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EL ECO DE LOS PASOS sostiene el apoyo crítico a la Revolución Venezolana desde el punto de vista del Comunismo Anarquista.- Colaboraciones a: cntfai@cantv.net

¿Por qué no creo en Dios?

¿Por qué no creo en Dios?

1. Introducción

He caído, una vez más, en una trampa del lenguaje. Estrictamente hablando, el título de este artículo es incorrecto, ya que mi no-creencia no es tal: no creo en dios [1] - no porque me falte fe o porque haya elegido creer en otra cosa, en la ciencia, por ejemplo. O porque el no-creer sea comparable con el creer, como si un acto de fe fuera lo mismo que un acto de no-fe, como si existiera tal cosa como un "acto de no-fe". Más que "falta de fe", es un grado de certeza. Por eso, afirmar que no creo en dios es falaz: tengo la casi absoluta certeza [2] de que dios no existe. Por otra parte, esta aclaración debería no ser necesaria; como todas las trampas del lenguaje, ésta también exige un interlocutor atento y leal: capaz de no caer en ella y noble para no dejar de entenderla como un resumen de lo expuesto más arriba. Capacidad y nobleza son cualidades (lamentablemente) no compartidas por todos los integrantes de este grupo [3], he aquí el porqué de esta aclaración.


Además, la imposibilidad de tener fe es una característica válida para cualquier postulado científico: no puede "creerse" en la teoría darwinista de la evolución, ni en la teoría de la relatividad, ni en la fuerza de la gravedad, ni en el principio de incertidumbre; estas son teorías más o menos aceptadas, más o menos plausibles, más o menos útiles, más o menos productivas y que están en mayor o menor concordancia con el resto de las teorías cuyo conjunto denominamos "ciencia". En este sentido, la "ciencia" es un sustantivo adjetivizado, pues indica la utilización de un método muy específico y nada más.

Ningún físico cree en el principio de incertidumbre de Heisenberg, ningún biólogo cree en la evolución Darwin y Wallace, ningún matemático cree en la conjetura de Poincaré [4]. Por el contrario, la dinámica interna de la producción del saber científico impulsa a los científicos de todo el mundo a controlarse, a exigirse y a competir entre sí, con lo cual cada teoría es desmenuzada y analizada hasta el cansancio por diferentes personas, expertas en el área, cuyo principal interés (además de, asumámoslo gratuitamente, la búsqueda de la verdad) es encontrar algún error en la teoría del colega/competidor. No hace falta decirlo, pero dentro de un esquema como el aquí expuesto, la fe sería lo más contraproducente que se pueda imaginar; de hecho, lo primero que se hace con cualquier teoría científica, como acabo de esbozar, es asumir una posición escéptica ante ella, si se quiere "no-creer". Evidentemente, que muchos escépticos expertos (que no lo son porque el título les quede bonito, sino que se lo han ganado dedicando décadas de sus vidas a aprender el lenguaje de una disciplina científica y otros muchos años en profundizar el análisis sobre un problema específico), hayan tratado de invalidar una teoría sin conseguirlo y se pongan de acuerdo en la plausibilidad de la misma, no la convierte en verdad, pero convendrán conmigo que es uno de los mejores acercamientos posibles a ella. Así y todo, nunca nada es aceptado dogmáticamente: cuando la ciencia habla, siempre habla de mayores o menores grados de plausibilidad, que pueden fluctuar, invertirse o desaparecer, según los elementos de control internos (es decir: el autoexamen permanente) así lo indiquen. En el lenguaje de la ciencia, la plausibilidad, la productividad, la concordancia, la aceptación y hasta la validez son cualidades que siempre indican un punto en una escala; nunca son 100% ciertas o 100% falsas [5].

Es interesante cómo ésta, siendo una de las características más interesantes de la ciencia y el principal elemento constituyente de verdad con el que cuenta, sea, a su vez, uno de sus aparentes puntos débiles: el neófito es, por un lado, incapaz de discernir entre un grado alto de plausibilidad y uno bajo, y se encuentra permanentemente enfrentado con mensajes encontrados, con contradicciones aparentes que le hacen, ahora sí, perder su fe en la ciencia. Por el otro, ignorante y ciego, confunde corrección con imprecisión, precisión con altanería, audacia con aceptación, temeridad con conservadurismo y al fin, ciencia con pseudociencia. Dije que este es un aparente punto débil porque, a la ciencia, esto le tiene sin cuidado: el neófito no forma parte de su sistema ni participa de su comunicación; socialmente, el neófito es parte del entorno de la ciencia [6], así como lo es el ganador del show televisivo El Gran Hermano o del último premio nobel de Literatura.

Sin embargo, el ejemplo sirve para tratar de entender por qué en muchas discusiones sobre religión, tarde o temprano, mi interlocutor me recuerda que "mi fe en la ciencia" es comparable con su fe en dios, como si la ciencia y la religión, o la decisión de no-creer y la fe fueran estructuralmente idénticas; o aclama que mi ignorancia sobre la existencia de dios es comparable a la suya, con la diferencia en en que él cree y yo no. Como traté de esbozar más arriba, es absolutamente imposible tener fe en la ciencia; así también, es absolutamente imposible encontrar argumentos racionales para la fe [7]. Siendo ésta inherentemente irracional, ¿por qué ese afán de algunos creyentes en querer encontrar argumentos racionales para su fe? ¿Por qué no les basta la fe en sí misma, siendo que ésta, por definición, es autosuficiente y autoreferencial?

Sin pretender ser un ejemplo positivo de la la Ley de Godwin [8], el comportamiento de los creyentes que por un lado tratan de convencerme de que mi espíritu analítico y mi raciocinio son una especie de "fe en la ciencia" y por el otro, al mismo tiempo y sin que se les mueva un pelo ni se les tuerza el rostro de vergüenza, pretenden convencerme de que hay argumentos racionales en los que puede apoyarse su fe [9], me hace acordar al de aquellos parlamentarios neonazis alemanes, quienes a principios del siglo XXI calificaron al último bombardeo aliado de la segunda guerra mundial contra la ciudad alemana de Dresde (a todas luces atroz, brutal e innecesario) con el adjetivo de "Holocausto", comparándolo con algo que, según ellos mismos, jamás ocurrió, pero que sin embargo, también según ellos mismos, tendría que ocurrir, o de haber ocurrido... hubiera sido algo agradable. ¿Se entiende la contradicción?

Así como la fe es contraproducente para la ciencia, la razón es contraproducente para la religión y para la fe en general. Nadie puede creer en dios razonando; la fe es un acto de voluntad que elimina a la razón automáticamente; ni en nuestro intelecto ni en nuestro espíritu hay lugar para ámbas a la vez. Con esto no quiero decir que todos los creyentes sean personas irracionales, pero en el momento de abrazar su fe, y aunque sea solo por ese instante, tienen que dejar a la razón de lado, pues la razón nos indica que no hay más ni mejores motivos para creer en dios que para creer en cualquier otra cosa, incluyendo el mounstro spaghetti volador [10], superman y los unicornios azules invisibles.

La existencia del universo, el amor, la complejidad del ADN, el fuego y las mareas no son indicios racionales a favor de la existencia de dios; algunos de éstos fenómenos tienen causas conocidas y otros no, pero uno no puede afirmar cualquier cosa solo porque desconoce otra completamente distinta. Si lo hace, cae en una de las falacias lógicas más antiguas de la humanidad, argumentando ad ignorantiam, o sea: estableciendo una correlación arbitraria y necia entre un suceso observado y una causa imaginada.  Uno puede afirmar cualquier cosa diciendo que cree en ello (y eso es irracional, y así funciona la fe).

Es obvio que el adjetivo "irracional", en la sociedad contemporánea y occidental, tiene una fuerte carga negativa, e inconscientemente, todos quienes siguen aferrados a una fe irracional (lo lamento, pero es así y no se puede describir de otra manera) se dan cuenta de ello y se enfrentan a un conflicto imposible de dilucidar: o dejan la fe de lado o dejan la razón de lado. No se puede racionalizar la fe, convertirla en una "fe racional" y quedarse con ambas.

Cuánto más fácil, coherente y consecuente sería decir "Creo porque creo", afirmación que nosotros, los hombres racionales, no podríamos atacar desde ningún ángulo con "nuestros" racionales argumentos. Así, quedaríamos afuera de la discusión, ahora llevada a un plano netamente teológico y basada en argumentos de fe, pero mucho más sincera, mucho más honesta, mucho más limpia, y mucho más cerca de la verdad [11] que ahora, dentro de esta asquerosa promiscuidad intelectual en la que caemos siempre.

En este marco, este texto pretende remarcar una línea innumerables veces trazada, sistemáticamente ignorada, categóricamente necesaria.

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[1] De aquí en más, ignoraré por completo y a conciencia la excepción a la regla ortográfica del idioma español que impone escribir todos aquellos sustantivos con mayúscula que pertenezcan a deidades o libros sagrados.
[2] El "casi" es simplemente un tecnisismo propio del lenguaje racional indicado para explicar el ateísmo: ya que todo lo imaginable es posible, la certeza de que, por ejemplo, la humanidad no exista dentro de una matriz informática y que cada uno de nosotros sea, en lugar de un idividuo biológico, un ente de información dentro de un superordenador cuántico que simula nuestro universo como parte de un experimento extraterrestre, es también "casi" absoluta. Por otra parte, esto no quiere decir que dicho tecnisismo deba o pueda ser tomado en serio; si todo lo imaginable es posible, nada es imposible, con lo cual esta discusión (y con ella, todas las demás) carecería de sentido.
[3] Esta introducción (salvo algunas modificaciones) fué publicada por mí en el Newsgroup es.charla.religion. Es probable que el servidor de Google aún conserve una copia de la discusión original en http://groups.google.de/group/es.charla.religion/browse_thread/thread/934884ee46ea849e
[4] He elegido a drede tres ejemplos distintos de lo que puede ser un postulado científico: un principio, una teoría y un problema, porque con ellos quiero ejemplificar la calidad metodológico-formal de la ciencia, común a todos sus enunciados.
[5] ¿Qué determina, entonces, que es ciencia y que no? ¿Cual es la línea divisoria que separa la astronomía de la astrología, la química de la alquimia, la física de la metafísica, el evolucionismo darwinista del creacionismo bíblico, la matemática de la numerología y esa lista enorme de etcéteras con la que podríamos llenar voluminosos tomos de incontables páginas? La respuesta es simple: el método científico. Por eso, éste es tan importante y por eso la ciencia se distingue de la filosofía, de la religión y de la pseudociencia, no tanto por lo que diga, sino por la forma en que dice que lo dice.
[6] Aunque pueda dejar de serlo y pasar a ser un experto: gracias a la evolución (y no gracias a dios), estamos en un momento de la historia de la humanidad en la que cualquier persona puede ir a cualquier biblioteca y aprender lo que le plazca.
[7] No me refiero aquí a las posibles causas (biológicas, sociales o psicológicas) de la "fe", ni intentaré analizar dicho fenómento desde una metaperspectiva en cuanto a su grado de importancia para nuestra especie.
[8] Ver http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Godwin
[9] Son muchos y muy graciosos los supuestos "argumentos" de los que se deduciría "racionalmente" la existencia de un Dios: la existencia del cosmos, su complejidad, el delicado equilibrio de las cuatro fuerzas físicas fundamentales, la estructura del ADN, la estrtuctura del ojo humano… o bien el fuego, los truenos, la energía eléctrica, el viento, las mareas y el dolor estomacal (dependiendo de la época y origen del interlocutor de turno)
[10] Ver http://es.wikipedia.org/wiki/Flying_Spaghetti_Monster
[11] "Verdad", entendida aquí como el producto de la función de la comunicación del sistema social "religión", o sea: una verdad religiosa.

 

El texto completo puede encontrarse en el blog de Juan Pablo, en este enlace

 

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