema sorprendentemente idéntico las rupturas de antes, con la diferencia esencial que su alcance social se encontraba infinitamente menguado.
Cierto extremismo anarquista, más o menos organizado y a menudo estéril, condujo a ciertos militantes a sumarse al PCJ en el momento de su creación en 1922,
a pesar de que muchos se alejaron luego. Demasiado tarde, porque el mal ya estaba hecho. Los militantes anarquistas o influenciados por el anarquismo pudieron de esta manera proporcionar
al primer PC su base obrera sin la cual únicamente habría sido compuesto de intelectuales más o menos desclasados. A la inversa, el miedo al marxismo y a la hegemonía marxista incitó a
los militantes libertarios a rechazar todo lo que, de cerca o de lejos, podía parecerse al marxismo o al bolchevismo. De ahí una batalla ideológica particularmente intransigente y formas
de depuración que, a veces, no tenían nada que envidiar al adversario mencionado, con el supuesto de clarificación y coherencia.
Más allá de las condiciones particulares y de los temas elegidos localmente, resulta importante, dentro de una perspectiva ideal-realista de la historia,
analizar, incluso de modo breve, la relación entre la ideología libertaria y la situación socio-económica de la época en Japón.
Con toda evidencia, es el pensamiento de Kropotkin, traducido, digerido, profundizado y reprofundizado hasta sus límites, que constituyó el pivote, sino el
núcleo duro, de las orientaciones ideológicas del movimiento específico y sindical. Este carácter no es por otra parte propio a Japón, puesto que se encuentra en los países vecinos como
China y Corea [42].
Ninguna duda hay que la aspiración kropotkinista a un comunalismo descentralizado que abarca el campo, la fábrica y el taller sobre una base comunista tocó
las fibras de una sociedad asiática profundamente rural y colectiva, marcada por las prácticas y los valores casi comunitarios de la rizicultura irrigada. El kropotkinismo encarnaba una
respuesta al paso de una civilización campesina hacia la modernidad, reciclando los progresos técnicos y científicos sobre la base de una identidad propia, liberada de los pesos feudales,
patriarcales y burocráticos. El rechazo radical, exacerbado incluso extremista, de toda idea de división del trabajo, encarnado por las teorías de Hatta Shúzó, remite sin lugar a dudas a
cierta añoranza de la comunidad aldeana tradicional. El rechazo de la electricidad, formulado por ciertas fracciones de las "Juventudes rurales", corresponde a una voluntad de no depender
ya de la ciudad pero puede también ser interpretado como un anti industrialismo y una forma de tradicionalismo.
La cuestión de fondo planteada en realidad es: ¿qué trabajo y qué división del trabajo? Se sabe que todo el movimiento socialista y obrero no dejó de
evocarlo. Para Hatta Shúzó, cuyo pensamiento impregnó el movimiento libertario japonés entre las dos guerras mundiales, la respuesta es clara: se debe rechazar toda división del trabajo,
porque engendraría inevitablemente una especialización de los individuos o grupos sociales, lo que les daría poder -los técnicos y los dirigentes políticos o sindicales terminarían por
vencer. El anarquismo que rechaza el poder, sólo puede rechazar, según su enfoque, la división del trabajo.
El debate queda abierto. Se puede suponer que toda división del trabajo no es necesariamente capitalista o autoritaria, a condición de considerar el trabajo
bajo el ángulo de la tarea y no del salariado. La relación entre cada trabajo y unidad de trabajadores, que Hatta resolvía por un llamamiento a la toma sobre el montón y por la prioridad
dada al consumo, constituye de hecho el pilar, los cimientos, de cualquier organización social que anarquistas y anarcosindicalistas formularon en términos de federalismo
libertario.
La misma evolución de la sociedad obliga a reconsiderar el rechazo de la división del trabajo y el análisis kropotkinista. Es excesivo, incluso erróneo,
asimilar toda división del trabajo a la misma evolución del capitalismo sin tener en cuenta las características antropológicas inherentes a la humanidad, las aspiraciones y las
necesidades tanto individuales como colectivas para efectuar tal o cual actividad. Así mismo, la rotación sistemática de las tareas comporta sus límites propios.
La teoría kropotkinista misma, tal como está formulada en el libro "Campos, Fábricas y Talleres", que abogaba por la «descentralización de la industria» así
como por las «pequeñas industrias y pueblos industriales», ofrece de modo algo ambiguo a la vez un deseo ideal para una sociedad futura y un análisis prospectivo de la misma sociedad
capitalista. Ahora bien, parece que algunas de sus páginas no se desmerecerían en una descripción de la “meta politización” o de la “reurbanización” actuales, y que podrían ser fácilmente
reivindicadas por algunos partidarios del capitalismo flexible preocupados por deslocalizar en el campo sus pequeñas unidades de producción. La centralización por la computadora y la
especulación bursátil, por supuesto, sustituirán la redistribución por el comunismo libertario.
La postura de Kropotkin era relativamente sencilla: el progreso técnico y una verdadera racionalización que no se hiciera a expensas de los individuos iba a
conducir al mejoramiento de la sociedad y, por consiguiente, a dar mayor consistencia objetiva y material al proyecto comunista libertario. En síntesis, descentralicemos, descentralicemos
más, siempre quedará algo.
La misma evolución de la sociedad japonesa contemporánea de “alto crecimiento”, “les trente glorieuses” [alusión al auge capitalista en la Europea
occidental entre los 1946-1975], que condujo a una increíble división del trabajo y a una casi deserción del campo, de hecho socavó las bases de un kropotkinismo japonés que perdió sus
señales de identidad y sus fuerzas militantes. El sindicalismo revolucionario mismo, fundado en la industria o la fábrica, y ya no en la comuna más o menos rural, llegó a ser minoritario
de cara a un sindicalismo kropotkinista original, cuanto más que el peso del bolchevismo y del PCJ, sobre todo en la posguerra, acabó por destruir sus últimas fuerzas en el áspero
contexto de la guerra fría, del sovietismo ruso y del muy cercano maoísmo chino. El lugar para un anarcosindicalismo con deseo de intentar una síntesis, al menos táctica, vino a ser
considerablemente limitado.-