Al día

No hay razones para dudar de las denuncias gubernamentales sobre magnicidio y guerra económica y, a la vez, de la complicidad del alto mando de la derecha venezolana en tales planes contra el país. Los antecedentes evidencian que la derecha sigue a pie juntillas el plan del Tío Sam para Venezuela.

Eso por un lado. Por el otro, lo que estamos viendo en el espejo colombiano demuestra que el Tlc con los Estados Unidos sería la hipoteca del país a los intereses transnacionales, y ese Tlc está en el programa de la derecha.

Neoliberalismo, Tlc, terrorismo de Estado, entre otros elementos conforman el caramelo envenenado que la derecha ofrece a una burguesía y a una clase media que siente que el país se les fue de las manos desde hace casi dos décadas. Esa es la realidad a la vista.

Pero la guerra económica tiene visos de no redimir ya que ha arreciado estando todavía caliente el cadáver de Chávez. La guerra contra el bolívar, obligó a una devaluación que tomó desprevenida a la dirección revolucionaria. Y, asimismo, la escasez, el acaparamiento y el incremento de precios de la comida de la gente pueden incrementar la votación de la derecha el próximo 8D.

Lo cierto es que los circuitos que sostiene la economía venezolana con la economía del Mercado global son bidireccionales y ambivalentes. Y no puede ser de otra forma porque somos un país petrolero y, además, no podemos caer en la autarquía ni hay un “sistema socialista” alternativo como el que había cuando Cuba se declaró (1961) “socialista”.

El fatalismo geopolítico es una realidad. El Mercado global, otra. Nuestra dependencia del petróleo es una situación objetiva, que no se cambia de la noche a la mañana. En medio de esas situaciones el país intenta crear una sociedad menos desigual y sin exclusiones. Ninguna teoría previó revoluciones en la periferia del sistema-mundo capitalista.